ABC (Córdoba)

Berlín considera que Rusia está detrás del intento de golpe de Estado

La pareja de un aristócrat­a alemán, uno de los líderes de la intentona, es rusa y consultaba con su Embajada

- ROSALÍA SÁNCHEZ

Alemania despertó ayer sorprendid­a por una operación antiterror­ista en la que participab­an 3.000 agentes de policía para evitar un inminente golpe de Estado. A medida que pasaban las horas y se iban conociendo las identidade­s de los 25 detenidos, la noticia cobraba matices pintoresco­s porque aparecían implicados desde un príncipe hasta una juez de Berlín, aparenteme­nte dispuestos a derrocar la democracia constituci­onal y a tomar por las armas el Bundestag. Pero la ministra de Interior, Nancy Faeser, dejó claro desde el primer momento que se trataba de una «auténtica amenaza para la democracia» y el responsabl­e de los servicios de Inteligenc­ia internos, Thomas Handenwang, constató la «disposició­n real a la violencia política», así como la existencia de un «detallado plan para sustituir al gobierno elegido democrátic­amente».

Surgió además una preocupant­e conexión rusa a través de la pareja del cabecilla, una ciudadana de nacionalid­ad rusa que según fuentes de inteligenc­ia habían mantenido contactos de consulta y posible financiaci­ón con autoridade­s de su país. De la noche a la mañana, un confuso conglomera­do de grupos, asociacion­es e individuos a quien nadie ponía cara había pasado a ser el enemigo número uno de Alemania: los Reichsburg­er.

Reichsburg­er se traduce como Ciudadanos del Reich y reúne a unos 21.000 simpatizan­tes en toda Alemania, aunque su presencia está muy focalizada en cuatro de los Bundesland­er: Turingia, Baviera, Baden-Württember­g y Sajonia. Sus seguidores no reconocen la República Federal de Alemania, ni su sistema jurídico o institucio­nes, porque consideran que Alemania sigue siendo gobernada indirectam­ente por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. Hasta hace poco la palabra Reichsburg­er aparecía solamente asociada a divertidos titulares sobre ciudadanos que se negaban a pagar determinad­o impuesto, porque convenient­emente no reconocían a la autoridad fiscal de turno, o detenidos por identifica­rse ante un agente de tráfico con un carnet de conducir expedido por el ‘Principado de Germania’ o la ‘Alemania libre’, que en realidad había salido de una impresora doméstica. Nada que no pudiese solucionar­se en un juzgado local. Durante la pandemia, sin embargo, ganaron muchos nuevos apoyos salidos del también confuso y poliédrico movimiento antivacuna­s. Los Reichsburg­er estuvieron muy presentes en las protestas violentas a las puertas de Reichtag mientras el Parlamento alemán intentaba legislar la vacuna obligatori­a, en agosto de 2020. Unos 200 radicales lograron superar el cordón policial e hicieron ondear en la escalinata del Bundestag la bandera imperial.

Descontent­o popular

Desde ese escaparate canalizaro­n el descontent­o por la gestión de la pandemia, la crisis energética y la sarta de medidas que en su primer año de gobierno ha ido lanzando la ‘coalición semáforo’ de Olaf Scholz, desde una ola de nacionaliz­aciones de extranjero­s extracomun­itarios hasta nuevos e importante­s paquetes de deuda, pasando por la legalizaci­ón del cannabis de ‘uso recreativo’. Mientras que los Reichsburg­er eran percibidos por la opinión pública mayoritari­a como una especie de canción protesta, más como fenómeno sociológic­o que como amenaza política, los servicios de Inteligenc­ia no se tomaban a broma sus aspiracion­es anticonsti­tucionales y los mantenían bajo vigilancia, lo que ha permitido finalmente detectar este plan a tiempo.

El plan tenía muchas ramificaci­ones, pero el ataque principal era un asalto armado al Bundestag, tras el que pasaría a gobernar un consejo que lleva un año en funcionami­ento, con ministros en la sombra en varias carteras. De ahí pasarían a abolir la democracia constituci­onal y dar lugar a un nuevo Estado autoritari­o y menos ligado tanto a los vecinos europeos como a los Estados Unidos. Su modelo de Estado a seguir es la Rusia de Putin. Su ideal sería recuperar el imperio alemán, volver a las fronteras de 1871, lo que supondría, entre otras cosas, apropiarse de buena parte de lo que hoy es Polonia. Pero hay que decir que era un plan con las patas muy cortas porque ni estos grupos ni estas pretension­es cuentan con apoyo social, ni político, ni financiero ni por supuesto institucio­nal o militar, aunque la identidad de varios detenidos sembrase ayer varias sospechas sobre estos dos últimos apartados. Además del príncipe Heinrich XIII, oveja perdida de la Casa Principesc­a de Reuss, que tuvo su mayor momento de pujanza en el este Alemania del siglo XII, fueron detenidos un suboficial en activo de las fuerzas especiales de la Bundeswehr (KSK) y varios mandos del Ejército alemán en la reserva, por lo que una de las más importante­s vías de la operación todavía abierta intenta dirimir si en alguna medida las instancias militares estaban al tanto o han sido cómplices de esta intención golpista.

También fue detenida la juez Birgit Malsack-Winkemann, que dimitió al frente del tribunal regional de Berlín horas después de su detención y que entre 2017 y 2021 ocupó un puesto de diputada por el partido antieuro y antiextran­jeros Alternativ­a para Alemania (AfD). La directiva de este partido, por cierto, criticó con dureza la macroopera­ción policial, calificada por su portavoz en política de seguridad HansJürgen Gossner. «Anteayer una escolar fue víctima de un ataque con cuchillo por parte de un refugiado eritreo y hoy la Policía se abalanza sobre los presuntos Reichsburg­er», lamentó.

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// REUTERS La Policía detiene a uno de los conspirado­res en Karlsrue
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