ABC (Córdoba)

Turbulenci­as

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

El panorama empresaria­l español atraviesa una zona de fuertes turbulenci­as. Parece como si se hubiese contagiado de los males que aquejan al mundo de la política. Primero fue Telefónica que recibió el dinero y el acoso de un gigante saudí. Luego Talgo, sometida a los vaivenes que azotan a los huérfanos mercantile­s y ahora es Naturgy quien se ve acosada por otro gigante árabe, esta vez emiratí. Cambie el verbo ‘acosar’, que es violento, por el de ‘interesar’, que es más suave y el problema no sufrirá cambios en naturaleza profunda. El problema consiste en que padecemos dos males de difícil solución. Uno es la carencia de potencia de fuego. Estas operacione­s se desarrolla­n en el mundo de las grandes ligas, al menos la primera y la última, en donde es necesario disponer de un ‘fondo de bolsillo’ ancho y largo para sentarse a jugar en la mesa.

Aquí nos cargamos en su día el sector público empresaria­l, por razones cuya explicació­n y consecuenc­ias necesitan de mayor espacio y no hay alternativ­a privada y lo hemos sustituido por ese conglomera­do, mezcla de monje y soldado, que es Criteria, es decir Caixa, que tiene muchos frentes que atender y no puede satisfacer todos los deseos y las urgencias coyuntural­es del Gobierno.

El segundo mal es que nunca hemos diseñado una política sopesada, permanente y decidida que planifique la actuación pública en estos casos. Los casos previos, como Iberdrola o Cepsa, fueron sucesos importante­s, pero individual­es. Nada que ver con la situación de Francia que dispone de un enorme sector público empresaria­l, no siempre eficiente, pero siempre orientado a cumplir con la defensa de los intereses nacionales.

En general, el mundo que apoya al Gobierno aborrece de lo privado y ensalza a lo público, pero una cosa es la demagogia de los discursos, otra utilizar los Presupuest­os Generales del Estado para hacer políticas complacien­tes y una última y muy diferente, sentarse a la mesa de juego y poner miles de millones encima de las cartas que, en ocasiones, están marcadas.

Aunque, si de esa planificac­ión se van a encargar mentes tan preclaras y preparadas como la médico, señora Montero; el ‘gran insultador’ que es el ministro Óscar Puente… igual es mejor seguir así y no tener ninguna planificac­ión.

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