Las mil vidas del abuelo Federico, el Salgari español
Su nieta rescata la biografía de Federico Mediante, uno de los autores más populares de la España de los 40
Hubo una España que aprendió a leer con novelas de a dos pesetas. A los ‘millennials’ ni les suena ya la vieja rubia. De pequeño formato, en papel malo, disponibles cada sábado en el quiosco del barrio. Podía no ser gran literatura, pero vendían. Eran el ‘pulp’ ibérico. Transportaban al joven lector desde el oeste americano a las llanuras de la Pampa, pasando por las oscuras calles de cualquier ciudad americana. La novela popular en España lleva impreso en tinta el nombre y apellidos de Marcial Lafuente Estefanía –y sus más de 2.600 títulos–, pero antes ya había algún pionero del género, hoy olvidado pero al que las editoriales anunciaban como ‘el Salgari español’. Ese era Federico Mediante Noceda.
Cazador de tigres, soldado, explicador de películas, periodista, artista de circo, taquillero de día y prolífico escritor de noche, Mediante fue uno de los autores –seudónimos incluidos– más habituales de estas novelitas en la España de los años 40, en la que le dio tiempo a publicar más de 270 títulos. Su nieta Rosa Martínez ha publicado una breve biografía (Editorial Autores de Argentina) en la que ordena la peculiar vida de un republicano confeso que resistió al Franquismo y que puede reivindicar para sí la creación de una de las primeras mujeres detective de la literatura española, Diana Fletcher.
Mediante fue un gallego nacido en Asturias en 1888, y no es un oxímoron. Natural de Abres, su padre era maestro rural y pronto le inculcó el gusto por las letras y la lectura. Creció entre Salgari y Verne, y a los 14 años decide emigrar a Argentina no por necesidad, sino en busca de aventura. «En la maleta solo llevaba la foto de sus padres y un ejemplar del ‘Quijote’», relata la nieta. Al cumplir la mayoría de edad regresa y se alista voluntario para combatir en la guerra de Melilla de 1909. Fue hecho prisionero por los rifeños y puesto en libertad, regresando a su pueblo. Pero «el terruño lo ahogaba», y volvió a cruzar el océano en busca de nueva fortuna.
Al tiempo que ejercía de corresponsal de periódicos y revistas asturianas desde Argentina, se enroló en un circo criollo, viajando por el Cono Sur. Esta es su época de cazador de tigres, que es como en el país llamaban al puma de la zona. Instalado en Mercedes, a las afueras de Buenos Aires, compagina periódicos con sus primeros pasos como poeta.
Mediante fue cazador de tigres, soldado, explicador de películas, periodista, artista de circo, taquillero de día y escritor de noche
Evitar su muerte civil
Casado con Horentina Acosta Waytorn en 1922, cuatro años más tarde regresan a España y se reinventa como explicador de películas mudas. Este oficio, hoy desconocido, consistía en interpretar y comentar los rótulos del cine silente para ese público que no sabía leer, muy numeroso en aquella sociedad de comienzos de siglo. Mediante se granjeó una notable fama en Madrid como explicador en el Cine San Miguel, y al mismo tiempo fue desarrollando su actividad política en el Partido Radical de Lerroux. El inicio de la Guerra Civil lo sorprende en Ribadeo –donde residía un hermano–, lo que le imposibilita volver a la capital con su mujer e hija. Así que se instala en la Mariña lucense como redactor de ‘Las riberas del Eo’. Fue el director de este periódico, Puebla Pumariño, el que intercedió por él ante las autoridades franquistas para que perdonaran su pasado republicano. Mediante tuvo que retractarse y abrazar el nuevo credo para evitar su muerte civil.
Es a partir del fin de la contienda cuando, instalado de nuevo en Madrid, inicia su faceta como escritor. De día trabajaba como taquillero en el Cine de La Flor, de noche tecleaba en su ‘Corona’ y, a la mañana siguiente, su mujer corregía los textos. ‘A orillas del Pilcomayo’, con regusto biográfico, fue su primera novela, escrita desde su forzado exilio ribadense. Pero en los cuarenta desplegó su creatividad ya fuera bajo su nombre o los de Boris King, Fred Baxter, Bill O´Hara y H. A. Waytorn para sus policiacas, y King Drake, o Warner Williams en su versión western.
Sus historietas encontraron público en editoriales como Bruguera, Iris, Cíes, Cisne, Marisal, Hymsa, Hispanoamericana, Clíper, Lux, Aemeller, Rollán, Zorrilla, Toraz, Paidós o Valenciana, ya fuera con periodicidad semanal o quincenal. Su inventiva alcanzaba también para cuentos infantiles ilustrados. La Biblioteca Nacional tiene registrados 273 títulos de su autoría. En los sesenta, Bruguera rescató para sus ‘Bolsilibros’ no pocas de sus aventuras para otra generación de lectores. Mediante no pudo verlo, porque la pipa que tanto le acompañaba le provocó un cáncer de laringe que acabó con su vida en 1951.