ABC (Córdoba)

Dejar de fumar con Pedro Sánchez

Me quité del tabaco porque imaginé que me obligaba el gobierno. Ahora que pretende prohibírme­lo, ya se me está apeteciend­o

- CHAPU APAOLAZA

Ahora que enreda la ministra de Sanidad con la nueva ley del tabaco, recuerdo con cariño que empecé a fumar por imitar a los toreros y les daba caladas a los pitillos imaginándo­me que era Antoñete en el patio de caballos de Tolosa, envuelto en un humo denso de un incienso inverso, canalla, espiritual y definitivo. Hasta fumaba su misma marca de cigarrillo­s, para ser él. Hasta fumé con él y el día en que me pidió fuego, yo tenía un mechero amarillo, que intenté ocultar dentro del puño, pero él, que era tan superstici­oso, me lo vio, lo agarró y lo lanzó al suelo.

Los toreros fuman por la misma razón que los curas corren por la carretera: porque no le temen a la muerte. Yo que sí le temo, hace diez años que dejé el jodido ‘fumeque’, que decía mi abuelo Saturno. Aquel día, volviendo de Bilbao con una resaca como la Gabarra, prometí no volver a meterme humo en la boca en mi vida, y solo se me alborotan las ganas de vez en cuando después de haberme puesto delante de un toro en un encierro, o de haber salido a pegarle cuatro mantazos a una becerra. Ahí, cuando tengo el corazón grande y el alma disponible, le daría una buena calada. Volvería a fumar si pudiera dejarlo ahí, en la ceremonia de después de algo, y no terminar fumando como un idiota en la puerta de un hospital, en el coche, después del segundo párrafo de la columna. Volvería a fumar si no volviera a fumar por fumar, pero eso es imposible.

Yo creo que la lucha contra el tabaco está mal enfocada. Hay que dejar de fumar por todas las razones que no sean que te está matando, pues a esa le hacemos poco caso, y no me pregunten por qué. Yo me quité porque ese día, resacoso, entendí que el tabaco no significab­a mi libertad frente a la lógica y a los médicos, sino una esclavitud que me subyugaba a una parte de mí. El truco consistió en pensar que esa parte que me hacía coger un pitillo era tan profunda y tan autónoma que podría considerar­se otra persona. Así terminé por imaginarme qué diría si otro me hiciera fumar.

En mi cabeza, venía alguien del Gobierno con una paquete de Lucky a decirme: «Mira, chaval, te vas a fumar

quince de estos llueva, truene o haga sol. Te va a costar un dinero y cada vez más, porque te voy a freír a impuestos. Vas a fumar con catarro, con resaca, vas a oler mal, vas a tener que salir de casa a las once de la noche para comprar y te vas a morir antes porque yo te lo ordeno y porque si no lo haces, te meto en la trena». Y entonces le dije a ese tipo imaginario que por mí, ya me podía asignar celda, pero que nunca más fumaría. Siguiendo ese razonamien­to es como Pedro Sánchez puede ayudarte a dejar de fumar. Yo dejé de fumar porque imaginé que me obligaba el gobierno. Por la misma, ahora que pretende prohibírme­lo, ya se me está apeteciend­o.

Una esclavitud Hay que dejar de fumar por todas las razones que no sean que te está matando, pues a esa le hacemos poco caso, y no me pregunten por qué

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// EDUARDO DE SAN BERNARDO Una joven fumadora

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