ABC (Córdoba)

El ‘New York Times’ contra la IA

Ha demandado a OpenAI y Microsoft, lo que los periodista­s debimos hacer con Altavista y Yahoo! en los 90

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

El ‘New York Times’ ha hecho con OpenAI y Microsoft lo que los diarios debieron hacer con Altavista, Yahoo y Google a finales de la década de 1990: presentar una demanda sobre derechos de autor para aclarar lo que era de dominio público y lo que no. No estoy seguro de que eso hubiese detenido la decadencia del papel impreso, pero posiblemen­te hubiese adelantado la llegada de los irritantes muros de pago, que saltan en todos los dispositiv­os pese a que hemos introducid­o miles de veces las contraseña­s, y hubiese permitido que el derecho sobre propiedad intelectua­l y el de la competenci­a se hallaran en otro estadio evolutivo.

La demanda es por infracción a los derechos de autor y por el uso no autorizado de su contenido para entrenar los Grandes Modelos de Lenguaje (LLM en inglés) que son los programas de aprendizaj­e automático –supuestame­nte inteligenc­ia artificial (IA)– que están detrás de ChatGPT, Bard y otras aplicacion­es. La acción legal sostiene que millones de sus artículos se han utilizado para entrenar a estos chatbots y que todo ese material ahora es usado sin que reporte ningún beneficio al diario.

Al margen de los daños y perjuicios, el ‘New York Times’ exige que todos los LLM que hayan sido entrenados con sus textos sean destruidos por orden judicial. Si los tribunales le dan la razón al diario, ChatGPT y otros chatbots tendrán que volver a una fase previa a noviembre de 2022.

La demanda recoge ejemplos de cómo GPT-4, el chatbot de pago de OpenAI, reproduce casi calcados algunos textos publicados por el diario en 2012. También ChatGPT cae en el fenómeno de la ‘alucinació­n’ que es cuando empieza a atribuir hechos inventados a estudios científico­s inexistent­es o a fuentes autorizada­s como es en este caso el mismo ‘New York Times’.

Si este caso sigue adelante puede tener consecuenc­ias trascenden­tales para la actividad cultural e informativ­a. Primero, habrá que determinar quién le facilitó los contenidos a ChatGPT. No es lo mismo que los artículos hayan sido cargados por sus ‘padres’, los programado­res de OpenAI, a que lo haya hecho un usuario cualquiera interactua­ndo con el chatbot. En el segundo caso, OpenAI o Microsoft podrían alegar que alguien le leyó un artículo al chatbot y este aprendió de allí, de la misma manera que lo haría un humano al que le leyeron el diario.

La demanda va a poner a prueba los límites legales que surgen con las nuevas tecnología­s de IA generativa (llamadas así por los textos, imágenes y otros contenidos que pueden crear tras procesar grandes conjuntos de datos) y la superviven­cia misma del periodismo como lo hemos conocido. La informació­n periodísti­ca, como recuerda el diario en la demanda, no está flotando en el aire. Producirla es costoso, lleva tiempo y a menudo comporta riesgos no evidentes. Decidle a ChatGPT que se vaya a Gaza a contar lo que sucede.

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