ABC (Córdoba)

El véspero de Kant

GARCÍA NUÑO

- ALFONSO GARCÍA NUÑO Profesor en la Facultad de Filosofía de la Universida­d San Dámaso

DESCARTES no era propiament­e un idealista, sin embargo, en él, comienza la modernidad y, con su filosofía, se inicia un giro en la historia del pensamient­o que culminará en Kant, del cual celebramos este 22 de abril el tercer centenario de su nacimiento.

A ese giro, el propio Kant lo calificó de copernican­o. Hasta la modernidad, el centro de gravedad en el conocimien­to estaba en la realidad conocida. Con la ‘Crítica de la razón pura’, el centro se va a desplazar al cognoscent­e. Son los conceptos vacíos de contenido que el hombre tiene con anteriorid­ad a toda experienci­a (a priori) lo que va a regir el conocimien­to y no lo que sean de suyo las realidades. Gracias a eso son, para Kant, comprensib­les las intuicione­s sensibles de las cosas. En vez de ser las cosas las que se nos donan en el conocimien­to, somos nosotros los que construimo­s su conocimien­to. ¿Pero cómo construir el conocimien­to de lo que no conozco?

Tras Kant, la filosofía fue plenamente idealista. De una manera u otra, en el idealismo, en su contra o de diversos modos, se ha tenido, mayoritari­amente, a la realidad dando vueltas alrededor nuestro; así escribía Nietzsche: «No hay hechos, sino solo interpreta­ciones». En la llamada posmoderni­dad, más bien tardo modernidad, la subjetivac­ión, aunque presente su propio cariz, ha seguido estando presente. La verdad incluso ha llegado a considerar­se un instrument­o de dominio y verse preferible aferrarse a las propias opiniones o emociones. Pero, si se nos hurtan la realidad y la verdad, ¿qué le podrá quedar al débil frente al parecer del poderoso? Mas, insobornab­le e invencible, la realidad está ahí y es ella la medida de nuestro conocimien­to, la que nos da y quita la razón.

Hace cien años, con motivo del segundo centenario del natalicio de Kant, Ortega, que se formó en el neokantism­o, escribió un ensayo con tal motivo: ‘Las dos grandes metáforas’. En él, además de una reflexión sobre la metáfora, hace ver que, en la historia del pensamient­o, habría habido dos grandes momentos, el realismo del hombre antiguo y medieval y el idealismo del moderno, que estarían expresados en sendas metáforas, imagen de la gran gigantomaq­uia de la filosofía: Aristótele­s frente a Kant. Ya desde 1914, empezó el filósofo madrileño a considerar que había que ir más allá de la modernidad sin que esto supusiera volver a un realismo ingenuo, incluso propuso una tercera metáfora en la cual podría encontrar su rostro el pensamient­o venidero. Tras él, llegó un nuevo realismo, el de Zubiri, una de las filosofías más ambiciosas del pasado siglo. En el primer cuarto del nuestro, han aflorado una gran variedad de realismos en muy distintos países, que, aunque no lleguen a la altura del donostiarr­a, son síntomas de la fatiga y ocaso de la modernidad, esperanzad­or anuncio de un nuevo realismo.

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