Inglis pitinglis
Siempre fuimos gente amable, acogedora, pero ignoro si aún sonreímos a los niños en el autobús
ESA pareja de guiris sonrosados de edad incierta gastaba aire de besugo despistado y, cuando me abordaron esgrimiendo una dirección escrita en un papel, adopté estampa de merluza congelada para equilibrar el encuentro. En un inglés muy isleño, muy Brexit y muy pijo exigieron, dándose aires, que les ayudase. De merluza hibernada evolucioné a sepia que desprende tinta para regatear al tiburón voraz y les contesté mascullando como aquella catódica doña Croqueta (Simón Cabido) que no tenía ni idea. En Londres, o hablas su idioma con claridad de actor de teatro o te miran por encima del hombro, al menos eso recuerdo. Lo malo es cuando aterrizan por aquí y mantienen idéntica pose de arrogancia.
Recordé cuando mis padres, tratando de convertirme en alguien de provecho, me apuntaron a una academia de inglés con profesora nativa. Lo de ‘nativa’ resultaba irresistible marchamo de calidad. Tenía 13 años y la nativa destilaba bellezón de blonda fatal de serie negra, algo como Veronica Lake pero el doble de alta. Les sorprendió sobremanera, a mi progenitores, el frenesí que me atrapó por acudir hasta ese centro sin protestar. Creían que, por fin, habían acertado encauzándome hacia esos terrenos. Aquella nativa desprendía simpatía arrebatadora. Dar lecciones, lo que se dice dar lecciones, muchas no daba, la verdad. Pero, ¿qué importaba? Charlábamos en inglés para no naufragar en el ingrato légamo gramatical. Bueno, ella en inglés y nosotros en español, un pequeño fallo que a los alumnos desde luego nos encantaba. En cierta ocasión, un compañero le preguntó el motivo por el cual le gustaba tanto España. «La gente es amable. En el autobús siempre le sonríen a mis hijos y eso en mi país no pasa», dijo. Sólo años más tarde entendí en toda su extensión lo que encerraba su respuesta. Siempre fuimos gente amable, acogedora, pero ahora ignoro si todavía sonreímos a los niños en el autobús o si borramos la sonrisa. Es una curiosidad que tengo, mira. Eso sí, de inglés sólo aprendí ‘inglis pitinglis’ y ‘fuck’.