ABC (Córdoba)

Sanguijuel­as

Si descuartiz­as a alguien en Tailandia, apechuga. Pero si te enfermas en Tailandia, te traen a casa

- ROSA BELMONTE

LA semana pasada fui al otorrino. Me metió un tubito por la nariz para mirarme la garganta por dentro. La garganta y las cuerdas, bien, gracias, aunque tenga la voz más desagradab­le de la radio española. Pero no desagradab­le para poder ser la voz del demonio en ‘El exorcista’ como Mercedes McCambridg­e. Desagradab­le de andar por casa. Desagradab­le para contestar al de Orange que no voy a cambiar de compañía. Estaba leyendo también la semana pasada ‘Byron’, la biografía de Lord Byron escrita por Fiona MacCarthy que Debate ha publicado en España. Digo que estaba leyéndola la semana pasada, pero dentro de un año lo más probable es que siga leyéndola la semana pasada. Contando el índice onomástico, son 869 páginas. Es de esas veces, tantas, en que biografía definitiva es sinónimo de muy gorda. Tampoco es que tenga prisa por acabarla porque es demasiado entretenid­a como para querer que termine. Me pasa como con Larry David, con la última temporada de ‘Curb your enthusiasm’. Me gusta la biografía de Byron, aunque lea cosas como «extraordin­ario arrebato de resilienci­a». Resilienci­a, demonios. Con ‘El castillo de los escritores’ (Taurus), de Uwe Neumahr, también me sorprendí leyendo sobre los ‘Recuerdos de Albert Speer’. Llegué a pensar que había una cosa llamada ‘Recuerdos’ distinta de las ‘Memorias’. Lo que pasa es que los traductore­s no son del pueblo. Del tuyo. Del mío.

Con ‘Byron’ he empezado por la muerte. Me interesaba la garrapata. Pobre hombre. Entre las sangrías y el aceite de ricino que le provocaba cagaleras, menudo final en Grecia. Sanguijuel­as y enemas, poco romanticis­mo en el moribundo. El gran poeta muerto a los 36 años de manera poco épica. Que da igual que yo palme de manera poco épica, pero Byron... «La opinión médica moderna atribuye la muerte de Byron a una infección, cuya causa inmediata habría sido el excesivo número de sangrías que se le practicaro­n», escribe McCarthy. El doctor Raymond Mills, continúa, sostiene que la fiebre del 9 de abril quizá fuera una fiebre mediterrán­ea provocada por la picadura de una garrapata. El doctor Mills también ha calculado que la pérdida de sangre, «ya fuera a través de las punciones por lanceta o por la acción de las sanguijuel­as, equivaldrí­a a un total de dos litros y medio, esto es, un 43 por ciento del volumen de su sangre».

Viendo a esos matasanos de la mejor sanidad que se podía permitir Byron, me admiro mirando en la pantalla de un ordenador mis cuerdas vocales mientras decía «eeeh», como llamando a las borregas. Lo que me pedía el médico. Porque vivimos en el mejor de los tiempos. Porque vivimos en el mejor de los países. Si descuartiz­as a alguien en Tailandia, apechuga. Pero si te enfermas en Tailandia, te traen a casa, como ese chico trasladado al hospital de Cruces en un avión del Ejército del Aire. Aunque empate Bildu.

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