«Montilla-Moriles tiene que adaptarse a los más jóvenes»
La empresa apuesta por sus caldos ‘premium’ y productos nuevos bajo la marca ‘Tres miradas’
La conocida firma montillana, con más de 300 años de historia, reparte su negocio a partes iguales entre la exportación y las ventas dentro de España. Luis Giménez-Alvear explica las claves del negocio en este momento.
—¿En qué momento se encuentra la bodega?
—Estamos iniciando una nueva etapa para que entre una nueva generación en la gestión de la firma. Estamos en un momento de definición de nuestras estrategias teniendo en cuenta que los vinos generosos no atraviesan por su mejor momento. Es necesario buscar nuevas vías de negocio, como el enoturismo y otros productos novedosos para complementar nuestra gama de vinos tradicionales. Nuestra marca es muy reconocida, pero el mercado es cada vez más estrecho. Nuestra media anual de producción, entre producciones propias y para otros clientes, se sitúa entre los tres y los cuatro millones de litros.
—¿Cuáles son las razones de ese momento tan complicado para los caldos tradicionales?
—Es una cuestión de gustos. En los años 70 y principios de los 80 había más interés por los vinos blancos y menos por los tintos. El olivar atravesaba una profunda crisis entonces. Muchos de nuestros de nuestros clientes estaban vinculados con la emigración a Cataluña, País Vasco, Valencia o Madrid. Nuestros vinos generosos tienen una alta gradación en relación a otros tipos y se han quedado como un producto más de culto o de especialistas. En aquel momento MontillaMoriles contaba con unas 30.000 hectáreas y actualmente está por debajo de las 5.000.
—Alvear cuenta con presencia en Extremadura a través de la bodega Palacio Quemado. ¿Qué diferencia estos vinos de los que producen en Córdoba?
—Esta apuesta data del año 2000. Se trata de una bodega de vinos tintos y a lo largo de los años hemos conseguido una entrada interesante en la comunidad autónoma extremeña hasta tal punto que elaboramos el 70 por ciento de las botellas con el precinto de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Ribera del Guadiana. Estamos haciendo un gran esfuerzo para comercializar estas producciones en Madrid y en Cataluña y fuera de España, en países como Estados Unidos o Canadá, que es donde Alvear ha tenido tradicionalmente más presencia. La diferencia principal entre Palacio Quemado y Montilla-Moriles es que en Extremadura solo trabajamos con explotaciones propias, que suman unas 100 hectáreas, mientras que aquí compramos también uva a proveedores habituales y cooperativas locales.
—¿Qué objetivos se marca para 2023?
—Queremos tener una mayor penetración en vinos premium, para lo cual ha sido necesario modificar nuestro canal de comercialización. Mantendremos nuestra apuesta por la calidad y por sacar al mercado productos nuevos bajo la marca ‘Tres miradas’ que se adecúen a los gustos de los consumidores más jóvenes.
—¿Cuáles son sus principales mercados?
—En lo que se refiere a la marca propia la exportación y el mercado nacional se reparten al 50 por ciento. Los principales destinos fuera de España son Estados Unidos y Canadá. En los últimos años hemos tenido más problemas en Europa debido a la crisis, aunque también vendemos en países como Reino Unidos, Suiza, Alemania y Holanda. También mantenemos algo de actividad en China, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Siempre intentamos cualquier oportunidad para entrar en algún nuevo mercado, como ha ocurrido con Suecia y Noruega. También tenemos negocios incipientes en Dinamarca y en la República Checa.
—¿Cómo les está afectando al subida de los costes de producción?
—Mucho. Lo que más se ha encarecido en nuestro caso todo lo relacionado para fabricar nuestras botellas, como es el caso del corcho, con costes que han llegado a triplicarse. La subida mínima ha sido del 30 o 40%.
—¿Considera que el enoturismo está suficiente promocionado por las administraciones?
—Este negocio en Montilla se encuentra continuamente cambiando. La Ruta del Vino tiene aún cosas que mejorar y desarrollar. Creo que lo más importante sería que todos los operadores nos pusiéramos de acuerdo para la elaboración de paquetes completos que incluyan no visitar solo a una bodega, sino una oferta más amplia.
—¿Qué es lo que está fallando para que Montilla-Moriles no deje de perder superficie año tras año?
—La falta de rentabilidad. El trabajo en la viña exige una mayor cantidad de recursos durante todo el año, mientras que en otros, como el olivar, los esfuerzos se circunscriben a la cosecha.
«Los costes que más han crecido tienen que ver con la fabricación de botellas o el corcho para los tapones»