Geómetra entre Budapest y París
Vera Molnár (1924-202)
El 7 de diciembre, unos meses antes de celebrar su centenario en vida, ha fallecido en una residencia de ancianos de París la pintora húngara Vera Molnár, que había nacido en Budapest el 4 de enero de 1924. Tras disfrutar ambos, en 1947, de una beca en la romana Villa Giulia, al año siguiente ella y su marido y colega Ferenc Molnár se instalaron en París. Él pasó a ser François. Ella, Véra Molnar: un simple cambio de acentos. La capital francesa contaba entonces con un fuerte contingente de húngaros, entre los que destacaban el decorador de cine Alexandre Trauner (tío de la pintora, y un genio que había puesto su talento al servicio de Marcel Carné, otro grande), el escultor cubista Czáky, abstractos líricos como Arpad Szenes o Simon Hantaï, y geómetras como Étienne Beothy, Monda de Misztrik, Imre y Marta Pan, Nicolas Schöffer y Victor Vasarely. Los Molnar fueron muy cercanos al último de los nombrados, y a otro artista de la escudería de Denise René, François Morellet, con el que más tarde compartirían la aventura del cinético Groupe de Recherches d’Art Visuel.
Aunque sus geometrías son muchas veces rigurosamente ortogonales, minimalistas, y aunque parte de ellas las ha generado mediante el uso del ordenador (más recientemente, hasta se aventuró en el campo NFT…), Vera Molnár, que desde 1993 era viuda, siempre reivindicó un cierto azar, un cierto desorden, e incluso el humor. Con el compositor posfeldmaniano Jean-Yves Bosseur hizo el libro de artista ‘Ni queue ni tête’ (2013). Hace unos meses, publicó otro titulado ‘100 croix’, alusivo a la edad que estaba a punto de cumplir.
Expositora en la Galerie Municipale Édouard Manet de Gennevillier, la Fondation Vasarély de Aix, el Museo Vasarely de Budapest, el Musée de Grenoble, el Musée des Beaux-Arts de Brest (en 2005, en una muestra conjunta con su compatriota Marta Pan), el Musée des Beaux-Arts de Caen, el Museum Haus Konstructiv Zúrich o el Espace de l’Art Concret de Mouans-Sartroux, ha querido el azar que unos días antes de su desaparición, y encontrándose este cronista en Roma, viera en la cartelera que había una muestra suya en el Instituto Húngaro, en una calle paralela a la muy española vía de Monserrato. Exposición de papeles, poco contextualizada, sin catálogo. Sin embargo el visitante, recorriéndola, podía comprobar la intensidad de la obra de esta pintora rigurosa, pero a veces desconcertantemente libre, que junto a sus obras minimalistas y sistemáticas, en la que dominan el negro y el rojo, se permite oros como de icono, o asedios al perfil de la por siempre cezanniana Montagne Sainte-Victoire, que domina Aix. El próximo mes de febrero, el secreto Vera Molnár empezará a dejar de serlo un poco más, ya que entonces abrirá sus puertas “Parler à l’oeil”, su gran retrospectiva en el Pompidou.