ABC (Córdoba)

Vinicius, fuego incontrola­ble

▶El mejor futbolista del momento vuelve a acaparar el foco por su juego, pero también por su comportami­ento

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temporada. Tanto Moncayola como Rubén Peña no le dieron una mala patada. No son jugadores de este estilo y, además, la versión de ayer de Vinicius en modo Correcamin­os era imparable para cualquier defensa del mundo. Solo Aridane pudo mirarle de tú a tú en algunas acciones. El único jugador de Osasuna capaz de frenarlo, aunque fuese en contadas ocasiones. Por eso no encajaba en el puzle su alta tensión. En Sevilla, Vinicius protestó faltas que estaban en proceso de hacérselas, pero aún no se habían consumado. Tan indómito como imprudente. No es solo el número de protestas, es el modo de realizarla­s. Cinco partidos ha jugado en Copa del Rey. Cinco amarillas, todas ellas por quejas a los árbitros.

«Vinicius es el mejor del mundo en su puesto. Es difícil pararle, no lo digo por hoy, sino en general. Los que le tienen que marcar cometen muchas faltas, él protesta y le sacan tarjeta. Lo cual no entiendo. Hay que proteger a los jugadores que ilusionan y dan espectácul­o», reflexiona­ba ya en la madrugada del estadio de la Cartuja el presidente del Real Madrid. Florentino, segurament­e el único madridista que jamás dudó ni un solo segundo de haber fichado a un futbolista de época, sacó las uñas tras la final. El mandatario blanco comparte la opinión de la mayor parte del madridismo. A Vinicius le dan, y mucho, y en ciertos momentos recibe patadas más propias del fútbol del pasado siglo que del actual, y aun así no tiene derecho a rebelarse por ello.

Un punto de vista que podría considerar­se parcial, pero no lo es. Vinicius ha sufrido 181 faltas en 51 partidos oficiales de esta temporada. 117 en Liga, 22 en Champions, 26 en Copa del Rey, nueve en la Supercopa de España, tres en la Supercopa de Europa y cuatro en el Mundial de Clubes. La proyección va camino de superar las 200 faltas, un registro nunca jamás visto en la historia del fútbol. Estadístic­a que, evidenteme­nte, no cuenta el número de faltas recibidas y no pitadas.

Este escenario es compatible con los malos humos de Vinicius, que no pone de su parte en algunas ocasiones, lo que hace que el principal perjudicad­o sea el propio jugador. Los rivales no lo soportan, tampoco sus aficiones. Le sobran ciertos gestos, como el de ayer en la celebració­n del 2-1. Su primera reacción fue gritar gol en la cara a Torró y Moncayola. Los antecedent­es los tenía David García, pero en ese momento no pasaba por allí y Vini se desahogó con dos rivales que compitiero­n con nobleza.

Fuego incontrola­ble que ayer buscó agua y oxígeno en la cámara hiperbáric­a de su casa, método de recuperaci­ón que este periódico desveló hace un mes, como ocurrió el domingo. Él mismo publicó un tuit con una imagen dentro de la cámara: «Ya pensando en el martes. Hala Madrid», escribió junto a un emoticono de un rayo y una batería en proceso de carga. Ha llegado lo que todo madridista espera. Viene el City. Vuelve la Champions.

Continúa Carlos Alcaraz un viaje inalcanzab­le hacia las estrellas, hacia esa historia que ya solo lleva su nombre porque es único en su especie. Gana el Mutua Madrid Open con un repertorio que muestra su madurez, su fondo de armario y progresión que ya no es en ascenso sino en regularida­d, y eso no es cualquier cosa. Nunca un traje igual al siguiente en estas dos semanas en la Caja Mágica porque todos intentan desentraña­r a este chico de veinte años recién cumplidos con una estrategia diferente. Pero todos claudican ante su adaptación al medio y su infinidad de recursos.

También Jan-Lennard Struff, aunque no fue el paseo que se esperaba el personal dado el ranking, 65 del mundo, y su historial, repescado tras perder en la previa por la baja de última hora de otro jugador. Presenta potencia el alemán, 1,93 de puro músculo que impresiona en pista, por presencia y porque en lugar de mano parece que tiene un cañón.

El alemán ofrece respuestas, saques potentísim­os –llegaba a esta final con 57 servicios directos, líder de la lista–, y restos que parecen piedras. Tan imponente en la pista que se atreve con la estrategia de saque y red; en la subida parece comerse la pista, y al rival, al que se le quedan pequeños los huecos. Así atemoriza al español, que se enreda y se enreda sin encontrar solución al enigma. Al contrario, hay más gritos que nunca, más malos gestos que de costumbre, gritos a su palco y manos a los ojos porque no parece encontrar el armazón adecuado para tumbar al alemán.

Son gritos de ‘¡Vamos!’ que no se le habían escuchado antes. Así andaba el encuentro y el murciano, entregada la grada sobre todo en los momentos de tensión. Hasta que encuentra la derecha. Ese golpe que no podía sacar por la velocidad de pelota del rival, y que le llega en el momento más oportuno, porque se junta con otro bajón de efectivida­d en los primeros de Struff en el primer set. Ahí, la puerta de salida, que cierra para sumar el primer set con un juego de los que certifican por qué Alcaraz está donde está: de 0-40 a 6-4 con saques, globazos, dos derechas marca de la casa y corazón.

Struff, que estaba haciendo las maletas tras perder el 25 de abril y la suerte hizo que la moneda cayera de su lado para permanecer un poco más en Madrid, es mucho más de lo que aportan su ranking y su palmarés, cero títulos. Muestra puño y con el primer servicio afinado encara el segundo set con un 3-0 a favor que vuelve a torcer el gesto de Alcaraz. «Cuando más difícil, más duros nos ponemos», le señala Juan Carlos Ferrero desde la banda.

Pero es complicado porque el alemán apuntala su servicio incluso bajo presión. Cinco opciones tiene el español de recuperar el ‘break’, cinco le niega Struff, que mete la directa para el 6-3. Y eso ya no es suerte.

Tampoco es suerte ponerse con 30 en el tercero, incomodísi­mo todavía el español con el planteamie­nto de Struff. Saca adelante sus servicios con sufrimient­o, pendiente de que el resto no sea una bomba que caiga a sus pies. Ferrero también sufre, «no lo veo», comenta mientras su pupilo trata de calmarse y respirar.

Pero este Alcaraz de la confirmaci­ón, de la madurez, de ser más efectivo y contenido que divertido cuando lo requiere la ocasión, es quien lo ve. El pequeño hueco de Struff, ese que dejaba cuando no le entran los primeros, y por el que se coló Alcaraz con los golpes que lo han catapultad­o hacia las estrellas: otra vez la derecha ante los segundos saques, dejadas para mover al alemán. Ahí entró Alcaraz, ahí encontró las cosquillas, en la quinta doble falta del alemán, el ‘break’ y el camino hacia la victoria. Cabeza.

La grada, a la que apeló el murciano, lo llevó también en volandas. Por fin la sonrisa, el enigma desentraña­do. Como ante Ruusuvuori, como ante Dimitrov, como ante Zverev, como ante Khachanov, como ante Coric. Otro partido, otro Alcaraz. De esas transforma­ciones que definen a los campeones. Los que buscan y buscan y buscan; y cambian y cambian y cambian en función del rival y de uno mismo. No se alteró más el patrón de juego. Struff se ciñó a su servicio y Alcaraz al suyo. Y así, explosión en la grada, euforia en el banquillo, caída al suelo y mirada al cielo del español, que respira, suspira, sonríe.

Otra torre caída, otra cima conquistad­a. Cuarto título del año, décimo en el palmarés, corona defendida en el Mutua Madrid Open. Fue el año de la eclosión, es el año de la madurez. De sacar desde el traje de faena hasta el de luces. De sufrir y divertirse. Alcaraz, que se pasea por el planeta tenis con hitos y retos que se inventa sobre la marcha, en sus mil versiones, cada cual más mejorada.

«Los nervios muchas veces te pueden y las piernas te pesan. A ratos, pero he disfrutado de la final»

«Sabía que me iban a venir bombas, Jan es muy agresivo. Ha tocado remar y, en ciertos momentos, olvidarse del rival»

«Hay golpes que se entrenan y otros que salen de dentro, algunos que no hago en los entrenamie­ntos y en la pista te salen»

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