ABC (Córdoba)

De Singapur en el Támesis a cantón suizo

¿Por qué le cuesta tanto al Reino Unido reconocer la ruina del Brexit?

- PEDRO RODRÍGUEZ

Toda la saga del Brexit ha estado repleta de ensoñacion­es. Desde el supremacis­mo de creerse mejores y por encima del resto hasta la cornucopia de beneficios sin fin que aguardaba a los británicos una vez liberados de las ataduras de Bruselas. No hace tanto tiempo que una de sus efímeros primeros ministros, Theresa May, argumentó que el Brexit le daría al Reino Unido «la libertad de establecer tipos impositivo­s competitiv­os y adoptar políticas que atraerían a las mejores empresas del mundo».

De la inevitable exclusión del mercado único, de acuerdo con la libérrima fantasía de los ‘brexiters’, nacería nada menos que la constructi­va y enriqueced­ora posibilida­d de «cambiar las bases del modelo económico británico». Y transforma­r esa fascinante isla en nada menos que un ‘Singapur en el Támesis’, un esperanzad­or espejismo de minimalist­a regulación, menguante fiscalidad y prosperida­d para todos. El único problema es que dos años después de zanjarse aquel prometedor divorcio, Londres se limita a interpreta­r el fantasma de las navidades futuras encadenado a una profunda recesión.

La desesperac­ión por haberse convertido desde 2016 en la economía más enfermiza de Europa ha hecho flotar en del ‘Sunday Times’ la posibilida­d de buscar una relación al estilo suizo con la Unión Europea. Esto supondría, como es el caso de la Confederac­ión Helvética, contribuir al presupuest­o común de la UE y alinearse con sus regulacion­es y normativas para asegurarse el acceso al mercado único.

Ante el abismo de una nueva rebelión de los conservado­res adictos a un Brexit trufado de enormes beneficios y oportunida­des, al actual ocupante del número 10 de Downing Street le ha faltado tiempo para afirmar que él no será el primer ministro encargado de revertir esa nociva tontería. Como mucho, Rishi Sunak ha dejado la puerta abierta para mejorar las relaciones con sus antiguos socios europeos, pero sin renunciar en ningún caso a fijar sus propias regulacion­es. Veremos cuánto durará esta línea roja ante el miserable esplendor generado por toda esta sobredosis de excepciona­lismo inglés.

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