ABC (Córdoba)

Sandra Barneda: «El amor me llena, pero el desamor no me paraliza»

La presentado­ra de ‘La isla de las tentacione­s’, que publica la novela ‘Las olas del tiempo perdido’, nos habla de la amistad, de la infancia y del amor

- ANTONIO ALBERT MADRID

Apesar de lo que aparece en algunos perfiles que corren por la red, Sandra Barneda siempre se ha llamado así: «No sé de dónde ha salido que me llamo Alejandra. En mi partida de nacimiento pone Sandra». Aunque lo cierto es que la presentado­ra y novelista, de 47 años, tiene en casa un diploma que con otro nombre, Jordi: «Porque un verano me apunté a la liguilla de fútbol y como no me dejaban jugar al ser una chica, le pedí a mi padre que me cortara el pelo, me inscribí y jugué como defensa. Yo salía a jugar al campo como un chico hasta que un día tuve un encontrona­zo con otro jugador y mis compañeros saltaron todos a una, ‘No la empujes, no ves que es una chica!’, destapando el secreto».

Sandra también es zurda, intensa y disléxica. A la hora de estudiar y escribir, la dislexia es una compañera molesta: «Iba retrasada en el colegio porque me costaba leer o memorizar. No puedo mantener el orden de un refrán ni aprenderme la letra de las canciones. Y en matemática­s, como tengo memoria fotográfic­a, fijaba los números pero no las fórmulas. Llegaba al mismo resultado con la lógica, pero sin usar las fórmulas. Por eso me suspendían».

A pesar de todo, Sandra nunca se rindió. Eso sí, asumió que tendría que esforzarse más que lo demás: «Ahora el editor de textos me ayuda a ver que hay palabras cuyas letras han bailado. Cuando llego muy cansada y me pongo a escribir, al cabo de un rato tengo la pantalla llena de marcas de las erratas que he cometido». Aunque tuvo algún papel en series como ‘Al salir de clase’ o ‘Compañeros’ y subió a un escenario a las órdenes de Chicho Ibáñez Serrador, actuar no era lo suyo, porque «estudiarme un guion era un pesadilla. Además, uno tiene que ser consciente de las limitacion­es de su talento. Yo lo hice por la expresión corporal, por la improvisac­ión, me venían bien y soy una mujer curiosa. Pero ser actriz nunca fue mi sueño».

Perdón real

Su quinta novela, ‘Las olas del tiempo perdido’, es un canto a la amistad, «esa tribu a la que perteneces, que te acepta y actúa como una red invisible que te sostiene». Sus páginas rezuman nostalgia. Y muchos conflictos de pareja que estallan por una promesa que duele cumplir. Sandra escribe sobre lo duro que puede llegar a ser aceptar las decisiones, «perdonarse y perdonar. Todos nos equivocamo­s, pero la vida corre. Hay que perdonar de verdad a pesar del daño que se haya sufrido». El perdón es como un ancla que se levanta para dejarnos surcar la mar bravía de nuestra vida y «de cada una de ellas se podría escribir una novela». Sandra no escribe para ganar premios sino para contar historias. Y no necesita nada especialme­nte extraordin­ario para brote la inspiració­n. «Me inspiro en cualquier momento. Tampoco necesito un estado emocional concreto, puedo estar enamorada o hundida, en cada caso se me pueden ocurrir historias diferentes, más luminosas u oscuras, pero del mismo modo que el amor me llena, el desamor no me paraliza. Sigo escribiend­o», asegura.

Juego mental

Como escritora, el programa que presenta, ‘La isla de las tentacione­s’, es una mina: «Yo soy de personajes, por eso alucino con muchos de ellos. Me sorprende ver cómo se descolocan, cómo reaccionan ante sus miedos. Ese pasillo rodeado de antorchas es como el camino al catafalco, se nota que les impresiona. Pero gestionar las emociones se consigue

«Estudiarme un guion era una pesadilla. Lo hice por la expresión corporal. Ser actriz nunca fue mi sueño»

«Un verano le pedí a mi padre que me cortara el pelo y me inscribí en una liguilla de fútbol con el nombre de Jordi»

con la experienci­a, es una muestra de madurez, y ellos son muy jóvenes».

Con todo, para Sandra, el programa es un juego mental que se juega a ciegas con la pareja. La confianza en ella es la clave, «aunque con los amigos somos más tolerantes. A la pareja le pedimos demasiado, queremos que sea omnipotent­e, que lo tenga todo, y eso solo conduce a la decepción. Con ella hay que compartir al máximo, aunque hay un reparto de confidenci­as: hay cosas que preferimos decir a los amigos y otras que, sin embargo, solo contamos a nuestra pareja».

En lo personal, a Sandra no le importa bromear con la idea de cuantos más tentadores y tentadoras conoce, más quiere a su perro, Leo: «Aunque es un poco chaquetero. Mi hermano, que lo cuida cuando estoy fuera, me dice que le dan tanto amor que no me extraña. Pero, bueno, lo entiendo, no hay nada como quedarse con quien te quiere».

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