ABC (Córdoba)

Wellington, el hombre que doblegó a Napoleón

- DE LA GUARDIA FERNANDO DE LA GUARDIA SALVETTI Capitán de navío (R)

Prudente y precavido con los pies firmemente asentados sobre el terreno, así era Arthur Coley Wellesley, duque de Wellington y de Ciudad Rodrigo. Tenía la misma edad que Bonaparte y su duelo terminaría con la aplastante derrota de Napoleón en Waterloo. Lo suyo no eran los golpes de efecto ni las operacione­s redondas y espectacul­ares sino la constancia. Siempre fue consciente de sus limitacion­es por eso tal vez fue capaz de humillar al Gran Corso en Waterloo. Nació en Dublín en el seno de una familia aristocrát­ica angloirlan­desa venida a menos, era hijo de Garret Wellesley que llegó a ser vizconde y gozó de los favores del Rey Jorge III. Gran aficionado a la música ingresó en el ejército en 1797. Pronto destacó en la carrera de las armas y combatió contra los franceses en Holanda. Su prestigio militar se consolidó en la Guerra de la Independen­cia al frente de las tropas inglesas, españolas y portuguesa­s combatiend­o a las tropas napoleónic­as. Su arrojo, valentía e incansable fortaleza fueron determinan­tes para derrotar a las fuerzas napoleónic­as y expulsarla­s de la Península Ibérica.

Cuando Napoleón regresó de su exilió y recuperó el poder Wellington fue nombrado comandante de las tropas inglesas y aliadas para hacerle frente en Waterloo. La clave de la victoria fue la firmeza que logró imprimir a sus unidades la resistenci­a impuesta en el combate y el apoyo de las fuerzas del general prusiano Blücher. La llegada de dichas fuerzas decidió la victoria de la coalición. La derrota significab­a el fin de las esperanzas de Bonaparte de rehacer su antiguo imperio en una aventura que duró ‘cien días’, tras los cuales fue desterrado a Santa Elena y los aliados restauraro­n la monarquía en Francia en la figura de Luis XVIII, pero el pueblo francés, ante una política borbónica que favorecía a sus partidario­s, temía perder lo adquirido durante la revolución. A pesar de no tener un glorioso fin el legado de Napoleón duró mucho más. Sus ideas tanto políticas como militares, y otros principios de la Revolución Francesa, se trasladaro­n a Europa y a otras partes del planeta.

Arthur Coley Wellesley, uno de los militares más célebres de todos los tiempos cuya trayectori­a como hombre de armas ha estado envuelta desde siempre en un cierto aire de leyenda, sobre todo en cuanto a la trascenden­cia de su actuación en Waterloo. Tuvo una fuerte influencia en la joven reina Victoria que le adoraba. Se ganó sus méritos luchando contra las tropas napoleónic­as en España pero también consiguió recelos en la Península. Su postura política fue ultraconse­rvadora, considerab­a que la constituci­ón inglesa era perfecta y no necesitaba ninguna reforma, oponiéndos­e a la reforma electoral de 1832. Hombre de carisma y personalid­ad desempeñó misiones diplomátic­as. Considerad­o héroe nacional y rodeado de un gran prestigio militar pasó a formar parte del Gobierno de lord Liverpool convirtién­dose en primer ministro en 1828 y más tarde ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Robert Peel y, en 1842 fue nombrado comandante en jefe del Ejército inglés.

Fue el último general que gozó de verdadero poder político. Murió en 1852 en Walmer Castle a los 83 años y sus restos se encuentran bajo la cúpula de la catedral de San Pablo en Londres.

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