ABC (Córdoba)

La casa de la sonrisa y la esperanza

La Puerta Verde se presenta ante el Papa con un proyecto en que se han ofrecido nuevos hábitos y vida a cientos de niños y jóvenes del barrio del Guadalquiv­ir

- LUIS MIRANDA

Juego, ocio y belleza son los pilares de un trabajo que busca que los chicos tengan lo que los de su edad hacen en otros barrios

JUEGO, ocio y belleza. Donde otros hablan de conceptos técnicos y de teorías pedagógica­s, los que pisan el terreno pronuncian palabras que puede comprender todo el mundo y que muchos no pensarían relacionad­as. Quizá la inclusión, la visibilida­d y la normalizac­ión latan por debajo de la filosofía, pero al hablar de la Puerta Verde su promotor habla de juego, ocio y belleza, y desde luego de esperanza, que por algo se ha escogido el color.

Hace siete años, el sacerdote Miguel David Pozo León recaló en el barrio del Guadalquiv­ir como párroco de la iglesia de Santa Luisa de Marillac. Los Paúles se acababan de marchar y el obispo buscaba a quien trabajara en el trabajo en uno de los barrios más pobres de Córdoba y de España, en el corazón del Sur de Córdoba que aparece siempre en las peores estadístic­as. La Puerta Verde nació para crear hábitos saludables y para que los niños y jóvenes del Guadalquiv­ir crecieran como los de cualquier otro lugar: «en salud física, espiritual y psicológic­a». Mañana miércoles los recibe en Audiencia el Papa Francisco.

Miguel Pozo es ‘Donmi’, el sacerdote que ha conseguido que para ellos lo normal sea jugar, pasar tiempo en las calles, disfrutar en verano de la piscina. Y también que lo normal no sea vapear con nueve años, no tener horarios, no estudiar y tener malos hábitos con las comidas, tener las drogas demasiado cerca.

La Puerta Verde ha conseguido eso pero sin apartar a los jóvenes del barrio. Juego, ocio y belleza. En La Puerta Verde los chicos hacen cola porque se relacionan como otros chicos de su edad. Lo hacen cuidando los detalles. Si sus calles están descuidada­s, allí tienen césped artificial, juegos hinchables, una mesa bien puesta. «Les desestresa, les tranquiliz­a y les alegra», cuenta el sacerdote. Cada fin de semana pasan por allí entre 70 y 90 chavales, que en verano llegan hasta 200.

El punto de encuentro es el patio de la parroquia. Allí juegan y aprenden sin papel ni lápiz, pero también salen. En verano, al centro de ocio Cristo Rey, que tiene Cáritas en Torrox, van más de una veintena de niños. También a las piscinas. Alguna vez tiene que escuchar ‘Donmi’ que el dinero sea para comprar bañadores o colchoneta­s para ir a la piscina, pero, ¿acaso no se trata de hacer lo que hacen todos los niños, que disfrutan del agua cuando hace mucho calor? «No se les puede decir que no vayan a una piscina, o a una exposición, porque sean pobres», afirma Miguel Pozo.

Voluntario­s

El proyecto que empezó hace cinco años tuvo que ganarse la confianza de las familias, porque la gente es recelosa, y no sin razón de tanto como han escuchado promesas que después no se cumplen. En La Puerta Verde los chicos sonríen, se divierten, juegan al futbolín y se intenta que tengan el ejemplo de una vida distinta.

La Puerta Verde es también una forma de «cruzar el puente» para muchos jóvenes de otros barrios con ganas de ayudar. Se atreven a llegar y ayudan, y se forman al tratar con niños distintos. «A una persona nunca le debes recordar que está en situación de pobreza, porque te pones a a otra altura, y si lo haces desde arriba, no te quieren. Es peligroso», recuerda. Su entorno es difícil, tal vez su padre está en prisión, y la estrategia de la Puerta Verde es que tengan en parte lo mismo que los demás. Lo hacen todo con tacto y no quieren regalos usados: busca a una familia que compre una bicicleta nueva y se envuelve como si la hubieran podido comprar sus mismos padres. En la manzana 14 del barrio del Guadalquiv­ir se han hecho ya tres espectácul­os musicales.

El proyecto se ha extendido a la parroquia vecina de San Martín de Porres, en la calle Motril, y tiene la colaboraci­ón de la Delegación de Juventud del Ayuntamien­to de Córdoba, del Cabildo y del Obispado. La hermandad de la Sentencia beca a muchos niños y de entre los que acuden, el sacerdote piensa que muchos serán premonitor­es y monitores y heredarán «la tarea preciosa de cambiar las cosas».

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// VALERIO MERINO Miguel Pozo juega al futbolín con chavales en La Puerta Verde
 ?? // VALERIO MERINO ?? Dos monitores en una de las actividade­s
// VALERIO MERINO Dos monitores en una de las actividade­s

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