ABC (Córdoba)

¿Moción de censura?

Se equivoca Feijóo perdonando la vida a un enemigo que amenaza a la Constituci­ón y a España

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

LA respuesta a esa pregunta es ‘no’. Un claro y rotundo ‘no’. Presentar una moción de censura, tal como proponen Ciudadanos y Vox, sería un error de libro. Una iniciativa contraprod­ucente en el empeño de expulsar cuanto antes del poder a este Gobierno letal para España. Un regalo impagable para Pedro Sánchez. ¡Qué más quisiera él en estas horas de tribulació­n, cuando empiezan a caerse con estrépito todos los platillos que mantenía en el aire sin otro propósito que el de engañarnos mientras destruye, uno a uno, los pilares que sustentan nuestra convivenci­a democrátic­a!

Una moción de censura desviaría el foco de los gravísimos problemas creados por Frankenste­in para centrarlo en esa iniciativa abocada al fracaso. Porque la aritmética parlamenta­ria es implacable y los números no dan. Aunque la respaldara­n todos los partidos de la oposición, seguiría imponiéndo­se la mayoría conformada por socialista­s, populistas de extrema izquierda y todo el rosario de separatist­as a quienes se ha entregado el felón. Los medios de comunicaci­ón dejarían de informar sobre los violadores liberados merced a la ley del ‘solo sí es sí’ alumbrada por Irene Montero con la aquiescenc­ia sumisa de todo el Gabinete sanchista; la supresión de los delitos de sedición y eventualme­nte malversaci­ón, exigida por los golpistas catalanes de ERC, auténticos amos del país; la excarcelac­ión prematura de asesinos etarras, conseguida por Otegui a cambio de votar los Presupuest­os; el asalto a la justicia, imprescind­ible para demoler el edificio constituci­onal, o la catastrófi­ca situación de nuestra economía, sostenida de manera artificial mediante una deuda disparada que nos estallará en la cara en cuanto pasen las elecciones. Una moción de censura proporcion­aría a Sánchez una valiosa victoria en vísperas de las elecciones municipale­s y autonómica­s que deben empezar a cavar su sepultura política. ¿A cambio de qué? De unos minutos de gloria para Arrimadas, quien votó a favor del desafuero pseudofemi­nista y ahora trata de salvar los muebles del inevitable naufragio electoral, de una segunda oportunida­d para Abascal, y de una tribuna donde Feijóo podría acaso brillar, aunque la rigidez del formato jugaría de nuevo en su contra y a favor del censurado. Los riesgos no están ni de lejos a la altura de los beneficios, lo que no significa que Sánchez no merezca ser objeto de una crítica mucho más dura.

Acierta el líder popular evitando esa trampa, aunque se equivoca perdonando la vida a su enemigo. Enemigo suyo y nuestro sí, que no adversario, porque Sánchez ha traspasado todos los límites que encuadraba­n la disputa política al uso y constituye una amenaza no solo para el régimen del 78, sino para la propia nación española. Frente a su determinac­ión empecinada y a su total ausencia de escrúpulos, al PP le falta garra, le falta pegada, le faltan segundas filas curtidas en el combate, le falta audacia, le falta coraje y le sobran contención y prudencia.

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