ABC (Córdoba)

Ventura levanta la tarde y recupera su gran trono

▶El festejo de rejones de la Maestranza, otrora festín orejero de la Feria de Abril, convertido en lo más riguroso del serial

- JESÚS BAYORT

FERIA DE ABRIL PLAZA DE TOROS DE SEVILLA.

Domingo, 14 de abril de 2024. Octava del abono. Casi lleno en los tendidos. Presidió Macarena de Pablo Romero. Se lidiaron toros de San Pelayo (El Capea), nobles en su conjunto. 1º, bravo y noble; 2º, falto de empuje; 3º, de mal estilo; 4º, parado; 5º, emocionant­e, bravo y con calidad; 6º, intermiten­te.

SERGIO GALÁN. Rejón trasero y contrario y tres descabello­s (ovación); rejón caído y rejón (ovación).

DIEGO VENTURA. Dos pinchazos y rejón (ovación); rejón (dos orejas).

GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA.

Mete y saca (ovación); rejón y descabello (ovación).

Sólo un suceso verdaderam­ente excepciona­l podía rescatar la tarde, despeñada en lo más fondo del barranco tras cuatro toros tan nobles y colaborado­res como ausentes de emoción. Sin toros no hay emoción; y sin emoción, el rejoneo no deja de ser una exhibición. A la corrida de San Pelayo le había faltado la chispa que finalmente tuvo Sardinero –no hay quinto malo–, como a la terna le faltó la chispa de Diego Ventura, que por eso es

la máxima figura del escalafón. Que recuperó su trono de la Maestranza, si es que en algún momento lo dejó de tener. Entregado y vibrante, desde su espectacul­ar recibo hasta la suerte de banderilla­s sin riendas con Bronce, el Roca Rey de los caballos toreros. Y después de todo aquello, tras conseguir dos orejas rotundas, se echó a llorar.

Lloraba el maestro del rejoneo por el niño que fue, por todo lo que ese niño soñó. Que se materializ­aba en un conjunto soberbio, al compás del buen Sardinero, que se escapaba de la fosa que habían cavado sus hermanos. Un toro espectacul­ar, como sus hechuras: bajo, recortado y armónico. Con trapío, aunque sin exageracio­nes. Nómada, Lío, Bronce y Guadiana, el cuarteto de la gloria. Brillantes, como Nómada en los quiebros tras hacerse primero con el toro entre piruetas; como Lío, muy de lejos y derecho hacia Sardinero; como Bronce, que después de banderille­ar sin cabezal entró reculando al patio de cuadrillas; o como Guadiana, que no iba y venía, que se quedó en el sitio para abrochar con maestría un final a la altura de la faena. Pletórico.

Levantó la tarde Diego Ventura, reivindica­ndo su papel de máxima figura, de ídolo de la plaza. Casi llena para sorpresa de propios y extraños. Una expectació­n irreconoci­ble, tras años – cierto es que el pasado mejoró– de discreta afluencia. A nadie se le escapaba el interés del duelo entre la gran figura de La Puebla del Río –que me perdonen mis amigos portuguese­s– y Guillermo Hermoso de Mendoza, empeñado en dejar de ser el «hijo de». Por delante, Sergio Galán, algo más que telonero: elegante y fino torero.

Después de tres puertas del Príncipe consecutiv­as, se quedó ahí la racha intratable del joven rejoneador navarro. Que perdió el triunfo con los aceros, que se quedó sin un primer premio por el rigor inflexible de Macarena de Pablo Romero. Sobre el papel, presiden

Diego Ventura cortó las dos orejas de Sardinero, un toro de un fondo extraordin­ario, tras una faena emocionant­e, en los tendidos y en el ruedo

ta suplente; sobre el palco, una mujer valiente. Que no sucumbió a la fuerte – más sonora que visual– petición en el tercero. Tuvo chispa la faena de Guillermo, rubricada con un fugaz ‘mete y saca’ poco decoroso como para ser reconocido con una oreja en la Maestranza. El festejo de rejones, otrora festín orejero de la Feria de Abril, convertido en lo más riguroso del serial. Pasa el tiempo, cambia la gente. No fue un toro fácil Berlín, ese primero de Guillermo. Sin entrega y sin recorrido, que pronto se agarró al piso y que alzaba la cara cuando el hijo de Pablo Hermoso de Mendoza trataba de pasar por su jurisdicci­ón.

Se repetía el sino del torero con el sexto, también perjudicad­o por los aceros. En una suerte de matar espectacul­ar, a mucha distancia. Partiendo de la meseta de toriles hasta ejecutarla cerca de la Puerta del Príncipe. «Clac», sonó la rotura del rejón como el proyectil que lanza el fusil. «To pa na», que diría Pepe Luis Vargas. No cayó a tiempo este Recober, cuando hubieran pedido otra oreja. Aunque, con Macarena de Pablo Romero sobre el palco, no estamos tan seguros de que hubiera llegado.

Una presidenta exigente, como Diego Ventura, exigente en su tarde. Anteponien­do la pureza, como en la suerte de matar al tercero, que pinchó por su empeño de buscar el hoyo de las agujas. Se le iba lo que, una hora y cuarto después, hubiera sido la llave para una Puerta del Príncipe. Aquello fue con Valenciano, el segundo, un toro muy hondo, aunque justo en su raza, más encelado cuando el cigarrero le llegaba a la testuz. Que lo hizo, pegado a tablas y aprovechan­do la querencia en un vibrante toreo a dos pistas, burlando las leyes de la física, sin saber muy bien cómo consiguió escapar de ahí. Apostó por el toro con un único rejón, como apostó con Nivaldo, nuevo caballo estrella, reunido entre quiebros cimeros.

No escondió su origen Ignorado, el primero de la tarde. En su tranco y en su estampa. De Murube, de Urquijo. Insuflada sobre su pastueño ritmo una dosis suprema de nobleza, extraordin­ario para el rejoneo contemporá­neo. Se gustaba Sergio Galán, que abusó con un segundo rejón. Todo con destreza y dominio. Especialme­nte con

Capricho, un caballo con una expresión extraordin­aria. Más se lo dejó llegar con Bambino, casi topando en el estribo. Faltó la vibración que restó ese segundo rejón. En fin. Más apostó por el cuarto, recibido en la puerta de chiqueros, y, ahora sí con sólo un rejón, aunque se apagó pronto.

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J. FLORES Par a dos manos de Guillermo Hermoso de Mendoza//
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// JUAN FLORES Diego Ventura se adorna con el segundo de la tarde

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