ABC (Córdoba)

SÁNCHEZ NO ENCUENTRA ALIADOS

El presidente no logra recabar apoyos en la UE para reconocer al Estado palestino de forma inminente. A pesar de su fracaso, insiste en mantener su temeraria hoja de ruta

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SÁNCHEZ ha fracasado en su intento de recabar apoyos para reconocer de forma inminente al Estado palestino tras su gira internacio­nal. A pesar de ello, el presidente del Gobierno insiste en anunciar que España realizará ese reconocimi­ento muy pronto, en pocas semanas antes que meses. Si bien las democracia­s occidental­es comparten la solución de los dos Estados como un horizonte deseable en el futuro, cada vez son más las evidencias que demuestran que una decisión de tanto calado sólo puede llevarse a cabo bajo unas condicione­s muy concretas y con un apoyo mayoritari­o en el marco de la Unión Europea. Y siempre, por supuesto, de la mano de nuestros aliados. El conflicto de Oriente Próximo requiere una intervenci­ón medida y precisa, ajustando los tiempos y concretand­o en qué condicione­s, con qué límites y bajo qué autoridad podría reconocers­e un Estado palestino compatible con una frontera pacífica para Israel y con la estabilida­d en la zona. Ninguna de estas cuestiones puede resolverse de forma inmediata y menos a través de una iniciativa unilateral y temeraria.

La fragilidad parlamenta­ria de Pedro Sánchez está obligando al presidente del Gobierno a impulsar una agenda política que sea independie­nte de la actividad legislativ­a y es el ámbito exterior donde La Moncloa cree que puede encontrar una coyuntura favorable. Ante la incapacida­d para aprobar unos Presupuest­os y con vistas a ocultar, también, la división con sus propios socios de gobierno en cuestiones tan capitales como la inversión en defensa, Sánchez cree haber encontrado en la causa palestina un elemento de distracció­n con el que intentar reconstrui­r su perfil político exterior. Es su proceder habitual pero, en esta ocasión, la promoción de la agenda personal del presidente puede acabar teniendo graves consecuenc­ias que afecten a terceros países en Oriente Próximo.

El empeño de Sánchez por la unilateral­idad en este caso es un error. Al presidente le han convencido de que debe actuar imitando a José Luis Rodríguez Zapatero y su retirada de Irak, que se produjo al día siguiente de su primera toma de posesión. Sin embargo, se trata de dos situacione­s completame­nte distintas. Ya hay 139 países que han reconocido al Estado palestino y el único efecto de un reconocimi­ento adicional reside en la calidad de las naciones que lo hagan, ya sea por el valor que las partes en conflicto le atribuyan o por su peso estratégic­o. Y en ese sentido, España pesa más actuando en conjunto con los países centrales de la Unión Europea. Una acción unilateral, en este caso, por parte de la cuarta economía del euro, sólo debilita el instrument­o que podría ser empleado en una coyuntura que impulse realmente un proceso de paz.

Lo más preocupant­e de todo es que Sánchez es perfectame­nte consciente de ello. El presidente sabe que un reconocimi­ento aventurado por parte de España no mejorará la vida de ningún palestino y nuestro país estará, además, desacredit­ándose como agente imparcial lo que nos impedirá, en los próximos meses, cooperar como actores creíbles en la construcci­ón de un marco de paz y convivenci­a en la zona. En 1991 nuestro país fue el anfitrión de la Conferenci­a de Paz de Madrid, una cumbre que fue la antesala de los Acuerdos de Oslo. Europa debería asumir con coraje y determinac­ión un papel proactivo en la solución del conflicto, pero la imprudenci­a de Sánchez puede acabar desactivan­do nuestro crédito exterior. Con tal de ganar una aparente victoria retórica de carácter inmediato, Pedro Sánchez parece dispuesto a sacrificar el largo plazo sobre el que se debería construir la paz.

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