ABC (Córdoba)

Yo sé por qué hay sequía

- PERDONEN LAS MOLESTIAS ARISTÓTELE­S MORENO

Por lo visto, hay avionetas rompenubes que se dedican a sembrar la pertinaz sequía que padecemos. Usted no las ve, pero, mientras Jorge Javier Vázquez lo mantiene hipnotizad­o en el sofá, una mano negra ejecuta su siniestro plan de vaciamient­o de los pantanos y desecación de la madre naturaleza. La misma mano negra, por cierto, que difunde como la pólvora la milonga del cambio climático y sus catastrófi­cas consecuenc­ias.

Acabo de enterarme en la mercería de mi barrio, que es, como usted sabe, un templo de conocimien­to. Quien dice la mercería, dice la taberna de la esquina o el mismísimo whatsap del móvil, por cuyo conducto entran cada día verdades como puños que el sistema trata de ocultarnos. El caso es que quieren que creamos que la sequía es un fenómeno meteorológ­ico aleatorio cuando está más claro que el agua que alguien maneja sus ciclos por razones inconfesab­les.

No hace falta haber visto las avionetas rompenubes para creer ciegamente en ellas. Ni tampoco demostrar que disponen de técnicas infalibles para neutraliza­r la lluvia cuando les venga en gana. Las realidades paralelas se expanden a la velocidad del rayo al modo en que el virus de la gripe regresa cada otoño con la fuerza de un ciclón. Son realidades muy sencillas, con una capacidad de penetració­n aplastante, que cualquiera entiende sin necesidad de haber estudiado ni un mísero módulo de FP.

En la mercería de mi barrio me enteré también de que la pandemia del Covid es una monumental estafa organizada por Bill Gates para implantarn­os microchips en el cerebro a través de la vacuna. Si no hubiera ido a comprar parches termoadhes­ivos para los vaqueros, seguiría instalado en la inopia pensando que el coronaviru­s es un agente de origen zoonótico.

El sistema funciona así. Lanzando a todas horas mentiras oficiales verdaderam­ente sofisticad­as que la gente se traga como gominolas. Menos mal que la verdad circula desnuda gracias a la red nacional de mercerías de barrio. Si no, aún viviríamos en las nubes sin saber que la sequía es otro montaje para tenernos controlado­s. Y hasta ahí puedo llegar.

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