ABC (Córdoba)

Desnudo por accidente

▶El Barça paga la expulsión de Araujo, que desata la remontada del PSG, con goles de Dembélé, Vitinha y Mbappé (2)

- SALVADOR SOSTRES BARCELONA

Era el partido del año pero la afición del Barça dejó claro antes de empezar su confusión y apedreó el autocar de sus jugadores creyendo que era el del PSG. Es importante constatar que sea cual sea el marcador de cada noche hay un fondo de armario azulgrana que está inevitable­mente cosido al desastre.

Los franceses empezaron al abordaje, muy al modo explosivo de Luis Enrique, y el Barça se replegaba como podía pero sin sufrir demasiado. Presión visitante que no dejaba pensar al rival, Gundogan perdió dos balones en los primeros siete minutos. Voluntaris­mo parisino aunque sin grandes ideas en el último tramo. Odio excesivo de Montjuic a Dembélé, gritos de «tonto, tonto» porque resbaló. Muy poco elegante una afición que de todos modos se relaciona a pedradas con los demás y sin saber que son los propios.

Es sorprenden­te tenerlo que decir, pero el Barça pierde mucho cuando Cubarsí no comparece en el inicio de las jugadas con su visión, con su clase. Le duraba poco el balón a Xavi pero la noche se abrió con un una internada y asistencia de Lamine Yamal para que Raphinha marcara el primero y acercara un poco más a su equipo a Londres. De entre todas las cosas que uno esperaba tener que explicar sobre este Fútbol Club Barcelona carcomido por su directiva y sin proyecto deportivo creíble, desde luego no estaba esta autoridad incontesta­ble con que se iba instalando en el espacio mental de los que podía muy bien ser que acabaran ganando la Champions. Hubo minutos para creerlo ayer en Montjuic.

El PSG insistía en el intento de todo, y de algún modo era cierto que lo hacía con el ADN Barça, y el de Guardiola, que colapsaba cuando los rivales le planteaban partidos como el que ayer le planteó Xavi. Mucha producción floral parisina, todas las ocasiones locales. Lewandowsk­i perdonó el segundo chutando demasiado alto. El gol cambió la noche y el ahogo inicial visitante fue cediendo a partir del minuto 20, coincidien­do con la comparecen­cia de Cubarsí y Araujo para estirar la presión. Donnarumma es un portero que conviene extraordin­ariamente a cualquier equipo rival. Lo poco que Mbappé creaba, Ter Stegen lo neutraliza­ba.

Pero la noche se complicó dramáticam­ente cuando Araujo fue justamente expulsado por derribar a Barcola en ocasión manifiesta de gol –no fue penalti de milagro– y Xavi cambió a Lamine Yamal por Íñigo Martínez. Fue una sustitució­n razonable, pero tal como se abría la noche tal vez el joven habría podido ser más determinan­te, en una acción aislada y letal, que Lewandowsk­i, que continuó jugando. Le bastaron pocos minutos a Dembélé para empatar, los buenos presagios locales empezaban a tiritar. La expulsión, merecida, dio un vuelco no sólo al fútbol sino al estado de ánimo, y un Barça atemorizad­o era incapaz de hilvanar tres pases y sólo se defendía y sin demasiada fortuna. Era vital para Xavi que llegara el descanso sin más desgracias.

El Barça vivía al límite, transitaba por la cornisa como diría Brindisi. Tremendo desgaste físico de Pedri, brillante en las ayudas defensivas. Cualquier cosa podía suceder, pero daba la impresión que la segunda parte al Barça se le haría larguísima.

El PSG salió a por la eliminator­ia y el Barça no podía resistir los ataques continuado­s. Fabian a punto estuvo de marcar, sólo lo evitó un milagro. Demasiado cerrado Xavi detrás, los minutos pasaban muy despacio y Vitinha solo desde la frontal del área adelantó a su equipo. Sin solución de continuida­d Gundogan chutó al palo y no se sabía si era el canto del cisne o la demostraci­ón de que todavía quedaba esperanza. Las dudas se disiparon cuando a la jugada siguiente Cancelo le hizo un claro penalti a Dembélé que Mbappé convirtió en el tercero del PSG.

El Barça fue hasta el final a por el empate y es cierto que la expulsión fue un accidente y que hasta aquel instante el Barcelona había realizado una eliminator­ia excelente, pero los accidentes también juegan y en el fútbol y en la vida hay que tener alguna consistenc­ia para que no todo se derrumbe ante lo imprevisib­le. No es el caso de un Barça que vive improvisan­do y al día, con un presidente rodeado de comisionis­tas, un entrenador a la fuga y un equipo con el dinero gastado en operacione­s económicas inverosími­les mientras se pide a menores de edad que den la cara como profesiona­les de larga trayectori­a cuando en el fondo tendrían que estar jugando con el filial. Que con cualquier destello como el que brilló en París, los cronistas de poca monta como yo volvamos a creer que todo es posible no puede disimular la realidad de este club que cae a pedazos en lo institucio­nal y económico, y que en lo deportivo necesita demasiada intercesió­n divina para que lo bueno que tiene se sustancie y no acabar desnudo en cualquier curva. Mbappé cerró la noche con el cuarto a un minuto para el final. El Barça de Xavi y de Laporta, pese a las esperanzas parisinas de la semana pasada, quedó tocado y hundido en una temporada naufragant­e que no ha podido salvar ese aparente truco de magia en el que quisimos creer muy por encima de la realidad.

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// REUTERS Mbappé anota de penalti el tercer gol del PSG en Montjuic

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