«Tocar en Nueva York es más fácil que en Córdoba»
Hace 5 años que no actúa en su ciudad. Y sueña con volver a casa. 2021 ha sido un buen año. Ha dicho adiós a la pandemia y el violinista levanta el vuelo
El niño prodigio acaba de cumplir 30 años. Aquel mismo niño que conquistó su primer premio con 10. Que actuó en América con 13. Y que pulverizó todos los registros de precocidad en el Carnegie Hall de Nueva York. Y aquí sigue. Sumando conciertos en medio mundo y abriendo nuevos horizontes para el violín como instrumento solista. Acaba de regresar de Sudamérica, donde ha rodado un videoclip que pronto verá la luz. No es fácil sentar a Paco Montalvo delante de la grabadora. Es dueño de una agenda apretada. A caballo siempre entre Córdoba, Madrid y cualquier aeropuerto del planeta.
—¿Le atropella la vida?
—Cuando tengo la suerte de hacer lo que me gusta, siento que soy un privilegiado. Lo hago porque quiero. Es la profesión que he elegido y puedo dedicarme a ello. Y en la música eso es algo muy complicado.
—¿Ha sentido la tentación de bajarse del tren?
—Mentiría si dijera que siempre es idílico, pero como lo que hago es lo que quiero se sobrelleva. En la vida no hay nada que sea idílico. Si luchas por lo que crees, lo que te motiva y te apasiona, todas esas pequeñas cosas del día a día, de los viajes, de lo que se escapa a tu control, se hacen más fáciles. Siempre y cuando tengas esa pasión. Yo acabo de cumplir los 30 y la tengo.
Con solo tres discos en el mercado, el violinista cordobés ha logrado construir una personalidad propia cimentada sobre la tradición flamenca y su formación clásica. Su último trabajo, «Leyenda», publicado en octubre de 2020, cuenta con la colaboración estelar de El Pele y Carles Benavent, bajista durante años de Paco de Lucía y uno de los instrumentistas flamencos más aclamados. Terminará el año en tierras andaluzas: Málaga, Carmona y finalmente en el Teatro Villamarta de Jerez. Y ya tiene en marcha la gira del año próximo.
—Solo me falta volver a Córdoba. Llevo cinco años sin tocar aquí.
—¿No es profeta en su tierra?
—Aquí me siento muy querido. Esa es la verdad. Noto el cariño de la gente y sé que en algún momento conseguiré volver a tocar en Córdoba, pero no está siendo fácil. Lo intentamos todos los años. Soy el primero en poner empeño en regresar a los escenarios de mi tierra. No hay cosa que me guste más que tocar en casa.
—En el Festival de la Guitarra todavía no ha tocado.
—No me han invitado. Podemos decir que para mí es más fácil tocar en Nueva York que en Córdoba. No pierdo la esperanza.
—Paco de Lucía soñaba con ser un señor anónimo llamado Francisco Sánchez. ¿Con qué sueña usted?
—Paco de Lucía era un fenómeno. Un número uno. Es mi inspiración. Un referente musical y de vida. Yo sueño con no perder esa ilusión que tengo de disfrutar de la música. Poder hacer lo que me gusta en los mejores escenarios del mundo. Y en estos últimos años sueño con volver a Córdoba. No tengo necesidad de anonimato. Vengo a Córdoba y me da alegría cuando me para alguien y me felicita. No siento esa presión.
—¿El flamenco es ya su patria?
—Para mí, es un estilo de música con el que he vivido y he crecido en Córdoba. En el flamenco se respira Córdoba. Es un lenguaje que está a nuestro alcance en Andalucía y que es bonito poder representarlo y que te admiren por ello.
—¿Qué otro género le tienta?
—Hay varios géneros que me gustan mucho.
—¿Por ejemplo?
—La música cubana me encanta. Los ritmos de aquella tierra, la instrumentación que tienen. Y el tango me gusta muchísimo. Y los boleros. Pero todo llevado a mi sello personal. Algunos de mis nuevos temas van por esa línea. El camino que abrí con el flamenco es tan amplio que te da la facilidad de hacer mucha música y coger de aquí y de allá.
—Acaba de cumplir 30 años. ¿Y ahora qué?
—Ya estoy mayor. No sé qué hacer [se ríe socarronamente].
—Ya no es usted el niño prodigio.
—Ya no soy un niño. He pasado de década. Ahora a seguir trabajando duro y a continuar cumpliendo sueños, que tengo muchos. Y a seguir disfrutando, por supuesto. Y dar gracias a toda la gente que me apoya y que me quiere. A toda esa gente que viene a mis conciertos a escuchar mi música. Gracias de corazón, porque eso hace que siga teniendo esa ilusión por esforzarme cada día.
—Por cierto, los gitanos no quieren hijos con buenos principios.
—Los gitanos para el flamenco son esenciales, pero el flamenco es de todos. Doy las gracias por haber tenido experiencias únicas con gitanos, que han hecho que el flamenco sea grande. Hay también grandes artistas que han hecho crecer al flamenco y no son gitanos, como Paco de Lucía o Vicente Amigo. Es verdad que son especiales. Los gitanos son únicos y los admiro.
—30 años, 3 discos. ¿Esa es la progresión?
—Habrá algún disco antes seguro. Este año tenemos cien por cien asegurado un nuevo lanzamiento aunque no me comprometo a decir que un disco entero, pero sí muchas canciones.
—Usted nunca ha sentido miedo escénico, no se mata ensayando y nunca pierde la sonrisa. ¿Donde está el truco?
—En disfrutar con lo que hago. Yo estoy disfrutando aquí con usted ahora mismo. Y mire que nos ha costado trabajo concretar el día.
—Es difícil pillarlo.
—La pandemia del covid ha tenido mucha culpa. Antes de la pandemia llevaba muchos años a tope y sin parar. Llegó un momento en que estaba cansado, pero después de la pandemia ha sido como volver a nacer en el sentido profesional. Y, si tengo la suerte de estar aquí con usted ahora, no solo lo voy a disfrutar sino que estoy agradecido. Y, si tengo la suerte de tener diez conciertos este mes, lo voy a disfrutar.
—Acepta la vida como le viene.
—Totalmente. Hay que coger lo bueno.
—¿Con qué figura le gustaría compartir escenario?
—¡Uf! Hay muchas figuras.
—¿Por ejemplo?
—Pues mire: en el flamenco he cumplido el sueño de tocar con Estrella Morente y con El Pele. Hay grandes artistas que admiro y que tengo la corazonada de que en algún momento podremos hacer algo juntos. Le hablo de Vicente Amigo y de Farruquito.
—¿Con Vicente Amigo no ha tocado nunca?
—No he tocado nunca. Nos conocemos y hemos hablado muchas veces. Alguna vez me ha dicho que tenía algún proyecto que quería comentarme, pero ya saldrá.
—No se ha concretado todavía.
—Entre unas cosas y otras no.
—¿Pero hay algo?
—Ahora mismo no. Ojalá que en el futuro lo haya.
—Ha tocado en decenas de ciudades y en cuatro continentes. ¿Todos los públicos son iguales?
—No. Hay públicos y públicos. Aquí en España y, sobre todo, en el sur somos muy agradecidos. A mí cuando me aplauden a compás yo flipo. Eso no se lo pidas al público de Norteamérica. En México, por ejemplo, se vuelven locos. Dimos un concierto para 15.000 personas en la ciudad de Monterrey en una plaza al aire libre. Fue un conciertazo que todavía me pone los pelos de punta. Vaya noche que vivimos allí. Increíble.
—¿Cuál es el público más frío?
—Gracias a Dios no he tenido un público frío. Siempre he notado el calor. Cuando lo he notado frío ha sido cuando teníamos las mascarillas y las butacas estaban separadas en los teatros. Es que lo hemos pasado muy mal. Hemos tenido un miedo tan grande al virus que es normal.
Es la una del mediodía de un martes soleado de otoño. Paco Montalvo ha llegado a la Plaza de la Magdalena con el violín y una sonrisa en los labios. Después de la sesión fotográfica, tomamos asiento en un banco de madera.
—¿Virtuosismo o emoción?
—Emoción y un poquito de virtuosismo. Eso no se lo quite.
—No son incompatibles.
—No. Lo complicado es tener virtuosismo y emocionar. Si tienes virtuosismo pero no emocionas, no vale para nada.
—¿Y usted cómo se ve a sí mismo?
—Con mil cosas por aprender, mil cosas por vivir y muchas más cosas por hacer.
—¿Ha pisado Kiev?
—No. Ni Ucrania, que tiene una gran orquesta sinfónica. Ojalá se arregle todo pronto.
—¿La música amansa la guerra?
—Si fuera así daría un concierto ya.
—¿Quién es Paco Montalvo sin un violín en la mano?
—Un tío que intenta disfrutar de la vida, de su familia y de sus amigos.