La zozobra del socialismo andaluz
CUENTA atrás, este fin de semana, para la brillante operación sanchista convocando un plebiscito sentimental para asegurarse el apoyo entregado de los suyos ante las noticias que ponen en entredicho la manera de desenvolverse de su mujer, Begoña Gómez, al construirse un negocio académico mediante el intercambio de favores a cargo del erario público. Es una estrategia peronista o populista semejante a la que ensayó Iglesias con el chalet de Galapagar, condicionando a su electorado para avalar esa adquisición y blanquear la renuncia a sus principios. Todo el socialismo se ha volcado en la adoración del líder (¡Pedro, quédate!) con una exhibición impúdica de cesarismo para que los suyos no sólo apoyen que él se sitúe por encima de la ley, sino que además con una exaltación ridícula. El socialismo andaluz no ha sido menos, con Juan Espadas al frente de un video de coaching emocional nivel Tik Tok.
Ha sido, y sigue siendo, una semana de zozobra para los socialistas andaluces menos implicados con esta nomenclatura que ven cómo siguen sin puntuar en el marcador de la oposición, con la sensación de que se lo ponen demasiado fácil al PP, al que las estrategias del PSOE y el Gobierno le proporcionan viento de cola y gratis. En el socialismo andaluz sólo extraoficialmente fluyen las críticas al sanchismo y se habla del problema de la falta de referentes sólidos —con el problema añadido de que María Jesús Montero lidere la claque del sanchismo sin el menor compromiso andaluz, incluso avalando políticas que perjudican a Andalucía— para tener algo de confianza en el futuro.
Feudo decadente
El viejo gran feudo socialista del sur, algo más que reserva espiritual del PSOE durante años, ha perdido peso. El eje socialista se ha desplazado al norte. A medida que Sánchez ha unido su suerte a Frankenstein, tal como intuyó Rubalcaba, la capacidad de influencia del socialismo andaluz se ha devaluado más incluso que el voto. En 2023, aún suponía el 18% del total nacional. En la cita anterior, en 2019, se aproximaba al 21%, más o menos como en el periodo de victorias zapateristas en 2004 y 2008. El socialismo andaluz siempre dejó sentir su capacidad de resistencia en los tiempos más duros: suponía el 23% en 2011, cuando el zapaterismo se desplomaba bajo la onda expansiva de la crisis; y en las victorias marianistas del PP en 2015 y 2016, con Susana Díaz ahí, frisaba el 25% del total. El peso del voto andaluz para el PSOE va a la baja, pero el peso de su influencia es notoriamente menor.
El sanchismo triunfa en el eje norte, con su lógica polarizadora vinculada al nacionalismo. La salvación en el 23J se cimentó en Cataluña y País Vasco: Frankenstein sacó 42 escaños de ventaja a la derecha. Claro que unir su suerte al independentismo, con sus mensajes desahogadamente ventajistas para reclamar asimetrías, es algo que aleja al sanchismo de la sensibilidad andaluza. Sánchez ha logrado mantener prietas las filas a golpe de polarización, con el discurso de la amenaza fantasma de las fuerzas del Mal de la derecha y el mensaje del Muro, con él convertido en jefe de la Guardia de la Noche que protege éste. No es el mensaje que cale mejor en el sur. Por supuesto han viajado autobuses desde Andalucía a la performance del sábado en Ferraz, porque la clientela asume ese mensaje divisivo, pero en el socialismo andaluz hay muchas voces, al margen e los circuitos oficiales, atribulados al constatar que el sanchismo los aleja cada vez más de la ciudadanía.
Choque de trenes
Irónicamente, mientras el PSOE maniobraba hábilmente para convertir el plebiscito sentimental por Sánchez en un alegato contra la fangosfera, defendiendo que la política no puede o al menos no debe caer en el insulto o el acoso, Óscar Puente, como María Jesús Montero, sigue ahí con su teléfono móvil. Era inevitable sonreírse al oír al ministro de Transporte en el Comité Federal del PSOE exigiendo a la derecha que «dejen de enfangar, de emponzoñar, la vida pública». Sí, Óscar Puente pidiendo que no se enfangue la vida pública; el inagotable cinismo de la política tiene estas cosas.
Alguien ha publicado que Pedro Sánchez habría transmitido a sus socios que su favorito para sucederle es Óscar Puente. Todo, como se ve, aún puede empeorar. Aunque lo previsible es que el favorito de Sánchez para suceder a Sánchez sea el mismo Sánchez, una vez que se haya asegurado que las bases socialistas y además todos sus socios, desde Sumar y Bildu o Esquerra hasta la derecha carlistona del PNV y Junts, van a proteger el sanchismo y a garantizar la impunidad de Begoña Gómez. Ese parece el objetivo del presidente, y previsiblemente irá acompañado de medidas para intervenir en la Justicia e incluso en los medios con soluciones populistas de ‘control social’.
Lo normal es que el martes Óscar Puente siga siendo Óscar Puente, y que, por tanto, siga dedicando parte de su jornada a atacar y descalificar groseramente a sus rivales. La otra parte de la jornada seguirá dedicada a la gestión más descaradamente partidista que se recuerda en ese Ministerio siempre proclive a la agenda partidista de las inversiones. Puente continuará con sus lisonjas hacia Cataluña, País Vasco, Navarra, Asturias… para contentar a los socios de la mayoría Frankenstein; mientras despacha su hostilidad enconada hacia las comunidades donde no mandan ellos o sus socios, con especial saña contra Andalucía. Y no es una interpretación, sino datos oficiales de proyectos en la web del Ministerio. Esa hostilidad áspera, considerando que el estilo de Juanma Moreno no es particularmente beligerante, tal vez delate que ver al PP en Andalucía aún escuece. Pero, con toda seguridad, Puente está contribuyendo lo suyo a que esto vaya a seguir siendo así. Está logrando encabronar, sin medias tintas, a sevillanos y onubenses, a Granada, a la Costa del Sol, a Cádiz… a golpe de declaraciones de una hosquedad desabrida y un desprecio indisimulado.
Para desesperación de los socialistas andaluces.
Todo el socialismo se ha volcado en la adoración del líder (¡Pedro, quédate!) con una exhibición impúdica
Lo previsible es que el favorito de Sánchez para suceder a Sánchez sea el mismo Sánchez