ABC (Córdoba)

Primer diálogo público entre Ortega Lara y uno de sus salvadores

▶ «Sabía que no había una salida negociada y me preparé para lo irreversib­le»

- PABLO MUÑOZ

Casi al mismo tiempo que la Audiencia Nacional procesaba a cuatro exjefes de ETA por el secuestro y asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco, José Antonio Ortega Lara y el coronel de la Guardia Civil Manuel Sánchez Corbí –la víctima y una persona clave en su rescate, que provocó la venganza de la banda en forma de ese crimen atroz– coincidían ayer por primera vez en público. Fue en el II Congreso Internacio­nal de Víctimas del Terrorismo, celebrado en el Aula Magna de la Universida­d CEU San Pablo, en un diálogo moderado por el periodista José Antonio Zarzalejos.

«Ensayé mi suicidio por ahorcamien­to, les pedía que me dejaran morir con dignidad», relató el exfunciona­rio de prisiones. «Sabíamos que o le encontrába­mos o no tendría salida; nos dejamos el alma porque José Antonio estaba condenado», explicó el guardia civil, hoy en excedencia voluntaria.

«Pensé en ahorcarme»

Porque el de Ortega Lara no fue un secuestro como los demás, que tenían un móvil económico: «Era un chantaje al Estado y, al menos entonces, tenía la firmeza suficiente para no ceder», explicó Sánchez Corbí. «El 17 de enero de 1997, un año después de haber sido secuestrad­o, me dejaron leer un ejemplar de un periódico en el que se informaba de la detención de José Luis Urrusolo Sistiaga, uno de los etarras más sanguinari­os del comando Madrid. Entonces supe que mi caso no tendría una salida política o negociada. Me tenía que preparar para lo irreversib­le», añadió la víctima.

«El día que liberamos a Ortega Lara vi la imagen de un náufrago, no se parecía nada a la persona que entró allí»,

recordó el coronel. La crueldad de los terrorista­s se reflejaba bien en ese cuerpo. Horas antes ETA había puesto fin al secuestro del empresario José María Aldaya: «Salió más gordo», señaló el investigad­or para explicar la diferencia de trato entre uno y otro.

«Tres cosas me ayudaron a sobrevivir –relató Ortega Lara–. La familia, con la que hablaba cada día; mis conviccion­es religiosas, que me llevaban a rezar hasta diez rosarios al día, aunque me enfadaba con Dios y le pedía que me diera una salida; y el método, pues aunque tenía el cuerpo dolorido y el alma en una nube me aseaba cada día, me afeitaba, hacía estiramien­tos»... Sánchez Corbí recuerda la tensión de la liberación con el comando etarra detenido, la Guardia Civil en la nave de Mondragón (Guipúzcoa) y ningún rastro sobre el secuestrad­o: «Mantuvimos la fe, teníamos la determinac­ión de tirar abajo la nave hasta encontrar a José Antonio».

El diálogo entre el exfunciona­rio y el coronel fue seguido con emoción, sobre todo por los más jóvenes. Para Ortega Lara es muy duro rememorar ese episodio de su vida y no pudo evitar quebrarse por la emoción. Perdona, pero no olvida. Y sobre todo mantiene la misma dignidad con la que quería morir en ese agujero de Mondragón en el que permaneció 532 días: «Que sirva de referencia a los jóvenes».

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// CEU Corbí, Zarzalejos y Ortega Lara, en el Congreso de Víctimas del Terrorismo

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