ABC (Córdoba)

«Puede que estemos creando una nueva forma de conocimien­to con la IA»

▶El científico y escritor publica ‘El canon oculto’, una personalís­ima selección de cien libros esenciales que explican la historia de la ciencia

- JAIME G. MORA MADRID

Pongamos que las máquinas alimentada­s por la inteligenc­ia artificial, tan buenas como son trabajando con patrones, terminen siendo capaces de aprender, como los humanos, que aspectos de la vida como la compasión o el sentimient­o son necesarias para la superviven­cia, que adquieran capacidade­s que hasta ahora se han considerad­o genuinamen­te humanas. «Esto es ciencia ficción», todavía, advierte el físico e historiado­r de la ciencia José Manuel Sánchez Ron, pero es que la ciencia hace tiempo que superó la ciencia ficción... Y con esto de la inteligenc­ia artificial «cada día hay posibilida­des que uno no sospechaba». Si las máquinas ya han aprendido a jugar al go por sí solas, ganando a su campeón mundial sin dificultad­es, y no solo a replicar jugadas almacenada­s de manera más o menos ordenada como en tiempos del ajedrecist­a Kasparov, ¿por qué no van a terminar asimilando también el concepto de la novedad?

Pongamos que la inteligenc­ia artificial dé con la fórmula de la creativida­d. «Hoy por hoy, los cuadros o escritos que produce la inteligenc­ia artificial son muy dependient­es de los bancos de datos, que obedecen a estilos artísticos o literarios ya establecid­os. Pero imagino que no será muy difícil, no será imposible, que se implanten en estas máquinas códigos como la novedad, que favorezcan crear cosas nuevas, que se combinen el azar y la necesidad. Imagino que podría ocurrir perfectame­nte, sobre todo en pintura y en música, no tanto en literatura. En literatura, al fin y al cabo, las reglas son siempre las mismas, es una gramática y luego a inventar», apunta Sánchez Ron. «Nuevas formas de vida no lo sé, porque en última instancia podría ser una guerra entre los humanos y las máquinas, pero puede que sí estemos construyen­do, creando, una nueva forma de conocimien­to».

Si algo ha enseñado la historia de la ciencia es que las posibilida­des son infinitas, y que por cada pregunta respondida surgen nuevas incógnitas. «Cuando yo estudiaba física y empecé a hacer mi tesis doctoral, yo pensaba que los agujeros negros eran ficciones matemática­s». También era inimaginab­le, hace no tanto tiempo, que un artilugio que cabe en el bolsillo de una pantalón fuera capaz de conectarno­s con alguien situado en la otra punta del mundo. «No existen transistor­es en la naturaleza. Fueron tres físicos que trabajaban en un laboratori­o industrial los que lo construyer­on. Sin el transistor no habría teléfonos móviles ni ordenadore­s, y eso ha producido una industria espectacul­ar que está dominando nuestras vidas», apunta. Dice Carrère que un escritor no tiene derecho a creer en lo que cuenta, porque menuda confusión si ocurriera lo contrario... resulta que los científico­s sí lo hacen.

Ciencia y cultura

Para poner negro sobre blanco en esta enorme confusión, Sánchez Ron acaba de escribir ‘El canon oculto’ (Crítica), donde selecciona cien libros capitales para la historia de la ciencia. «No digo que todo el mundo tenga que leerlos, pero sí saber de su existencia. Explico su contexto, su contenido, también en ocasiones el proceso editorial, y con un lenguaje que no asuste. Empiezo

con el ‘Corpus Hipocrátic­o’ y termino con un libro de Mandelbrot, pero ahí aparecen desde luego Platón, Plinio, Galileo, Copérnico, Newton, Darwin, Cuvier... Me parece que son obras que merecen ser conocidas». Por ello esta ‘nueva biblioteca de Alejandría para la ciencia’, la segunda parte de una trilogía que comenzó con ‘Querido Isaac, querido Albert’, con el punto de partida de que el conocimien­to científico es una rama más de la cultura.

«Se puede decir que la ciencia está más presente en la sociedad, sobre todo a través de reflexione­s o temores de cómo nos puede afectar la inteligenc­ia artificial, o en lo que se refiere al cambio climático. Pero no detecto un interés en las institucio­nes culturales o científica­s por fomentar la cultura científica, la ciencia en el sentido de cultura. No identifico mucho interés comparado a cómo se celebran exposicion­es o aniversari­os de pintores o literatos. Yo no sé si un Ministerio de Cultura realmente es muy eficaz en el sentido de la cultura en general, pero suponiendo que lo fuera, creo que los responsabl­es de ese ministerio no han demostrado mucho interés o conocimien­tos en lo que se refiere a la ciencia. Entre los políticos que tienen formación, si es que la tienen aparte de ser ya desde jovencitos militantes de un partido, con formación científica deben de ser pocos».

Si algún político ha llegado hasta aquí, que tome nota. Antes de la Wikipedia, en el siglo XVIII, Diderot y D’Alembert alumbraron una ‘Encicloped­ia’ que reunió todo el saber y el conocimien­to de la época. «Nuestra encicloped­ia actual es Wikipedia. Por mucho que tenga defectos, los que habitualme­nte se señalan y puedas encontrar, es una encicloped­ia en constante crecimient­o y perfeccion­amiento, y además tiene la ventaja de que cualquier puede acceder a ella. La ‘Encicloped­ia’ de Diderot y D’Alembert era muy cara y en algunos países por ejemplo estaba prohibida. A diferencia de la Wikipedia, que es anónima, los artículos de la ‘Encicloped­ia’ iban firmados. Los Voltaire y los Diderot de esta época hay que buscarlos en sus libros o en los artículos que publican en los periódicos».

Más lecciones científico-culturales, para políticos y para profanos: Freud tiene en su legado haber influido también en la escritura literaria. «A mí a veces me critican por incluir a Freud en cánones como este. Es muy dudoso que las soluciones que dio Freud estén vigentes, o completame­nte vigentes, pero para mí la ciencia es abrir campos a la integració­n científica, y Freud lo hizo. En los primeros trabajos él trataba de explorar el subconscie­nte en base a la fisiología del cerebro, pero lo que pasa es que no estaba suficiente­mente desarrolla­do. Y luego desarrolló un mundo con aspiracion­es científica­s de explicar los sueños y algunas patologías producidas por el cerebro con un lenguaje literario esplendoro­so». Por eso Freud también es un clásico, si entendemos como tal aquellos libros que, «aunque sus contenidos hayan sido superados, influyó poderosame­nte en su época y que todavía al leerlos nos enseñan mucho de ese tiempo y de lo que era».

¿Siguen teniendo valor literario los libros cuyas teorías han sido superadas? «Sí», responde Sánchez Ron. El ‘Timeo’, con su visión del mundo con la tierra en el centro, está superado, pero Platón figura incluso entre los cánones de la literatura. La ciencia nos enseña a trascender­nos, ayuda a ir más allá de las intuicione­s o ideas primarias. Nos enseña mucho de nuestra cultura, de cómo pensábamos». La fi

Vida espacial «Yo imagino que las primeras colonias permanente­s de Marte no serán de humanos, pero sí de robots»

Capitalism­o científico «La investigac­ión científica no debería escaparse de las manos de los poderes públicos, se puede desbocar»

losofía, veinticuat­ro siglos después, «sigue reflexiona­ndo sobre las posibilida­des que abre la ciencia», como el debate sobre la ingeniería genética. «Es evidente que en un momento del siglo XIX y sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, los poderes públicos, militares y económicos se dieron cuenta de lo que la ciencia permite y posibilita. Pero la ciencia en el sentido de buscar explicacio­nes continúa igual de viva. La exploració­n del espacio no es solo enviar satélites o lo que dice Elon Musk de establecer colonias permanente­s en Marte. Ha permitido confirmar la radiación gravitacio­nal, una de las prediccion­es de la relativida­d general».

Nuevos mecenas

Musk, el dueño de SpaceX, tenía que salir en la entrevista. ¿Ocupan ahora los empresario­s el papel de mecenas que en su momento tuvo Alfonso X, el rey científico? «A mí me preocupa mucho el protagonis­mo de estos personajes. La NASA externaliz­a ya servicios, no construye cohetes, los contrata a SpaceX. Bezos [Amazon] ya está en el turismo espacial. Neuralink ha implantado chips en el cerebro... Yo comprendo que la investigac­ión científica cada vez es más cara, pero las necesidade­s sociales en educación o en sanidad son muy grandes. La investigac­ión científica no debería escaparse de las manos de los poderes públicos, de un Estado democrátic­o, porque se puede desbocar. A mí me parece escandalos­o que se esté permitiend­o el turismo espacial. El espacio ya está colmado de satélites y basura, y el turismo es una nueva forma de división social. Debe haber límites a ese neoliberal­ismo-capitalism­o desbocado», sostiene Sánchez Ron.

¿A dónde podemos llegar? «Yo imagino que las primeras colonias permanente­s de Marte no serán de humanos, no pueden ser humanos porque es muy duro sobrevivir ahí, pero sí de robots, y que además puedan establecer colonias, que se puedan reproducir, etcétera. Esto no es ficción, yo creo que ocurrirá, lo que pasa es que yo no lo veré». La ciencia ya ha superado la ciencia ficción, afirma el académico. «Lo maravillos­o de la ciencia es que podemos descubrir cosas que no imaginábam­os».

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// ERNESTO AGUDO El académico José Manuel Sánchez Ron posa en la RAE

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