ABC (Córdoba)

El Cid y Dorado resucitan la emoción de la plaza

▶El presidente devolvió la categoría a la Maestranza al limitar en una solitaria oreja esta gran faena tras la fea estocada

- JESÚS BAYORT

FERIA DE ABRIL PLAZA DE TOROS DE SEVILLA.

Jueves, 18 de abril de 2024. Decimosegu­nda del abono. Lleno. Presidió Fernando FernándezF­igueroa. Se lidiaron toros de La Quinta. 1º, con clase y codicia (vuelta al ruedo); 2º, buen estilo y limitada raza; 3º, exigente y bravo; 4º, falto de celo; 5º, con buen estilo y falta de raza; 6º, sin fijeza y descompues­to.

EL CID, de azul noche y oro. Bajonazo (oreja); aviso entre estocada y pinchazo agarrado y dos descabello­s (ovación).

DANIEL LUQUE, de berenjena y azabache. Estocada (ovación); estocada y descabello (ovación).

EMILIO DE JUSTO, de catafalco y azabache. Estocada (oreja); aviso tras estocada (oreja).

Como el feriante que juró no volver al día siguiente, el aficionado salió renegando el miércoles de la Maestranza. Y un día después, allí estaban los dos: uno envuelto en antiampoll­as; el otro, movido por la fe. Con la esperanza depositada sobre el casillero ganadero y con el impulso del torero del momento. Como el viento que serpenteab­a las banderas del graderío, los toros de La Quinta fueron un soplo de aire fresco en la moral de la afición. Lo cantaron en la taquilla del Paseo de Colón, al límite de colgar el cartel de la máxima categoría. Y no tardaron los MartínezCo­nradi en responder a las expectativ­as: ovacionado Dorado en su salida, también ovacionado en la vuelta al ruedo postrera. Fue lo más destacado junto al bravo tercero de un conjunto venido a menos.

Como en sus mejores años, a Manuel Jesús ‘El Cid’ le volvieron a sacar la bolita de la fortuna; como en sus mejores años, Manuel Jesús ‘El Cid’ toreó con rotundidad y excelencia. Profundo y vibrante en una faena de dos orejas (finalmente una) ante un toro de bandera. Lo de Manuel Jesús ‘El Cid’ y Dorado fue uno de los grandes momentos de esta Feria de Abril, que resucitaba a la Maestranza tras la prolongada cuesta abajo de los últimos días y daba por fin la estocada a la maldición de Juan Ortega y Florentino. Fue Dorado un toro perfecto: encajado dentro de la morfología de la casa, encajado dentro del arquetipo de la plaza. Con cuatro años, algo despegado del albero y tocado en su encornadur­a. Que mantuvo su virtuoso tranco de principio a fin, desde la categoría en su salida para el capote hasta la profundida­d de la serie final.

Al compás de la plaza, se iba despertand­o lo mejor de El Cid, cabal en sus primeros lances, medido en la primera serie, roto a partir del ecuador de la faena. Volvía en sus filas el protagonis­ta de la tarde anterior –Manuel Jesús ‘Espartaco’–, más reunido y anticipado en una buena suerte de varas. Vertical y sin grandes esfuerzos arrancaba el de Salteras, que caló rápido la fijeza, clase y ritmo supremo de este Dorado, cuyas virtudes se imponían sobre su mediana humillació­n. De la figura enhiesta pasaba El Cid a la versión apasionada, entregado en el cite y poderoso en su trazo. Crujió la plaza con una tanda por el pitón derecho, iniciada sobre una suerte de trincheraz­o para engarzar muletazos larguísimo­s, en el fondo y en la forma. Si el día antes caía el ánimo con la brevedad de las series manzanaris­tas, creció ayer la temperatur­a con la intensidad de cada serie del de Salteras. Seis y siete muletazos en cada una. ¡Ole!

Y volvía a coger la izquierda, su mano, la de los años gloriosos. Atornillad­o en el cite, seco en el toque, soberbio tras el embroque. Aguantó lo árido de las primeras embestidas para terminar cuajándolo sin ninguna objeción. Sólo el ritmo de Dorado ya valía la vuelta al ruedo. Algo aburrido en su final, lo tapó lo elevado y rotundo del torero elevado, rotundo. Sobró el cierre trapacero, como sobró la pataleta final. Perdía los papeles el matador con la decisión del presidente, que tras la fea estocada sólo concedió una de las dos orejas que le pidieron. Hizo bien, aunque visto el nivel del serial...

No le pega a Manuel Jesús ‘El Cid’, en este momento dulce y liberado de su carrera, enfrascars­e en una disputa por una oreja. Fue una faena de dos orejas, bien premiada con sólo una. Enhorabuen­a al torero, al ganadero y al presidente. No tomó vuelo lo de Jilguerito, el cuarto, que se llevó la ovación de toda la lidia en su salida. Hondo su cuerpo, blancos sus pitones, largas sus manos y fina su expresión. Que pareció tener más alegría en su destape que la que demostró en su final, agarrado y falto de celo.

Toreando con El Cid y con Emilio de Justo, no podía esperar Daniel Luque que el toro o el lote de la corrida cayesen en su bolita. Porque si el de Salteras se llevó el dulce primero, el extremeño se llevó el agradecido tercero. Palomito, que tuvo tela que cor

El ritmo, fijeza y clase de Dorado se premiaron con la vuelta al ruedo; destacó el bravo tercero, dentro de un conjunto venido a menos

tar, que venía recién cortado del molde: bajo, recto de lomo y serio por delante. Que no se entregó hasta sentir la entrega del torero. No cabe duda de que hay un Emilio de Justo más superlativ­o con estas ganaderías. Preocupado siempre de la colocación, calmado hasta dar con la tecla.

Y no tardó en encontrarl­a, frente a la viveza de su mirada. Planchada la muleta, enfrontila­do el matador. Toque seco, aguantando la probatura inicial, galvánico en el embroque. Y rompió la plaza, como Palomito, que dio lo mejor en esa primera serie. Con la emoción por bandera, con intermiten­cias durante el resto de la faena. Más recto y difícil fue este tercero por el pitón izquierdo. Exponía el torero, que bordó el volapié. Una de las estocadas de la feria. Si fue el conjunto y la rúbrica los que justificar­on esa primera oreja, después serían el esfuerzo y la porfía al sexto los que le llevarían la segunda peluda. A Bienvenido, que recibió con una larga cambiada antes de fajarse frente a sus oleadas y complicaci­ones. Se venía como un tren; unas veces a la muletas, otras al hueco. Otro al que machacó con la espada. Enorme su decisión en la ejecución.

El viento a favor que sopla hacia Daniel Luque quedó demostrado en los tendidos, cubiertos en el plano cenital de la Maestranza. Su dulce momento fue uno de los impulsos de la taquilla, aunque no respondier­a con un triunfo a los partidario­s. Pese a no tener mal estilo su lote, a los dos toros les faltó raza. Ibicenco, el segundo, tuvo un gran embroque, aunque fea era su salida. Sin circunloqu­ios lo trajinó el de Gerena, impactando en su soberbio momento. ¿Qué toro no le entra en la muleta? Muy reunido con ese segundo, sin expulsarlo, buscando las vueltas, buscando una oreja más en su marcador.

Como después con Ligero, el quinto, que salió como un tren. Espectacul­ar su capa cárdena clara, como su figura: más amplio en su cara y largo, menos rematado que el resto. Le brindó a Álvaro Martínez Conradi (padre), en nombre de toda la afición: brindis al esfuerzo ganadero, brindis a la sublimació­n de un encaste. Lentísimo fue el planteamie­nto de Luque. Suave, al compás de este Ligero, que no era precisamen­te ligero en su estilo. Con pulso de relojero mantuvo sostenida en la muleta su dormilona embestida, que no terminó de despertar. De esta manera cerró Daniel Luque su Feria de Abril: cuatro orejas y una Puerta del Príncipe.

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Natural de Manuel Jesús ‘El Cid’ al bravo
 ?? // JUAN FLORES ?? Dorado, lidiado en primer lugar y premiado con la vuelta al ruedo
// JUAN FLORES Dorado, lidiado en primer lugar y premiado con la vuelta al ruedo
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// JUAN FLORES Derechazo de Daniel Luque al segundo de La Quinta

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