ABC (Córdoba)

A Pedro le ha salido mal

Si Sánchez quería acabar con la polarizaci­ón, la ha elevado. Si quería salir reforzado, se queda más débil. Y si quería irse, ha escrito el peor epílogo

- ANA I. SÁNCHEZ

ALGÚN día tenía que llegar. El genio de la resilienci­a y de las piruetas políticas extremas se la ha pegado. La cúpula socialista se dio ayer un baño de militantes ante las puertas de Ferraz, pero allí no estaba la ciudadanía a la que apeló Sánchez en su carta abierta. Un día antes de conocer el resultado de su todavía incomprens­ible «reflexión», y tras varias jornadas viendo a los socialista­s comportars­e bochornosa y lamentable­mente, más como una secta que como un partido, el jefe del

Gobierno se encuentra en un callejón de difícil salida más allá de la dimisión.

Si su verdadera intención, como afirmó en su carta, era abrir un periodo de reflexión colectiva para rebajar la crispación del país, el resultado ha sido el contrario. Su mensaje, y la maquinaria posterior de Ferraz, han provocado que los socialista­s sintieran como propia la agresión de la ultraderec­ha que denuncia Sánchez, y han cerrado filas incondicio­nalmente. En lugar de reflexión colectiva para el entendimie­nto, ha logrado un enfrentami­ento colectivo para la ruptura. Hoy, el país está peor que hace una semana, frontalmen­te dividido entre quienes apoyan a Sánchez y quienes están en contra.

Si su intención era salir reforzado políticame­nte, el resultado también está siendo el contrario. En estos últimos días hemos visto a dos de sus socios clave en el Gobierno, Carles Puigdemont y Pere Aragonès, atacarle con dureza y ponerle en evidencia públicamen­te. Si decide seguir, hará el ridículo al darle la razón al PP en que su «plena reflexión» era solo una maniobra para reafirmars­e y ser jaleado por los suyos. Ni que decir tiene que la oposición le achicharra­rá durante el resto de la legislatur­a por su huelga de cinco días.

Cuanto más débil está un presidente del Gobierno,

más caros le cuestan los apoyos, y en el bloque de investidur­a hay partidos que se frotan las manos pensando en que, si Sánchez continúa, harán más caja. La primera ocasión, la posible moción de confianza que no serviría para resolver la crisis que le llevó al retiro porque fue ajena a sus apoyos en el Parlamento, pero sí como coartada para justificar que continúa. Segurament­e, este examen lo sacaría adelante porque Moncloa puede amenazar a sus socios con convocar elecciones con el efecto, entre otros, de hacer decaer la amnistía , pero no le resultará gratis.

Si la intención de Pedro Sánchez era intentar dar el salto a la piscina de los organismos internacio­nales, su pataleta ha deteriorad­o considerab­lemente su imagen y la de su mujer en el exterior. Él ha quedado retratado como un líder irresponsa­ble porque resulta incomprens­ible que un jefe de Gobierno dispare la incertidum­bre de su país con una presidenci­a vacante durante cinco días. Sobre Begoña Gómez, sus problemas con la Justicia han dado la vuelta al mundo.

Si, por último, nunca hubo táctica sino solo intención de dimitir y así lo acaba haciendo, su carta es tan impropia para un jefe del Gobierno que supone el epílogo más nefasto para quien fue durante años el rey del relato de resistenci­a.

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