La FIFA no me deja sin Mundial
CÓRDOBA ha vuelto a ser noticia por el fútbol. Y no sólo por el gran triunfo ante el Linares. Los focos se han puesto también en que El Arcángel contabilizó este domingo 18.250 espectadores, una entrada de Primera División en la tercera categoría. La visita del segundo clasificado ayudó a lograr este espectacular dato, que derrota a la lógica, pero que realmente no se hubiera dado sin ese ejército de seguidores del equipo que se alistan junto a él batalle donde batalle.
El deporte rey está incrustado en el ADN de muchos de nuestros vecinos porque el cariño por los colores blanquiverdes se hereda de padres a hijos, porque el cordobesismo se fomenta en el grupo de amigos o porque la ciudad mira cada 15 días al estadio ribereño para ver si al marcador suben alegrías o penas. Aquí, como en otros muchos sitios del mundo, este juego desborda los 90 minutos de un encuentro. Es los nervios disputándote un partido en el estómago antes de aquel choque ante la UD Las Palmas que nos llevó por última vez a la elite y es la pena goleándote el rostro cuando caímos el 9 de mayo de 2021 al pozo de la Segunda Federación.
Podría seguir alineando sentimientos pero la columna se me quedaría chica, dado que el balompié es una metáfora de la vida: tiene triunfos, derrotas, esfuerzo, lucha, decepciones, fidelidad —«En esta vida lo único que no puedes cambiar es de madre y de equipo», Simeone dixit— o sentimiento de grupo. Uno de los pasillos de seguridad que me da mi memoria es recordar la ilusión que de niño sentía cuando el entrenador tocaba su silbato y empezaba el partidillo. Peleabas y corrías como un poseso, cuando la vida y los kilos de más aún no te pesaban, para ser titular. Lo de estar en el once inicial no lo recuerdo tanto, pues no solía pasar.
Por todo esto que he escrito, veré el Mundial. La FIFA, con su escandalosa decisión de organizarlo en un país que deja sistemáticamente en fuera de juego los derechos humanos, no me lesionará en lo que, para mí, es la cosa más importante de las menos importantes. Amo el fútbol. Y cuando el balón echa a rodar, vuelve a ser un juego mágico y apasionante que deja fuera de la cancha a los que sólo quieren convertirlo en un negocio.