El mercado con orejeras
Aunque siempre se ha dicho que el mercado es una máquina de descontar el futuro, lo que está demostrando últimamente es que se mueve exclusivamente por el corto plazo. En los últimos años hay infinidad de ejemplos. Solamente en los últimos días hemos visto bruscos movimientos de ida y vuelta en el mismo día del precio de los distintos activos por titulares macro. Y aunque lógicamente hay circunstancias que sí pueden mover el mercado, no se puede justificar cambios tan notables en los precios prácticamente a diario.
Probablemente es algo que se retroalimente y el propio corto plazo llame a un todavía mayor corto plazo, pero eso desde luego lo que no hace es que esos movimientos tengan más sentido sino todo lo contrario mucho menos.
El cortoplacismo rampante acentúa las ineficiencias en un mercado ya de por si ineficiente. Lo que entendiéndolo, deja de ser un problema para convertirse en una oportunidad para quien no se deje llevar por la manada de borregos que es una imagen muy acertada del mercado. Una oveja sigue a la de delante sin preguntarse porque se encamine donde se encamine. Básicamente porque es lo fácil. Lo difícil es cuestionarse la razón detrás de ese movimiento.
El mercado es como es. Se le puede querer pero desde luego no entender. Y mucho menos en las reacciones del día a día, porque es donde las ineficiencias son más evidentes. Lo más difícil es tener la paciencia suficiente para que enderece su rumbo y vuelva a la vereda correcta. Hay distintas formas para conseguirlo pero ninguna pasa por tratar de comprender lo que pasa a diario.
Son muchas cosas las que se nos escapan y más en la era del apogeo de la gestión pasiva y el auge de los algoritmos. En estos días que estamos celebrando el tercer centenario del nacimiento de Kant se puede encontrar algo de refugio en su definición de inteligencia: la capacidad de convivir con la incertidumbre. Las ovejas negras tienen mucho de eso.