Campo minado
El momento turístico es de dulce, pero vienen reglas excesivas o necesarias, según se mire
EL turismo extranjero ha vuelto a Córdoba con la firmeza de antaño, lo que ha dejado unas cifras totales de visitas y ocupación hotelera récord en un arranque anual. Un saldo que multiplica la expectativas de cara a todo el año, con un viajero nacional que mantiene su concurrencia, el fuelle de los apartamentos y pisos turísticos —sin registro oficial para medir su crecimiento— y el efecto del sector de los congresos que empieza a notarse como tantas veces se proclamó. La cobertura de plazas entre semana y las reservas hosteleras dan cuenta del flujo llamado MICE en el desierto de antaño. Momento, pues, de dulce para la ciudad. De moda en la mesa y el mantel, convertida en uno de los destinos mejor conectados por alta velocidad, a punto de romper el cascarón de los vuelos comerciales y con un escenario y un patrimonio cultural e histórico incomparables. Sin bajar la valoración que le otorgan los turistas. Algo anclada en el gasto por el peso aún notable de los excursionistas fugaces... Puede torcerse el rumbo, pero todo apunta al año turístico de Córdoba, siempre tras el cogote de los grandes lugares urbanos.
Sin embargo, a la par que los ojos hacen chiribitas en el Ayuntamiento de Córdoba y en todos los operadores vinculados al turismo —recuérdese el peso de los servicios en el mercado de trabajo local y sus aristas—, sobre la mesa hay pendientes una serie de reglamentaciones y planteamientos que van a minar el ancho campo que muchos ven en el horizonte. A roer la tentación. Un contrafuerte que puede resultar excesivo o necesario, según se mire, puesto que la disyuntiva de fondo está ahora mismo en cómo crecer y aprovechar esta coyuntura —muchos se acordarán de los años de la pandemia—. ¿Turistas en cantidad o en calidad...?
El alcalde anunció el viernes la redacción de una ordenanza para regular el fenómeno de los pisos turísticos mientras las hormigoneras hacen su agosto en cualquier bajo comercial cerrado a la espera de que llegue el cerrojazo. La norma es obligada tras el decreto de la Junta de Andalucía, y probablemente se opte por criterios equilibrados sin ánimo persecutorio, pero la complejidad está en su cumplimiento real. Tantas ordenanzas escritas y tantas incumplidas que apenas aspiramos al efecto disuasorio.
Sobre la mesa tampoco se ha olvidado la tasa turística, un debate en el que tanto el Gobierno andaluz como los municipales tampoco se ven entusiasmados, aunque merecería la pena una larga pensada o una alternativa —las entradas prometidas de los museos— que sirviera de acicate y fondo compensatorio para el sostén de un tesoro irrenunciable. También asomará el Plan de Gestión del Casco, en el carril lento, como un dibujo teórico de oportunidades y riesgos que deben convivir con la sangrante demografía y los agujeros negros de un conjunto histórico donde cada vez es más difícil vivir. ¿Crecer a costa de qué o bajo qué premisa...? A diario llegan ecos de los lamentos que otras urbes más empoderadas en los ranking sueltan. Sería un error imperdonable, empero, desaprovechar el escaparate. Con lo cual, queda la serenidad, la astucia y el sentido común para andar sobre un campo minado.