El Prendimiento estrena retablo para los titulares de la cofradía
La pieza está realizada en estilo neoclásico en la línea del santuario
El alumbrado apagó Córdoba el pasado viernes a las 18.58 horas. Usted lee la frase que acabamos de escribir y le desencadena un calambrazo en los circuitos neuronales. Parece una figura literaria, dirá usted para sus adentros. Una combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, según describe en su literalidad la Real Academia Española de la Lengua. Es decir: un oxímoron.
Pero no es una figura literaria. Ni mucho menos un oxímoron. Es el anticipo del futuro. Mañana todos los alumbrados serán así. El alcalde de una ciudad cualquiera reunirá a sus vecinos en la calle principal y encenderá el apagón navideño. Los cientos de miles de puntos de luz se extinguirán en una décima de segundo al tiempo que Mariah Carey se quedará sin voz para cantar el dichoso villancico de cada año.
Los escaparates se irán a negro carbón y los cacharritos de la feria de invierno que colapsan el Bulevar se congelarán de pronto como un carámbano de hielo en el Ártico. Un silencio atronador cubrirá el centro comercial como la nieve envuelve un bosque de abetos en medio de la montaña. Los árboles navideños se quedarán a oscuras, la gran noria se detendrá y la pista de hielo, paradojas de la vida, se derretirá como se funden los glaciares del hemisferio norte.
Los alcaldes del mañana tendrán esa asombrosa capacidad. La de encender el apagón navideño. Que es como apagar el planeta de tanto encenderlo. Y ustedes me perdonarán esta figura literaria a caballo entre la prosopopeya y la hipérbole. Pero si el señor Bellido ha sido capaz de transformar la luz en oscuridad, de qué no será capaz el alcalde de Vigo, señor de las tinieblas y arcángel anunciador del cambio climático.
Necesitamos más metáforas como las del viernes pasado. Un golpe de efecto que nos haga entender que la luz está más cerca de la sombra de lo que podamos imaginar. Y cualquier día de estos, cuando usted vaya a encender la lámpara del dormitorio, el planeta, de pronto, se desenchufará. Desde ese punto de vista, muchas gracias, queridos alcaldes, por la alegoría del apagón.
Nuestra Señora de la Piedad y Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento, a los que se suma el San Juan del misterio, están dispuestos en el nuevo retablo situado en el muro lateral izquierdo del santuario de María Auxiliadora.
La hermandad salesiana del Prendimiento presenta y bendice en la jornada de hoy este retablo de ornamentación y configuración arquitectónica neoclásica. Se compone de sotabanco, banco y un primer cuerpo estructurado en tres calles principales, que cierra un ático, según detalla la hermandad.
La opción de las fórmulas neoclásicas «obedece a la importancia de desarrollar una cierta linealidad con el discurso estilístico del propio santuario de María Auxiliadora». Por ello, se ha envejecido el dorado del retablo en consonancia con los que enriquecen la nave central.
También cuenta con influencia de la arquitectura renacentista. Así, en el sotabanco destaca la armonía de la talla ornamental de roleos de acanto y decoración vegetal en conjunto. Bebe de reminiscencias clásicas, como los zócalos del ‘Ara Pacis’, de Roma, y que flanquean una caseta central con el escudo de la hermandad.
José Carlos Climent, el diseñador y director de las labores en el retablo, que es prioste primero de la cofradía, y Francisco Javier Espejo, asesor artístico y mayordomo, indican en el texto de la descripción que «la inclinación en este diseño por las fórmulas estilísticas de la tradición romana se hace perceptible de una forma contundente». Los trabajos de carpintería son de Manuel Torres. Miguel Ortiz y Manuel Jurado se han encargado de tallarlo. Y el dorado corresponde a Ana Galiano.
El sagrario
Se le da especial protagonismo al sagrario que ocupa la parte central, en madera dorada y que se erige como una arquitectura a pequeña escala en el propio retablo. Proyecta la forma de un templo clásico y muestra el misterio eucarístico, acorde a la naturaleza sacramental de la hermandad del Prendimiento.
En la parte superior aparece la cita ‘Deus adest’ para reafirmar visualmente la presencia viva de Cristo en el misterio eucarístico. El sagrario, acorde a la tradición neoclásica, descansa sobre dos columnas de orden corintio sobre basamento cilíndrico con filacterias, al igual que las columnas de naturaleza conmemorativa propias del contexto imperial romano. Dichas columnas enmarcan la puerta, que cuenta con relieve en madera de una Custodia con racimos de uvas y espigas y cuyo diseño se inspira en los cuadros de temática eucarística característicos del siglo XVII.
El cuerpo central va dividido en tres calles compartimentadas mediante pilastras en las que se extiende «en candelieri» una rica ornamentación que deriva de los profusos relieves escultóricos extendidos en la arquitectura renacentista. Están rematadas por capiteles de orden corintio que otorgan un aire arquitectónico a la nueva creación.
Los capiteles sostienen una cornisa clásica que se eleva en la calle central, donde se ubica Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento. Todo el cuerpo central se encuentra realizado en madera pintada imitando el mármol.
Las calles laterales, donde se encuentran Nuestra Señora de la Piedad y San Juan, respectivamente, van rematadas por dos grandes cartelas con motivos iconográficos que aluden a su figura: el Sagrado Corazón de María, rodeado por una corona de flores y atravesado por una espada, alude a la profecía de Simeón.
Encima del corazón arde una llama que simboliza la llama del amor del Inmaculado corazón de María, de ahí que corone la hornacina de Nuestra Señora de la Piedad. La otra cartela representa el cáliz de San Juan, «inspirada en una de las primeras obras de naturaleza muerta de la pintura flamenca del siglo XV.