Veinte años de humor
Los telediarios no sirven para adoctrinar
En septiembre va a hacer veinte años, se dice pronto, de la resignificación de TVE a manos del flamante Gobierno de Rodríguez Zapatero, cuyo equipo de propagandistas tuvo claro desde primera hora que el adoctrinamiento ideológico no podía pasar exclusivamente por unos telediarios cuyo sectarismo se había perpetuado, hasta resultar inoperativo, por burdo y recurrente, desde los tiempos del tardofelipismo. Con ecos del mayo francés, siempre a la última, «Otra televisión es posible» fue el lema de la mudanza integral que en el otoño de 2004 llevó a la emisora pública a apostar por unos valores nunca antes vistos –«arte, diversidad, verdad, ilusión, libertad, pensamiento e imaginación», se hizo saber a través de una magna expresión de adanismo– y que incluso llevaron a una profesional tan indomable como Ana Obregón, conocida por sus ovarios, propios o adquiridos para perpetuar la especie, a asegurar en la gala inaugural de aquel despropósito sectario que «ahora somos una cadena culta y ejemplar». Fin de las citas. Lo que vino a continuación, hilvanado por el humor inteligente, el compromiso social y el progreso en general, no fue sino la superación del marco, barnizado con brocha gorda, de unos telediarios inutilizados y rotos de tanto usarlos como canal y correa de transmisión del ideario transformador de La Moncloa. Que parezca entretenimiento.
En cuestiones ováricas, Ana Obregón no solo ha delegado y entregado la cuchara, sino que ha sido relevada por una generación de profesionales del empoderamiento cuyo grito de guerra, por no abandonar el ámbito genital y reproductivo, bien pudiera ser el «no tiene coño» de Rocío Carrasco. «Ahora somos una cadena culta y ejemplar», dijo la Obregón en 2004, y lo mismo pudo decir veinte años más tarde la informadora Intxaurrondo cuando la sacaron de sus casillas y la pusieron a entretener con un programa nocturno –culto y ejemplar– que luego tuvieron que quitar porque nadie lo veía.
Es en estas circunstancias cuando la emisora pública, en pleno uso de sus facultades políticas, deja que sus damas de negro se dediquen a sus menesteres textiles y contrata a un humorista inteligente, experto en «arte, diversidad, verdad, ilusión, libertad, pensamiento e imaginación». Es de manual de resistencia zapaterista.