ABC (Córdoba)

Taylor Swift: coplas a la muerte de sus exnovios

La cantautora de Pensilvani­a publica ‘The Tortured Poets Department’, su úndecimo álbum, que sigue la senda tecnopop de ‘Midnights’. El desgarro de las letras es el punto fuerte

- JAVIER VILLUENDAS MADRID

Cuando uno amanece con la amenaza de que el nuevo disco de Taylor Swift sea doble por sorpresa, primer haz de luz del ‘smartphone’ fulminando las legañas, uno se asusta. Pero falsa alarma algorítmic­a. A medias. Hay una versión adicional antológica con 15 canciones más por la incontinen­cia a escribir ‘poesía torturada’ de la rubia áurea en estos dos últimos años, tras algunas rupturas. Pero vayamos a la obra central: ‘The Tortured Poets Department’, publicada ayer: 16 canciones compuestas por Swift, algunas junto a Aaron Dassner, de The National, y la mayoría junto a Jack Antonoff, su productor habitual. Año y medio después de ‘Midnights’, en medio de su multimillo­naria gira ‘The Eras Tour’, la más taquillera de la historia, y que este mayo podremos ver en el Bernabéu cristaliza­r toda esta montaña de expectació­n. Y vayamos a la cursilería o no de hablar de ‘poesía torturada’ con tan recurrente desfachate­z. Qué somos, Taylor, ¿Marea? ¿Txus di Fellatio? ¿Tocas en el Viña Rock o en Libertad 8?

La segunda amenaza que se cierne sobre cualquier análisis es que muchos medios la calificaro­n de obra maestra en adelante casi nada más nacer, en esta era de la cultura pop en el que las superestre­llas que dominan Los 40 Principale­s también son Frédéric Chopin, a menos que seas un elitista a fusilar en el paredón de las redes. Así, amanecimos con varios 100/100 a primerísim­a hora de la mañana sobre un extenso disco de 65 minutos, publicado poco tiempo antes, y que versa sobre una temática harto sobada: el desamor y el peaje de fama. La forma hace al fondo, que reza el topicazo, y eso suele ser lo relevante.

‘El Departamen­to de los Poetas Torturados’ de Swift se inicia con una colaboraci­ón con Post Malone, un rapero de pasado emo en Soundcloud, canción sedosa con trazas de unos Beach House leves, onda etérea, y un par de frases prontas para aterrizar el tono del disco: «Se suponía que me iban a despedir, pero se olvidaron de venir a buscarme». Swift va a pegarte palos emocionale­s y te va a gustar (o no, aunque sí). Al contrario que Shakira, por mentar alguien monstruosa­mente comercial también y con un disco reciente de concepto aledaño, la de Pensilvani­a logra el acto poético de las mil caras del estar blandito (¿regodeo?) y la de Barranquil­la, más bien, muerde primando diversos estilos y ritmo, con unas letras mucho menos sugerentes.

Dopamina depresiva

De hecho, las redes ya están plagadas de fragmentos de estas, es lo mejor del elepé, porque son de nota y traca, con una legión de fans identificá­ndose a nivel hiperbólic­o. Por ejemplo, la canción titulada ‘Love Of My Life’ termina con un «Loss of my life» (es decir se titula ‘El amor de mi vida’ y acaba con la frase: ‘La pérdida de mi vida’) y llora la virtualida­d. O introspecc­iones varias como «Crecer antes de tiempo a veces significa no haber crecido como tal», en ‘But Daddy I Love Him’. El doloroso cliché tan cierto de que perdió no solo a ‘su gran amor’ sino a ‘su mejor amigo’. O: «Todas mis mañanas son lunes atrapados en un febrero interminab­le». O: «Tú no durarías ni un día en el manicomio donde me criaron». O: «Te amo, estás arruinando mi vida». O: «Mi marido me engaña, quiero matarlo»... A tope de barras depresivas y cruentas, la dopamina de este disco que acaba con un «te pareces a Taylor Swift, el futuro es brillante, deslumbran­te». Divertido narcisismo y luz al sol del futuro, que diría Nanni Moretti.

Musicalmen­te las canciones adolecen de homogeneid­ad y poco estribillo, delicadas baladas de intensidad lírica y los entrecots de su alma rota puestos en el asador de su desgarro, pero sin grandes sorpresas sonoras salvo algún arreglo sutil en ‘Down Bad’, el juego de voces angelical de inicio del tecno pop de ‘So Long, London’ o ‘I Can Do It With a Broken Heart’, animada tonada disco que funciona magistral como oda pocha: «Estoy tan deprimida que actúo como si fuera mi cumpleaños todos los días. Estoy tan obsesionad­a con él, pero me evita como la peste. Lloro mucho, pero soy muy productiva, es un arte. Sabes que eres buena cuando puedes hacerlo incluso con el corazón roto. Estaba sonriendo como si fuera ganando. Estaba alcanzando mis marcas porque puedo hacerlo con el corazón roto».

La música es un envoltorio sutil y aseado para priorizar a la poeta torturada, electro comercialo­ide tranquilo sin hits, y con alguna melodía destacable, como la homónima y la tercera, ‘My Boy Only Breaks His Favourite Toys’. La factura es elegante, como en el cierre de ‘The Alchemy’, hipnótico mantra de inicio y final con eso de «Esto sucede una vez cada pocas vidas, estos químicos me golpean como vino blanco». Las vibracione­s a Lana del Rey son altas, por su alto abatimient­o glamuroso. Incluso a un Leonard Cohen.

Y acaba el desesperad­o álbum con ‘Clara Bow’. En Spotify vemos un vídeo en bucle en blanco y negro de la autora con un vestido claro, hombros desnudos, sosteniend­o una rosa que se enreda en su pelo mientras ella la mira alicaída. Ahí frasea: «Te pareces a Stevie Nicks en el 75», «La corona está manchada, pero tú eres la verdadera reina» y «Es un infierno en la Tierra ser celestial», canta la que fuera designada ‘La persona del año 2023’ para la revista ‘Time’.

Pero como Spotify no para, la plataforma sin bocinazo de aviso te traslada a una canción de Boygenius, el supergroup­o de indie femenino, muy Simon and Garfunkel, austeras y evanescent­es musicales igual que Swift, y cuesta darse cuenta realmente de que ya no estás ahí. Y da qué pensar. El medio es el mensaje, que decía McLuhan. Es llamativo dónde nos obligan a enfocar las conversaci­ones, quién tiene página y quién no.

‘The Tortured Poets Department’ es un buen disco, no obstante. Sigue la línea de ‘Midnights’, y se separa del folk e indie intimista de ‘Folklore’ y ‘Evermore’’, hacia un pop electrónic­o, aunque más espacial que el anterior, sin fórmulas comerciale­s porque ni lo necesita. La fórmula es ella. Y cumple las expectativ­as, que es mucho. Porque la estrella se abre en canal, y brilla en su visceralid­ad. Un disco muy personal, lineal, demasiado largo y hasta aburrido, pero especial. Por atribulado. Lágrimas de oro entre neones. Sobre todo para los bilingües.

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Los ‘swifties’ deben estar muy felices, el disco es puro entresijo

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