El repugnante gancho de un saqueador de infancias
‘EL CONSENTIMIENTO’ Dirección: Vanessa Filho. Intérpretes: Kim Higelin, JeanPaul Rouve, Laetitia Casta, Sara Giraudeau...
En el gran inventario de infancias y adolescencias destruidas, la de Vanessa Springora ocupa un lugar desolador, infame. A los catorce años cayó en manos de Gabriel Matzneff, pederasta y escritor, que la sedujo y abusó de ella con el consentimiento de su propia madre, su ambiente escolar y la sociedad cultureta del París de los años ochenta. Springora, ya de adulta, escribió una novela sobre ello y ahora es la base del guion de esta película que firma Vanessa Filho.
‘El consentimiento’ es una obra estomagante, fastidiosa, que narra el paulatino y obsesivo aturdimiento de la niña entre las fauces del viejo tarado mientras que la sociedad, los medios de comunicación y los programas culturales celebran el ingenio y la sensibilidad de Gabriel Matzneff, un tipo de una cursilería atroz y con esa mezcla de jabón y pompa tan propicia para llenar de vacío anaqueles y platós; aún vive, aunque parece ser que sin aquel prestigio que tuvo.
Y es estomagante porque es una historia en la que, realmente, no cabe un tonto más; dejamos fuera a la niña Springora, que, aunque también insoportable y boba, la edad y las circunstancias la convierten en una víctima entre los majaderos; hay momentos de conversaciones y entrevistas a Matzneff, sus declaraciones y las risitas de contertulios y la fulanesca cultural que dan ganas de vomitar; igual que algunas acciones y reacciones de la madre o profesores.
A la niña la interpreta Kim Higelin, ya veinteañera pero muy en su papel y entregada por completo a ese personaje dolorido y humillado. Su trabajo es enorme, no deja de sufrir ni un instante y la cámara atrapa toda su ofrenda física y psicológica al estropicio de su vida. A Matzneff lo encarna Jean-Paul Rouve, actor que también recoge toda la miasma de ese tipo insufrible, afectado y cruel, y al que forraron de premios y subvenciones durante décadas. Resulta tan repugnante que no cabe más que felicitarlo por su trabajo.
Y si la historia se soporta mal, aunque no deberían perdérsela los defensores del ‘consentimiento’ durante la minoría de edad, la directora, Vanessa Filho, procura no acomodarla, no hacerla digerible, y deja siempre la patita de lo turbio en las escenas de qué bonito es el amor, cómo nos libera el sexo y cuánta sensibilidad hay en la literatura.