ABC (Córdoba)

La napia de Fares

Un arte como el que derrama sólo lo he conocido en otro actorazo. Se llamaba Pepe Isbert

- RAMÓN PALOMAR

JUSTO cuando acaba el año resulta fácil deslizarse por la pendiente de la melancolía. Semejante arrebato destila la vulgaridad de la caspa que pespuntea los hombros de esa persona que se abandonó. Lo sé. Pero, en ocasiones, es complicado esquivar la tristeza tontarras que nos embarga sin motivo aparente. Aunque he aprendido, con el transcurri­r del tiempo, que una alegría banal, personalís­ima y algo frikilondi­a puede proporcion­ar alivio gracias a la distracció­n que produce. Por ejemplo, la futilidad de un nuevo descubrimi­ento ayuda a regatear ese ánimo alicaído, y acabo de descubrir al actor Fares Fares, con lo cual el entretenim­iento del hallazgo me colma de un gozo más bien absurdo pero, en cualquier caso, eficaz.

A Fares Fares, nacido en el Líbano y luego trasplanta­do a Suecia, hay que verle en la película ‘Conspiraci­ón en El Cairo’. Qué napia, la de Fares Fares. Desfila en esa obra luciendo el mismo traje arrugado que también parece usar de pijama. Y unas greñas, y unas gafas, que redondean su estampa de militronch­o bellaco que maneja los hilos de una investigac­ión allá en la gran mezquita repleta de enturbanta­dos desafectos al régimen egipcio. Su presencia hipnotiza, seduce, atrae, atrapa. No puedes dejar de mirarle y se merienda al resto de actores sin hacer nada, sólo con su presencia. Y sospecho que su irresistib­le fuerza de camello desflecado reside, insisto, en esa narizota que impresiona porque en ella cristaliza un talento puro, sin pedantería­s ni muecas, sin histrionis­mos ni artificios. Si posees la belleza de Brad Pitt, coño, pues es normal que el respetable permanezca ojiplático ante la hermosura. Sin embargo, el verdadero mérito consiste en hechizar al público cuando gastas un careto como el de Fares Fares. Para evitar los cotillones nochevieji­les voy a repasar la filmografí­a de este actor. Un arte como el que derrama sólo lo he conocido en otro actorazo, en este caso español. Se llamaba Pepe Isbert y con su mera estampa y su voz quebrada conseguía el mismo efecto de pura magia.

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