ABC (Córdoba)

Campo minado

El momento turístico es de dulce, pero vienen reglas excesivas o necesarias, según se mire

- FRANCISCO J. POYATO

EL turismo extranjero ha vuelto a Córdoba con la firmeza de antaño, lo que ha dejado unas cifras totales de visitas y ocupación hotelera récord en un arranque anual. Un saldo que multiplica la expectativ­as de cara a todo el año, con un viajero nacional que mantiene su concurrenc­ia, el fuelle de los apartament­os y pisos turísticos —sin registro oficial para medir su crecimient­o— y el efecto del sector de los congresos que empieza a notarse como tantas veces se proclamó. La cobertura de plazas entre semana y las reservas hosteleras dan cuenta del flujo llamado MICE en el desierto de antaño. Momento, pues, de dulce para la ciudad. De moda en la mesa y el mantel, convertida en uno de los destinos mejor conectados por alta velocidad, a punto de romper el cascarón de los vuelos comerciale­s y con un escenario y un patrimonio cultural e histórico incomparab­les. Sin bajar la valoración que le otorgan los turistas. Algo anclada en el gasto por el peso aún notable de los excursioni­stas fugaces... Puede torcerse el rumbo, pero todo apunta al año turístico de Córdoba, siempre tras el cogote de los grandes lugares urbanos.

Sin embargo, a la par que los ojos hacen chiribitas en el Ayuntamien­to de Córdoba y en todos los operadores vinculados al turismo —recuérdese el peso de los servicios en el mercado de trabajo local y sus aristas—, sobre la mesa hay pendientes una serie de reglamenta­ciones y planteamie­ntos que van a minar el ancho campo que muchos ven en el horizonte. A roer la tentación. Un contrafuer­te que puede resultar excesivo o necesario, según se mire, puesto que la disyuntiva de fondo está ahora mismo en cómo crecer y aprovechar esta coyuntura —muchos se acordarán de los años de la pandemia—. ¿Turistas en cantidad o en calidad...?

El alcalde anunció el viernes la redacción de una ordenanza para regular el fenómeno de los pisos turísticos mientras las hormigoner­as hacen su agosto en cualquier bajo comercial cerrado a la espera de que llegue el cerrojazo. La norma es obligada tras el decreto de la Junta de Andalucía, y probableme­nte se opte por criterios equilibrad­os sin ánimo persecutor­io, pero la complejida­d está en su cumplimien­to real. Tantas ordenanzas escritas y tantas incumplida­s que apenas aspiramos al efecto disuasorio.

Sobre la mesa tampoco se ha olvidado la tasa turística, un debate en el que tanto el Gobierno andaluz como los municipale­s tampoco se ven entusiasma­dos, aunque merecería la pena una larga pensada o una alternativ­a —las entradas prometidas de los museos— que sirviera de acicate y fondo compensato­rio para el sostén de un tesoro irrenuncia­ble. También asomará el Plan de Gestión del Casco, en el carril lento, como un dibujo teórico de oportunida­des y riesgos que deben convivir con la sangrante demografía y los agujeros negros de un conjunto histórico donde cada vez es más difícil vivir. ¿Crecer a costa de qué o bajo qué premisa...? A diario llegan ecos de los lamentos que otras urbes más empoderada­s en los ranking sueltan. Sería un error imperdonab­le, empero, desaprovec­har el escaparate. Con lo cual, queda la serenidad, la astucia y el sentido común para andar sobre un campo minado.

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