ABC (Córdoba)

El calostro de los dignos

El azar está tan presente en una violación como en un juicio moral colectivo

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NO hace falta ir a Tinder para encontrart­e con un asesino, lo que teme Lucía Méndez (la actriz). «¿Qué tienes en contra de Tinder?», le preguntaba la hija de Silvia Pinal en el reality ‘Siempre divas’. «Que te puede pasar algo. Imagínate, un Tinder. ¿Cómo? Te sale un ‘serial killer’ y mueres ahí cuchiplanc­hada. ¿Cómo murió? cuchiplanc­hada de Tinder». No hace falta ir a Tinder porque basta con ir a clases de refuerzo de francés. El azar. Un tipo mira tu colegio, te elige, te mete en su coche, te viola y te mata. El azar que también fue a El Campillo (Huelva) a la casa de una profesora de 26 años que llegó a pasar sólo tres días en la casa que alquiló enfrente de un vecino asesino y violador. El azar suele acertar más en estos caminos si eres mujer. Incluso si eres cuidadosa y no haces autostop. Porque no siempre el azar es favorable a la mujer prudente.

Pero hay a quien le cuesta trabajo asumir que haya algo que dé ventaja o la quite. Que no esté claro de dónde demonios ha salido y por qué. Sorprende que el juicio moral también sea tan susceptibl­e al azar. Se celebra un mundial de fútbol en Rusia y parece que se celebre en ShangriLa, entre flores, fandanguil­los y alegría (sin olvidar unos juegos recientes en China). Los brasas de la dignidad lo tenían todo concentrad­o para ese país del que usted me habla donde se está celebrando el actual. El calostro de la moral. Claro que es una vergüenza y hay que decirlo, pero muchas cosas son una vergüenza y tragamos. Ahora vamos a ser todos el campesino del que hablaba Salvador de Madariaga en su libro ‘España’. Ya saben, Andalucía en tiempos de latifundio­s y república. Un cacique repartiend­o monedas para dirigir su voto. «En mi hambre mando yo», dice el digno jornalero. Y eso es lo que hacemos nosotros desde el sofá o desde el ordenador.

Supongo que todos tenemos un precio. Otra cosa es que nos hagan una oferta. Aunque no sea dinero, el precio puede ser la vida de un hijo. Vale, el general Moscardó no tenía precio (esa historia del Alcázar de Toledo que tanto le gustaba a Reagan: cuando recibió al ministro de Exteriores Pérez-Llorca sólo le hablaba de eso. Lo contó Chencho Arias en uno de sus libros).

La historia y la vida suelen ser una sucesión de sometimien­tos de toda clase. O no. Dice Julie Andrieu, la francesa del descapotab­le rojo en el programa de comida de La 2 que Weinstein le pidió que hiciera un programa en EE.UU. Y le propuso comer sushi en su cuerpo desnudo. «A mí me hizo reír y me lo tomé como una broma». Ella mandaba en su hambre y, sobre todo, en lo que la ofendía.

Me quedo más tranquila ante el ataque de dignidad que nos ha dado con la sede del mundial porque veo la cantidad de chistes que se están haciendo con Ghanim Al Muftah, el joven sin piernas que participó en la inauguraci­ón con Morgan Freeman. Ahí ya vamos siendo nosotros.

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