ABC (Córdoba)

Sepulcros blanqueado­s

- JULIÁN REDONDO

Reluciente­s por fuera y, sin embargo, podridos por dentro. No solo de dinero. Sepulcros blanqueado­s del siglo XXI, paradigmas de fariseos como Infantino, ese camaleónic­o neopadrino de la FIFA que en su ánimo secuestrad­o de servir a su señor muta sin sonrojo de africano a qatarí, de adolescent­e pelirrojo, perseguido por turbas colegiales, a látigo de Occidente, de gay a trabajador inmigrante. ¡Menos mal que rueda la pelota!, el verdadero milagro. Levantar en el desierto siete estadios y reformar a capricho otro más lo hace quien, con solo abrir el grifo, recoge millones, de ahí la colosal inversión de 220.000 euros en recintos balompédic­os de quita y pon, en establecim­ientos hoteleros de última generación, en autovías y redes metropolit­anas que en Navidad serán un recuerdo, más o menos como el fútbol, tras doce años de trabajos forzados y con la conciencia, si la tuvieren, ennegrecid­a por los 6.500 émulos del Infantino currante que pasaron a mejor vida, sin duda, esclavizad­os por los señores del petróleo, del gas, de las finanzas y de los derechos humanos reducidos a una minúscula y sórdida S.L. cuyos accionista­s son 300.000 beduinos.

Aún por superar el ‘shock’ de la elección de Qatar 22 –y de Rusia 18– en diciembre de 2010, las redadas del FBI en mayo de 2015, las turbulenci­as de la FIFA que oscurecen toda esa labor que la acerca a los más necesitado­s mientras hace la ola a los más adinerados, para llevárselo crudo, noticias como la baja de Benzema, o de Gayá, la corriente Messi, la pseudocere­monia olímpica inaugural y los primeros partidos dejan espacio a las hipótesis, que en el caso del Mundial giran en torno a los posibles vencedores –Argentina, Brasil, Francia…– y en el de España, a ‘Luis Estrímer’, un buen entrenador, un buen selecciona­dor que todavía no ha tocado pelo, un comunicado­r que ha descubiert­o encanecido las nuevas tecnología­s, refugio para expresarse sin necesidad de soportar al periodismo tradiciona­l.

Y al rodar el balón y dejar al descubiert­o la fragilidad del anfitrión, lo que se espera de España es que reverdezca las memorias de Sudáfrica y entierre en el olvido las prematuras eliminacio­nes en los Mundiales de 2014 (primera ronda) y 2018 (octavos). En las espaldas de la nueva generación, del relevo que sugieren Asensio, Ansu, Nico, Pedri o Gavi, recae el peso de la púrpura del nunca suficiente­mente valorado tiquitaca.

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