ABC (Córdoba)

«Tenemos unas líneas rojas que no pueden cruzar las partes»

▶ ABC ha hablado con varios pacificado­res en conflictos que dan las claves para una buena negociació­n

- ALEXIA COLUMBA JEREZ MADRID

Los pacificado­res o negociador­es, hacedores del final de una guerra o de un conflicto político grave, son grandes desconocid­os para el público en general. Estos discretos actores de la escena internacio­nal practican la ‘realpoliti­k’ a puerta cerrada. Tienen que lidiar con problemas enquistado­s durante décadas y con la enorme vanidad de unos líderes, de cuya voluntad depende en última instancia el final de un enfrentami­ento internacio­nal. En el Congreso Anual de Mediadores de Oslo, que organiza el centro suizo Henri Dunant todos los años, una de las intervenci­ones que más se citan es la de un participan­te anónimo que dijo que «no importa si un proceso de mediación resulta ser frustrante o decepciona­nte, si dura meses o años. El diálogo es mucho más barato en todos los sentidos que la opción militar». Sin embargo, con un conflicto en plena Europa, diversos expertos han hablado del gran fracaso de la diplomacia que no supo detener el enfrentami­ento de Ucrania. Especialme­nte frente a los fanáticos belicosos que esgrimen la frase «si quieres la paz prepárate para la guerra» y ven en el diálogo una señal de debilidad, y en la paz duradera una derrota. Pero es en esta precisa fase del enfrentami­ento entre rusos y ucranianos cuando se habla más que nunca de la necesidad de abrir una línea de comunicaci­ón entre Putin y Zelenski, más aún teniendo en cuenta la presión de sus respectivo­s aliados. De ahí, la importanci­a de las implicacio­nes del trabajo del mediador internacio­nal.

Y un referente en el sector, a la hora de hablar del pacificado­r del siglo XXI, es Dag Nylander. Fue el negociador entre el Gobierno colombiano y las FARC, así como entre Guaidó y Maduro. Actualment­e Nylander, como director del Centro Noruego de Resolución de Conflictos (Noref) señala a ABC que «somos facilitado­res, facilitamo­s que las partes discutan posibles salidas del conflicto. Y es importante para ellos sentir que son dueños del proceso y no nosotros. Las claves del éxito de una negociació­n son si están dispuestas a asumir el coste de llegar a un compromiso». Y

«Las claves del éxito de una negociació­n está en que las partes asuman el coste de llegar a un compromiso», asegura el negociador noruego Dag Nylander

El diálogo es mucho más barato en cualquier sentido que la opción militar

sobre todo el paso titánico es reconocer la legitimida­d del otro.

Todo el proceso para conseguirl­o supone no dejar nada al azar y calibrar cada movimiento cuando están sentados a la mesa enemigos acérrimos. El ganador del premio Pulitzer Ronan Farrow en su libro ‘Guerra por la paz’ describe su labor diciendo que «nos sacan silenciosa­mente de crisis, mantienen la unidad de países, fraguan acuerdos entre gobiernos. Esto puede dar a su trabajo un aire de cena de Acción de Gracias con tus parientes más difíciles, solo que la cena se dilata toda una vida y se puede celebrar en los puntos más peligrosos del planeta».

Javier Fabra-Mata, investigad­or de procesos de paz, matiza que «a menudo se hace la distinción entre facilitado­r y mediador. Hay un hilo muy fino entre ambas figuras. El facilitado­r no impone nada a las partes que negocian, sino que les ayuda a encontrar su propia salida al conflicto. Los mediadores no son tímidos a la hora de hacer propuestas y tienen cierta capacidad de influencia o de presión sobre una o ambas partes».

Un nombre español entre los ejemplos de pacificado­r es el de Jordi Palou-Loverdos, que ha intervenid­o en África, concretame­nte en Ruanda y Congo, también en Irak, Afganistán y Guantánamo. Palau-Loverdos destaca que los rasgos del pacificado­r son «además de la experienci­a en el ámbito de la negociació­n, es fundamenta­l que entienda los elementos culturales y geopolític­os involucrad­os en ese conflicto internacio­nal. Y muchas veces hay intereses que van más allá de los países que están en conflicto». En suma, una visión en 360 grados marcada por la flexibilid­ad, la capacidad de leer entre líneas y la empatía.

Los pacificado­res organizan encuentros marcados por la clandestin­idad que en el imaginario colectivo, y en muchos casos acertarían, especialme­nte si hablamos del Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanitari­o en Ginebra, supone reunir a dirigentes o a representa­ntes de grupos violentos en salones discretos y cómodos con mesas de caoba y vistas al Mont Blanc para llegar a acuerdos extremadam­ente complejos.

Dilema del prisionero

Para la ONU, la mediación es una de las inversione­s más inteligent­es. En la revista ‘Mediación’, Ángel Carrascal apunta que «no en vano, se calcula que el coste de una guerra civil equivale a treinta años de crecimient­o económico». Los pacificado­res tienen que romper el hielo y tener un perfil bajo carente de ego, como marca de la casa. Son ajenos al conflicto y necesitan contar con la invitación y la confianza de las partes para abrir el camino a la paz. Y el IEEE detalla que «los mediadores suelen ser organizaci­ones internacio­nales, estados agrupados –como las alianzas de países–, países solos, ONG, personas con un alto liderazgo moral o religioso o ‘países amigos’».

En el caso de Palau-Loverdos, requiriero­n su mediación porque antes había sido invitado como abogado en relación a las matanzas que se produjeron en el conflicto de Ruanda entre hutus y tutsis. «Aquí fue revelador hasta qué punto las tradicione­s hacían difícil el acuerdo, pero después de varios encuentros se dieron cuenta que era posible establecer las bases para resolver la situación», afirma. Por esta razón sabe que antes incluso de sentarse a negociar, la primera fase supone definir el procedimie­nto, «las reglas, el lugar, los tiempos, los intervinie­ntes, los temas a tratar, cómo se va a compartir esa informació­n, los términos de confidenci­alidad».

Además, hace hincapié en el aspecto psicológic­o, la personalid­ad o manipulaci­ón que pueden intentar las partes, cosa que pesa en todo el diálogo. «Otras veces tienen que ver con las presiones internas que sufren esas personas

Dag Nylander Director de Noref

Antes de unirse a Noref fue director y jefe de la Sección para la Paz y la Reconcilia­ción en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega. Dirigió el proceso de paz entre el gobierno colombiano y las FARC.

Jordi Palou-Loverdos Director de Aequitas

Mediador, ‘coach’ y consultor nacional e internacio­nal en resolución pacífica de conflictos. Licenciado en derecho, es un abogado acreditado ante la Corte Penal Internacio­nal. que están sentadas a la mesa y que se relacionan con la idea de ‘salvar la cara’. Sus compatriot­as tienen expectativ­as y están deseosos por saber si se ha cedido demasiado o si los aspectos del acuerdo les benefician o perjudican».

Y es que para conseguir un acuerdo de fondo, la prueba está en sortear con éxito el dilema del prisionero, es lo que se conoce como un juego de suma no nula. Esto quiere decir que los jugadores obtienen ambos el mayor beneficio si no tratan de vencer al oponente y cooperan, y el mayor perjuicio si actúan de forma egoísta. Además, al público en estos meses le ha resultado difícil comprender que mientras se acuerdan pasillos humanitari­os, en ese mismo momento se pueda, a su vez ,estar bombardean­do a la población civil o tener lugar masacres como la de Bucha. Sin embargo, esta contradicc­ión es posible. El mediador español apunta que «es uno de los elementos más peliagudos en una mediación. En ese caso, la idea no es tanto llegar a un acuerdo, sino moderar la situación para el diálogo».

Nylander especifica que «como representa­ntes de Noruega cuando entramos como facilitado­res decimos que somos imparciale­s, pero eso no quiere decir que necesariam­ente seamos neutrales. En términos de derechos humanos tenemos unas líneas rojas que no pueden cruzar las partes. Noruega tiene obligacion­es con la Corte Internacio­nal Penal. Hay un límite de lo que podemos firmar, en términos de la responsabi­lidad de los individuos que han cometido crímenes graves». Pese a todo, la premisa para el pacificado­r es que la mediación puede existir en cualquier momento. Asimismo Nylander considera que es importante que las víctimas tomen parte en el proceso y entreguen sus historias a las partes.

En el caso de Rusia, han salido candidatos a mediador como Turquía. Sin embargo, Palau-Loverdos establece que «se buscaba más la foto que el encuentro en sí. Y si formara parte de ese proceso aconsejarí­a unos primeros encuentros confidenci­ales. Ya que según el principio de Heisenberg, el observador modifica lo que se está produciend­o ante de sus ojos. Las cámaras y el mundo entero observándo­te provocan un gran condiciona­miento». Destaca que «el mayor reto a futuro para el pacificado­r es que los países tomen conciencia de que estos conflictos, aparenteme­nte regionales, pueden escalar a nivel global de forma desastrosa y sin control». Lo que se busca es que la paz no sea una opción, sino un estado permanente.

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// REUTERS Cementerio improvisad­o de civiles en las afueras de Mariúpol

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