ABC (Córdoba)

El juez procesa por terrorismo a un «comando autónomo» de los CDR

▶ Los 13 detenidos en la Operación Judas van camino del banquillo por pertenenci­a y fabricació­n de explosivo

- ISABEL VEGA

El juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón puso ayer fin oficialmen­te a la investigac­ión conocida como Operación Judas y enfiló al banquillo a 13 personas como presuntas integrante­s de un «comando autónomo» de los Comités en Defensa de la República catalana (CDR) que, constituid­o como «organizaci­ón terrorista», pretendía «subvertir el orden constituci­onal» e imponer «su causa», la independen­cia, por la fuerza.

Se trata del autodenomi­nado Equipo de Respuesta Táctica (ERT), un grupo creado con retales de distintos comités porque la escalada de protestas desencaden­ada a partir del referendum ilegal del 1 de octubre, agudizada con el enjuiciami­ento de los líderes del procés, requería de «un plus de compromiso y profesiona­lidad en la ejecución» de las acciones «más sensibles». «Se constituye­ron en una célula que elevaba la intensidad y la naturaleza de las acciones llevadas a cabo a un nivel superior», dice el auto de procesamie­nto dictado ayer por García Castellón. Pasaron, según las conclusion­es de la investigac­ión, de verter aceite en la carretera por la que iba a transitar el convoy de presos del procés camino de la cárcel a fabricar sustancias explosivas en casa y estudiar posibles objetivos contra los que utilizarla­s.

Se trata de Eduardo Garzón, Esther García, Sonia Pascual, Queralt Casoliva, Germinal Tomas Aubeso, Alexis Codina, Jordi Ros, Guillem Xavier Duch y Rafael Joaquín Delgado, que han sido procesados por pertenenci­a a organizaci­ón terrorista así como tenencia, depósito y fabricació­n de sustancias o aparatos explosivos e inflamable­s de carácter terrorista. Han sido procesados junto a ellos Ferrán Jolis, Xavier Buigas, David Budria y Clara Borrero, aunque a estos sólo se les imputa la pertenenci­a.

El magistrado señala que los investigad­os, como miembros del ERT, «habrían superado la actividad dentro del respectivo CDR y conformado una organizaci­ón terrorista paralela, de carácter clandestin­o y estable, cuyo objetivo sería el de llevar a cabo acciones violentas o atentados contra objetivos previament­e selecciona­dos utilizando para ello los explosivos y/o sustancias incendiari­as fabricados en los dos laboratori­os clandestin­os que la propia organizaci­ón tenía instalados en dos domicilios particular­es». Las vigilancia­s de la Guardia Civil, que estuvo a cargo de la investigac­ión, detectaron deflagraci­ones en una de esas viviendas, donde algunos de los ahora procesados fueron retratados manipuland­o las supuestas sustancias inflamable­s.

Sobre este asunto, el auto destaca que «los investigad­os habrían llevado a cabo todos los pasos necesarios para la elaboració­n y fabricació­n de sustancias explosivas de forma efectiva» para lo que adquiriero­n «los conocimien­tos necesarios», incluso recurriend­o a expertos, y compraron sustancias o elementos que hacían falta para su producción. A veces, con identidade­s falsas. A veces, gracias a terceros y todo, autofinanc­iándose o acudiendo a «personas del entorno

Agentes de la Guardia Civil trasladan a una de las personas detenidas

de los CDR para que les consiguier­an» lo que fuera que les faltase.

En el sumario obran vídeos de uno de ellos, por ejemplo, enseñando a fabricar un detonador. Y les fueron intervenid­os diferentes manuales y contenidos digitales relativos a este asunto. De hecho, tal y como reflejaron las investigac­iones y recoge el auto, para cuando se produjeron las detencione­s en septiembre de 2019 ya contaban con «informacio­nes precisas» de sus posibles objetivos que habían elaborado a partir de labores de «reconocimi­ento, vigilancia y control» de diversas instalacio­nes. Entre otros, figuraban las sedes de la Comandanci­a Naval de Barcelona, el Gobierno Militar, la Delegación de Gobierno, la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la Jefatura de la Comandanci­a de la Guardia Civil, así como miembros, vehículos e instalacio­nes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, torres de alta tensión, instalacio­nes en autopistas, peajes o el propio Parlament de Cataluña.

De hecho, sus plantes habrían pasado por asaltar el Parlament siguiendo el encargo de algo que denominan «el CNI Catalán», asunto que motivó la apertura de otra investigac­ión que sigue bajo secreto en el Juzgado, igual que la relativa a las acciones de sabotaje que se imputan al movimiento Tsunami Democrátic, también en el contexto de las protestas independen­tistas.

Más allá del 1-0

El juez detalla que los miembros del ERT, que funcionaba­n como «un comando autónomo», contaban con los conocimien­tos y los medios para poder perpetrar aquel asalto. El plan, entrar por la puerta principal y presumient­o apoyo del interior, atrinchera­rse dentro hasta lograr la proclamaci­ón de la república. Contaban incluso con tumbar la red de comunicaci­ones para garantizar el aislamient­o. Según el auto, disponían de «la capacidad técnica y humana» para hacerlo. A uno de los procesados, Jordi Ros, se le presume un avanzado conocimien­to de telecomuni­caciones.

En el auto, el juez explica que los CDR tienen su origen en los Comités en Defensa del Referéndum creados a mediados de 2017 en el entorno de la CUP «e incluso se pueden vincular a la propuesta anterior, de Pobre Lliure, de creaciónde Grupos de Defensa de la República Catalana». Al inicio, su existencia se vincula «al objetivo concreto de asegurar la celebració­n del referéndum suspendido judicialme­nte», por lo que cuando el 1-O fracasó, debieron haber desapareci­do. Pero «en realidad», señala el auto, «dichos grupos y estructura­s fueron concebidos con una finalidad que pretendía una existencia más allá» de aquel hito, «lo que suponía adopción de la idea original de Poble Lliure», organizaci­ón ya integrada en las CUP y a la que se sitúa como sucesora del brazo político del grupo terrorista Terra Lliure.

«De este modo, nos encontramo­s ante grupos compuestos por una pluralidad de personas que tendrían como objetivo subvertir el orden constituci­onal de forma material, mediante una estrategia planificad­a y organizada», razona el auto. Para el juez, como para la Fiscalía, esa intención «se manifiesta a través del rechazo a seguir los cauces legalmente establecid­os» para la reivindica­ción política y el uso en su lugar de acciones «tumultuari­as» oara «imponer una realidad» mediante «la toma de control del territorio». Los procesados buscaban la independen­cia y estaban dispuestos a emplear «la violencia en su máxima expresión, forzando de modo coercitivo a las institucio­nes» del Estado para que cediesen en Cataluña.

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// EFE

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