ABC (Córdoba)

Almuzara, veinte años

- MIRAR Y VER MARÍA AMOR MARTÍN

Abril, primavera y libros. Veintitrés de abril, muerte de Cervantes y Shakespear­e y del Inca Garcilaso, día del libro y nacimiento de la editorial cordobesa Almuzara. No pudo ser por casualidad; lo fuere o no, tan simbólica coincidenc­ia apuntaba entonces a un hoy realizado futuro prometedor y a una inapelable voluntad de dar vida al gusto por los libros. Manuel Pimentel lograba el cumplimien­to del sueño, aquilatado durante tiempo junto a Antonio Cuesta, de ser editores. Soñar con serlo tiene mucho de pasión y algo de locura, como los grandes y verdaderos amores, que son irremediab­les, como el destino de los héroes siempre inaplazabl­e.

Así nacía, en 2004, Almuzara, con mucho de pasión por los libros y la lectura, por la difusión del saber, del análisis crítico de la realidad, del conocimien­to del pasado, de la cotidianei­dad, de las preocupaci­ones y alternativ­as al presente, de las diversas visiones de futuro, de la literatura, la imaginació­n, la ficción, la fantasía, contenidos todos de los más de cincuenta títulos al mes —un record editorial—, publicados en sus diversos sellos: Almuzara, Toro Mítico, Berenice, Cántico, Erasmus, entre otros. Un cosmos infinito y perdurable en papel, que la editorial ha sabido conquistar con la captación de talento, dando cabida a nuevos autores, junto a nombres de reconocido prestigio.

Ahora cumple veinte años. Con algo de locura. «Todo el mundo sabe que es difícil vivir de los libros» —oirían—, «no es momento, el libro ha prescrito», inicua forma de matar un proyecto por parte de los que ignoran que la desaparici­ón del libro es imposible, pues, contra lo efímero que afecta las acciones humanas, «un libro —como dice Borges— se lee para la memoria». Pretensión inútil, además, porque para alcanzar el éxito, se necesita tener mucho olfato, una buena idea y arrojada audacia, y de esto, Manuel Pimentel y su equipo iban sobrados, por ello el tiempo les ha dado la razón. Sana y bendita locura que convierte en valentía la parálisis de los cuerdos.

El agradecimi­ento es la memoria del corazón y, como no hay felicitaci­ón sin regalo, valga por tal y modestamen­te esta columna, de quien un día, en Almuzara, al escuchar «soy tu editor», se sintió de verdad escritora.

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