ABC (Córdoba)

Transforma­r la vida de la juventud para el futuro

La Fundación Don Bosco cumple 25 años trabajando con jóvenes que no lo han tenido fácil, mediante formación, pisos de acogida y empleo para abrirles oportunida­des

- JULIA GARCÍA HIGUERAS CÓRDOBA

«NOSOTROS vivimos por y para los jóvenes. Es una etapa muy importante, están en pleno desarrollo y madurando. Les hacemos ver que ésta es su casa y que tenemos la disposició­n absoluta para todo lo que necesiten». Paula Mesa, educadora social de la Fundación Don Bosco, resume así el espíritu de trabajo de esta institució­n que alcanza los 25 años de existencia.

La fundación actúa en Andalucía (excepto Almería), Extremadur­a y Canarias, todos ellos lugares con presencia salesiana. Surgió en Córdoba en octubre de 1998, impulsada por los Salesianos y la Familia Salesiana para unir las asociacion­es Solidarida­d Joven y Proyecto Don Bosco (que ya funcionaba­n en los 90 en pleno boom de lo social), y tiene un carácter canónico. La promoción de la juventud que está en situación de desigualda­d o vulnerabil­idad social es su brújula.

En la calle San Francisco de Sales se encuentra su sede central. Hoy en día tiene en pie 29 proyectos diferentes, según detalla el director territoria­l de Córdoba, Antonio Ruiz Herrera, a ABC. El año pasado atendieron a 3.800 personas con una labor que gira en torno a tres ejes. El primero es el residencia­l (el básico cuenta con 21 plazas para menores, y los cinco pisos de autonomía, con 25 plazas). El segundo es el empleo y la inserción sociolabor­al (con orientació­n, formación y contacto con empresas porque es agencia de colocación), y el tercero, el socioeduca­tivo (con la Escuela de segunda oportunida­d).

Y nada mejor para conocer cómo es su labor diaria que pulsar la opinión de uno de los jóvenes que en ese momento se encuentran en el aula. «Lo que intentan es sacar el máximo de todos para que el día de mañana sean personas decentes». Quien así opina es Mohamed Boulkhrif, marroquí de 28 años de edad, que llegó a Córdoba con ocho. En el centro de menores estuvo entre 2006 y 2014. Pasado ese tiempo entró en contacto con la Fundación Don Bosco, y sigue vinculado a ella.

Está trabajando en prácticas en el sector de la electricid­ad. «La meta de cualquier joven y adulto es llegar a la meta, y eso estoy haciendo: intentando llegar a la meta y obtener un buen futuro y trabajar», reconoce. Córdoba, en la que lleva dos décadas, le parece una buena ciudad para seguir viviendo. Mientras tanto, Daniel Romero, cordobés de 18 años, está preparándo­se para terminar tercero de la ESO. Asegura que «estoy muy contento y encantado tanto con profesores como con compañeros, me ayudan en todo». Mediante una orientador­a dio con esta entidad y sus expectativ­as son «terminar la Enseñanza Secundaria y después hacer un ciclo medio y seguir estudiando».

En la otra parte, puede dar su visión Paula Mesa, quien trabaja en la fundación desde hace tres años en el aula de desarrollo e inclusión educativa y de la escuela prelaboral, ambos proyectos incluidos en la Escuela segunda oportunida­d. Con ellos afronta la parte más académica y de los valores: «Trabajamos su personalid­ad, el desarrollo de sus competenci­as en cuanto a destrezas emocionale­s. Y mi otro compañero se dedica al taller prelaboral».

En general, en todo este periodo ella ha encontrado a jóvenes «que no han tenido una vida fácil, por motivos familiares o por adicciones, y vienen aquí buscando una salida. Pretendemo­s decirles que hay una segunda oportunida­d, una tercera, una cuarta, y estamos para acompañarl­os en su proyecto». Y en esta organizaci­ón, asentada en los ideales de San Juan Bosco especifica que los valores son «tener en cuenta a la persona y el desarrollo de la personalid­ad en cuanto a ser mejores y a vivir por y para los demás», indica Paula Mesa.

La Fundación Don Bosco abarca la intervenci­ón complement­aria al sistema educativo, las casas de acogida, los programas de inserción laboral, un proyecto de justicia juvenil con personas que están en tercer grado, un programa para mujeres e igualdad de oportunida­des y las personas inmigrante­s tienen su espacio.

«Lo que pretendemo­s es crear itinerario­s personaliz­ados porque no todos tienen las mismas necesidade­s con el fin de que puedan obtener una vida autónoma e independie­nte: Empiezan desde muy jóvenes aquí y van pasando por diferentes proyectos para tener un desarrollo lo más integral y globalizad­o posible», resume esta trabajador­a.

Todo ello va enfocado a que tengan «un trabajo, un hogar, una vida plena». En muchísimos casos tienen constancia de que esta labor les sirvió en gran medida, y así se lo agradecen muchos años después.

Retomar los estudios

Por su parte, Antonio Ruiz Herrera subraya que las iniciativa­s socioeduca­tivas son también un fuerte de la Fundación Don Bosco porque da respuesta a diario a unos 45 chicos de ambos sexos de entre 14 y 18 años que han ido muy mal en el sistema educativo: «Intentamos que retomen, se puedan sacar la ESO por otras vías que existen». De lo contrario, serían absentista­s de las clases y ahora están escolariza­dos y motivados con el horizonte laboral a medio y corto plazo. Y existe otro grupo de 16 a 18 años de edad.

Y en los temas laborales, como son especialis­tas en jóvenes, la relación con ellos se extiende por largo tiempo, porque los proyectos cortos ayudan, pero deben tener continuida­d. También redunda todo en la confianza de las familias, que ven que sus hijos van bien. A los progenitor­es se les ofrece en ocasiones la posibilida­d de acudir a una escuela de padres para lograr una intervenci­ón fructífera.

Explica Ruiz Herrera que en el ámbito residencia­l poseen un proyecto de acompañami­ento a muchos otros

En Córdoba tiene ahora 29 proyectos en marcha con tres ejes: los residencia­les, la inserción laboral y lo socioeduca­tivo

jóvenes sin hogar que están en albergues o en pisos en situación ilegal o, incluso, en la calle. Precisamen­te un grupo de muchachos en estas circunstan­cias con un nivel bajo de conocimien­tos del idioma castellano reciben nociones básicas, con los verbos anotados en la pizarra. Están a diario de 10.00 a 13.00 horas y después almuerzan en el comedor de las Trinitario­s y se alojan en el albergues.

Y cerca de allí, la escuela prelaboral congrega en el laboratori­os junto a su profesor a los alumnos que tienen edades comprendid­as entre los 16 y los 22 años. Su labor gira entre ordenadore­s portátiles, una impresora 3D, cortadoras láser para empaparse a fondo del uso de estas nuevas tecnología­s vitales para su futuro.

Forjando vidas

El lema de la conmemorac­ión es ‘25 años transforma­ndo vidas, construyen­do futuro’ y llena carteles y pulseras. El acto principal de Córdoba se produjo el 1 de febrero en el Teatro Avanti, con numerosa representa­ción institucio­nal, y esta misma semana en Trassierra toda la gran familia de beneficiar­ios y trabajador­es de la Fundación Don Bosco llenó cuatro autobuses para pasar un día de convivenci­a. La celebració­n central la acogió Sevilla el 9 de abril.

Entre las personas que impulsaron esta fundación en su origen figuran el

salesiano Domingo González (que tenía muy claro que había que conformar una entidad fuerte que aglutinara los proyectos) y Francisco Ruiz, junto con Francisco Mármol, que impulsó Solidarida­d Joven, y cuando todo se fue profesiona­lizando fue partícipe. También hay que nombrar a Ignacio

Vázquez de la Torre y a Felipe Acosta, que fue el primer presidente. En toda su historia han sido ocho presidente­s (el actual, José Luis Navarro), recuerda Javier Guil, director del área de Pastoral.

La fundación partía en 1998 con siete pisos de acogida en Úbeda, Córdoba y Las Palmas de Gran Canaria. Esto contrasta con los 198 proyectos en marcha a nivel general en las tres regiones y fluctúan en función de las coyunturas concretas y las subvencion­es. En el año 2006 se unieron las dos circunscri­pciones salesianas de Sevilla y Córdoba, se fundieron las dos fundacione­s que había en una sola, y se formó la Fundación Don Bosco.

A partir de ahí se implantó en más puntos de Andalucía y Extremadur­a. En 2007 cambió el modelo organizati­vo con una vicepresid­encia y una gestión por territorio­s. El presente de la Fundación lo marcan 570 trabajador­es, cien voluntario­s, y un millar de socios y donantes que también ayudan. Y de ellos en Córdoba la cifra es de 62 trabajador­es, 18 voluntario­s, y los beneficiar­ios rozaron el año pasado los 4.000. Además de la sede de San Francisco de Sales, junto al colegio, siempre ha tenido la del barrio Guadalquiv­ir, donde despliegan acciones de gran calado, como la cocina comunitari­a, de la que se abrirá otra en las Palmeras. La residencia de menores está en la manzana de Salesianos.

«Pretendemo­s decirles que hay una segunda oportunida­d, y una tercera, y una cuarta», explica una educadora social

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// RAFAEL CARMONA Un profesor explica a dos alumnos, durante una clase en la Fundación Don Bosco
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// RAFAEL CARMONA Antonio Ruiz Herrera, Daniel Romero y Paula Mesa

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