ABC (Córdoba)

Nadal se regala un día más en Madrid

Sin forzar el cuerpo, disfruta de un estreno plácido ante Blanch y del calor del público. Mañana: De Miñaur

- LAURA MARTA MADRID

A lo largo de su carrera, muchas de las actuacione­s de Rafael Nadal solo se explican porque era él quien las protagoniz­aba: ese ganar los partidos cuando el rival ya está celebrando el triunfo, ese revolverse ante las dificultad­es, ese prevalecer en el empeño, ese recomponer el resultado cuando todo el mundo ve el contrario, ese retorcer la lógica para inclinarla a su favor. Ayer, en un jueves de poco calor, atípica la hora de comienzo porque ya eran casi las seis, sobrevolab­a la Caja Mágica un sentimient­o inexplicab­le que solo se entiende porque es Nadal quien lo crea: alegría, esperanza, ilusión, aliento contenido. El personal, que llenaba como siempre y como nunca la pista central, vivía compungido el inicio del balear contra Darwin Blanch, invitado a una fiesta que no entendía porque casi no ha llegado todavía al circuito y el que tenía al otro lado de la red ha ayudado a construirl­o en estos últimos veinte años. Pero esto es Nadal, despejar el miedo de la grada a que fuera su última actuación en la Caja Mágica con voluntad y corazón más que con potencia y rodaje de competició­n.

Se regalaba el campeón de 22 Grand Slams un día más, tanto en el presente más inmediato, que no es solo Madrid, y también en el partido, con un break ya en el segundo juego que animaba al personal, habrá más Rafa, aunque sea un poco más, escondidas todavía las lonas que la organizaci­ón ha preparado para un día que el planeta tenis asume temprano, pero que no fuer ayer. Nadal se niega.

Chocaban dos tenis, aunque el balear son muchos tenis ya de por sí, pero había potencia en el chaval de 16 años, dos primeros saques directos a 213 y 215 por hora, e inteligenc­ia y experienci­a en quien cumplirá 38 años en junio. Sin forzar, que lo único que deseaba Nadal en este partido era no romperse, golpeaba con efecto, sin grandes diabluras pero sí intención, porque caía Blanch una y otra vez en la trampa, precipitad­o el muchacho porque el escenario, el rival, el «vamos, Rafa»

y el «Madrid te quiere, Rafa» casi en cada punto, el aprendizaj­e no está completado. Todo llegará, no ayer.

Ganaba un par de cursos de golpe con este estreno en Madrid. El pupilo de la Academia de Juan Carlos Ferrero, quien lo observaba desde su palco, habla español, inglés, tailandés y chino, por su vida trotamundo­s, pero no entendía el lenguaje en el que le hablaba Nadal en este partido. Los saques del de Manacor no llegaban a los 190 kilómetros por hora, tampoco se atrevía con derechas de las suyas ni el revés era el de las grandes tardes, pero era la efectivida­d del tenis de otra época la que prevalecía: juego cortito, alto, dirigido, angulado, sin errores. E iban cayendo los juegos hacia su marcador, incansable­s, inagotable­s, como es él.

No era el Nadal de las gestas enormes ni falta que le hacía, que para eso tiene todo el tenis de los últimos veinte años mezclado en la mano. Sabe dosificar como nadie y no permitía que Blanch le estropeara el desenlace. Sonrisas y saludos a la grada, musitando un gracias a todos, recogiendo el calor del público que le aplaudía todo lo que ha sido y todo lo que todavía dará mañana, contra Alex de Miñaur, su último verdugo, la semana pasada en Barcelona. También Rafael Nadal júnior celebraba que su padre siguiera ahí, en la pista, de donde no quería nadie que se marchara. Fue su victoria 57 en Madrid y amplió uno de esos registros que será difícil volver a ver: es tercero con un balance de 475 victorias y solo 46 derrotas en tierra batida, por detrás de Guillermo Vilas (681/173) y Manuel Orantes (571/171).

Pero, para él, es más importante el día de más: «No soy una persona de resultados, soy realista. He jugado contra alguien con potencia, pero que me ha dado facilidade­s. No cambia mi perspectiv­a de futuro, pero es una buena noticia. Estamos aquí casi de regalo. Hace tres semanas no sabía si podría volver a jugar un partido oficial, y esto es una buena noticia. Necesito que sucedan cosas mejor. Y estando en casa es imposible que sucedan», comentó.

El tenis está ahí, poco a poco, pero también es una cuestión mental la que está intentando poner en su punto. «No me afecta el ganar o perder, es parte del día a día. Lo que cuesta más a veces es salir a tope. Hoy tengo que ir con más cuidado y en la parte mental para alguien como yo, cuya máxima es esforzarme al máximo, sea cual sea el momento y las posibilida­des de ganar, es difícil. Tengo la experienci­a, tengo aceptado el momento en el que estoy y trabajo y convivo con ello. Sin dramas». Por eso, fue rotundo de cara a mañana contra De Miñaur: «Me sorprender­ía ganar. Me cambia la parte emocional, porque sería un día más aquí, pero no me cambiará mi carrera ni el torneo. No aspiro a ganar». Pero la Caja Mágica sí gana: un día más de Nadal.

«Estamos aquí casi de regalo. Hace tres semanas no sabía si volvería a jugar un partido oficial»

«En la parte mental, ahora tengo que ir con más cuidado y eso, para alguien como yo, cuesta»

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// AITOR MARTÍN Nadal celebra el triunfo de ayer, en la Caja Mágica, ante Blanch

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