ABC (Córdoba)

Triunfalis­mo indigesto

- BALTASAR LÓPEZ

Cuando el jueves se conoció el dato del IPC, desde el Ministerio de Economía se despachó una valoración un tanto triunfalis­ta. Entre otras cosas, destacaba que «la reducción sostenida [de la inflación] está permitiend­o mejorar el poder adquisitiv­o de las familias y la competitiv­idad de las empresas». «Reducción sostenida» es un eufemismo que nos tratan de colocar en la mente, pero es mercancía averiada. En realidad, lo que significa es que los precios ya no crecen al ritmo disparatad­o de antes. Eso pasa porque ha habido medidas del Gobierno que han funcionado y por una cuestión de pura lógica: es más difícil que sigan engordando cuando ya parten de niveles elevados.

Les serviré, lectores, un ejemplo práctico. En nuestra provincia, a fecha de febrero, el coste de los alimentos le dio un mordisco a nuestras carteras con un alza interanual del 6,9%. Pero es que, en los 365 días anteriores, la dentellada había sido un estirón del 15,8%. No creo que la disminució­n de un aumento sea para dar palmas; sobre todo cuando escribimos de algo tan básico como la necesidad de llenar el estómago.

Dado que en el menú de retribucio­nes de muchos de los mortales, no hay incremento­s del 7%, y menos del 16%, es fácil comprender que lo de llenar el carro se le atraganta a la mayoría de los bolsillos en cuanto pisamos el súper. Y ya ni les cuento la agonía que supone hacer la compra para nuestros vecinos de Parque Azahara-Palmeras (renta neta media anual por persona de 7.483 euros); Barrio del Guadalquiv­ir (7.488) y Sector Sur (8.182), cuyos barrios están entre los 15 más pobres de España. El promedio nacional está en los 11.791 euros. No hace falta ser un lince para constatar el abismo entre estos indicadore­s de riqueza.

Doy un último guarismo. Pese a que los sueldos de los cordobeses suelen estar a la cola del país, el IPC de los alimentos en nuestra tierra ha crecido un punto y medio más que en la nación (5,4%). Me gustaría darle esta ensalada de datos a quienes lanzan mensajes tan molones como los del Ministerio de Economía. Les bastaría una ración de realidad y reducir en su dieta la presencia de maqueta de despacho oficial para darse cuenta de que los triunfalis­mos nos producen indigestió­n.

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