Tractores y Banco de España desenmascaran a Planas y a Escrivá
En esta España dislocada nadie está en su lugar. Ni siquiera los miembros del hipertrofiado Consejo de Ministros. Escrivá quiere coger el sillón de gobernador de Hernández de Cos, que se antoja verde y a desmano; y Planas queda en evidencia ante una tract
MPor el bien de todos, que ni Junts ni ERC se vengan arriba y coloquen su pica en lo más alto de la regulación
ientras la sucesión en el Banco de España tiene al ministro José Luis Escrivá haciendo piruetas para salir de la jaula digital donde le han confinado, la ‘tractoresfera’ ha sacado a la luz a otro ministro: Luis Planas, ahora se antoja para más de los esperados como un auténtico desconocido, subido a la ola del perfecto técnico que envuelve tradicionalmente al titular de Agricultura. No recordarán un solo antecesor en el cargo que no haya ido acompañado de la escarapela de ministro resolutivo. Ahora, con el asfalto convertido en tierra de campos, y agricultores y ganaderos rompiendo la España de concordia y aborregamiento de Pedro Sánchez,
unos y otros empezamos a preguntarnos si no sería que Planas ha sido desde siempre otro de ellos, un ilustre miembro de un gabinete
entregado a la propaganda, al incienso y al decir mucho y hacer poco o nada. Al sanchismo se le cae otro mito.
Porque digo yo que algo de responsabilidad tendrá el ministro de Agricultura en la evidencia de que se haya desbordado la paciencia de agricultores y ganaderos. Y ya no cuela la trola de que son agentes de Vox, ricos terratenientes camuflados, vestidos de pana y boina calada. Y mucho menos aceptamos que las protestas sean también actos terroristas, como han intentado que cuajara los tertuliantes amigos de La Moncloa.
Las columnas de tractores entran por las arterias de España, camino de la Castellana, y dejan en evidencia las carestías de un Gobierno incapaz, entregado a la política ficción y más preocupado de que no se arruine la foto de la gala de los Goya que de arreglar una reivindicación que gana la simpatía de la calle y arroja una terrible lectura de voto rural a una semana de las elecciones gallegas.
Tras Francia, Bélgica, Alemania y Portugal, el campo español se levanta contra una política económica burócrata, incapaz de autorrepararse. Ni siquiera es capaz de realizar una diagnosis precisa del porqué de un malestar tan profundo en un colectivo encajador, de poco quejarse, y que ahora amenaza los centros logísticos y los lineales de los supermercados mientras nuestros políticos nacionales y europeos se hacen fotos pretenciosas y gamberras, juntos ellos como en la bucólica imagen promauritana de esta semana, trasladando la idea de que están en asuntos más elevados que las simples demandas de la gente del campo.
Señores, con las cosas del comer no se juega. A la ‘wokesfera’ se le ha ido la mano, pensando que todo el monte es orégano y que podía sumir a todos todo el tiempo en el laberinto ‘chupiverde’ y ‘gilisostenible’, que diseñan burócratas afásicos a miles de kilómetros de distancia para justificar sus cuantiosos salarios y ponerle puertas al campo. Agricultores y ganaderos se quejan amargamente, y con razón, de que las exigentes reglas que impone la Unión Europea para proteger el medio ambiente los hace menos competitivos que sus pares en Iberoamérica o en los países europeos que no forman parte de los Veintisiete. Les cuesta producir y trabajar más que nunca, y no solo porque pierden más tiempo que nunca haciendo trámites y rellenando papeles para intentar acceder a alguna ayuda o subvención (o no), si no porque las grandes subidas de costes les están asfixiando, y cuando uno ingresa menos que lo que paga... Los abonos se han cuadruplicado, los sulfatos valen casi el triple, porque cada vez son más restrictivos, el gasoil se ha duplicado, los gastos energéticos se han disparado… y sin embargo, los productos valen menos. Y para colmo de males, es, según datos del propio INE, el sector con los sueldos más bajos por rama de actividad, con una gran brecha salarial entre agricultores y otros trabajadores asalariados en
España. El salario medio anual de un agricultor, por ejemplo, es un 40% inferior al salario medio anual del conjunto de trabajadores españoles. ¿No es para echarse a llorar y a la calle?
¡Y pensar que el ministro Planas llegó a sonar como alternativa al propio Sánchez…! Un
presidente, por cierto, que sigue devorando a sus criaturas mientras engrosa un muro que veremos si estaba pensado a prueba de tractores y viento del pueblo.
Mientras tanto, aún con tiempo por delante, pero ya no en exceso, que a partir de junio tiene que estar solventado, el ministro de la cosa pública y en tránsito digital, vuelve a la carga, a sabiendas de que es preferible la abundancia a la escasez, pasarse a no llegar. Y cuanto más vaya sembrando, más y antes recogerá. Quiere el sillón del
gobernador, Pablo Hernández de Cos, y se ha puesto manos a la obra. Conocimientos tiene, y por ahí podría ganarse el favor definitivo del presidente del Gobierno; la lealtad al partido y al jefe, también demostrada; pero cojea en apoyos internos en la que sería su nueva casa. Ahí le gana por goleada la actual subgobernadora, Margarita Delgado, ya que, además, la continuidad del actual gobernador, la mejor opción para muchos –me temo que no para el Gobierno–, es del todo imposible por ley.
Delgado es muy querida y respetada por todo el sector y dentro de la propia institución, y el caso es que a La Moncloa le seduce la idea de elegir a una mujer, y si está acompañada por una segunda de a bordo –o primera, ¡vaya usted a saber!– como Montse Martínez, hoy vicepresidenta de la CNMV–, con el permiso del PP o sin él– sería la carambola perfecta. Aunque poco se habla del candidato idóneo, un técnico impecable y trabajador incansable, Fernando Restoy, exsubgobernador del Banco de España, que fuera precisamente jefe de Martínez entonces, y ahora en el Instituto de Estabilidad Financiera en Basilea. Candidatos, a día de hoy, a patadas... Eso sí, por el bien de todos, que ni Junts ni
ERC se vengan arriba y coloquen su pica en lo más alto del Banco de España. Muchos, hasta cederían en favor de Escrivá.