El asesino en serie de mujeres de Castellón disfruta ya de sus primeros permisos
Joaquín Ferrándiz quedará en libertad en julio tras cumplir 25 años de condena
Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de cinco mujeres en Castellón entre julio de 1995 y septiembre de 1996, ha disfrutado de sus primeros permisos penitenciarios. El reo no había salido de prisión desde que fue condenado a 69 años de cárcel, a finales del siglo pasado, por los crímenes de Sonia Rubio, Natalia Archelós, Francisca Salas, Mercedes Vélez y Amelia Sandra García. Pero su situación ha cambiado a pocos meses de salir en libertad –en julio de 2023– tras cumplir una pena de 25 años, el plazo máximo efectivo que prevé el Código Penal. Llegado ese momento tendrá prohibido, por orden judicial, residir hasta 2028 tanto en la ciudad de Castellón como en los términos de Benicasim, Onda y Villarreal, lugares en los que dejó su reguero de sangre.
Tal y como avanzó ayer ‘Las Provincias’, Ferrándiz ha obtenido tres permisos en 2022, los primeros –pese a que podía haberlos solicitado antes– desde que entró en el centro penitenciario de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, en 1998. Periodos en los que ha sido atendido, con total discreción y bajo el control de las autoridades, por una ONG para ayudarle en su rehabilitación. En ocho meses,
Ferrándiz podrá rehacer su vida a los 60 años sin haber participado ni en terapias ni en programas de reinserción. Tampoco ha protagonizado altercados en la cárcel, donde colabora en las tareas diarias que se le asignan. Un comportamiento similar al que le valió salir de la cárcel en 1995, 88 días antes de empezar a matar. Se encontraba en libertad provisional, tras cumplir seis de los catorce años a los que había sido condenado por violar a una chica, cuando cometió los cinco asesinatos e intentó llevar a cabo otro dos, que acabaron por delatarlo.
Era «un ‘cazador’ solitario de doble vida», como lo calificó ABC en las crónicas de la época: de lunes a viernes trabajaba en una compañía de seguros; los fines de semana, a sus 32 años, mataba con «sigilo y clandestinidad». Recogía a sus víctimas con su coche, las llevaba a un lugar apartado, las ataba con su propia ropa y las asfixiaba. Después, arrojaba sus cadáveres semidesnudos en puntos de la misma zona, lo que le valió el título de ‘asesino del círculo’. Tras llegar incluso a encarcelar a un inocente, la Guardia Civil atrapó a Ferrándiz y lo confesó todo. Según la sentencia de diciembre de 1999, padecía «un trastorno de la personalidad polimorfo, que no le impedía gobernarse por sí mismo». En el juicio en la Audiencia de Castellón no quiso declarar, pero sí lo hizo ante el juez de instrucción: «Creo que necesitaba demostrar que las odiaba, que tenían que pagar una culpa. No me habían hecho nada personalmente, pero quería destruirlas».