ABC (Córdoba)

«Una película de gran presupuest­o es como una cocina con 40 chefs»

Viggo Mortensen ▶Vuelve a ponerse tras las cámaras para dirigir ‘Hasta el fin del mundo’, un wéstern con los códigos de siempre pero con unos personajes actualizad­os

- Director de cine y actor FERNANDO MUÑOZ MADRID

Convergen en los ojos de Viggo Mortensen todos sus grandes personajes, del Aragorn que lo convirtió en icono de Hollywood al seco mafioso de ‘Promesas del este’ que lo encumbró en los festivales europeos; pero cuando habla parece querer huir de todos ellos y solo ser algo parecido a un artista multidisci­plinar –Mortensen escribe poesía, guiones, dirige, compone la música, hace fotografía­s...– enrocado en su propio mundo. Un universo que él defiende por la vía de los hechos, sin apenas palabras, como si verbos y sustantivo­s no quisieran abandonar el mundo de sus ideas. Habla lento, exasperant­emente lento, con algo de hipnotizad­or de suave susurro monocorde y unos ojos azules que hacen imposible adivinar que ya tiene 65 años. Está en Madrid –donde vive cuando los viajes de trabajo se lo permiten– para presentar ‘Hasta el fin del mundo’, su segunda película como director. Un wéstern en el que la cámara, en lugar de seguir al héroe hasta la trinchera en la guerra de Secesión, se queda en el pueblo, viendo cómo la mujer tiene que empujar las fronteras de su propia libertad entre tanto desarrapad­o. Y no renuncia como cineasta al amor ni a la violencia de un género, el del viejo Oeste, que nunca muere, solo se transforma al calor de un héroe deconstrui­do y una heroína empoderada.

—¿Cómo dialoga este wéstern de 2024 con lo que está pasando en el corazón de Estados Unidos?

—No sé si dialoga... Mi punto de partida escribiend­o el guión, rodando la película, montándola y ahora presentánd­ola no es ideológico ni político. Estoy escribiend­o una historia sobre la época, sobre cómo hablaba la gente, la diversidad de la sociedad, que no siempre en el wéstern se mostró eso. Desde luego que los protagonis­tas no suelen ser gente no anglosajon­a... Creo que reflejamos fielmente todas las cosas culturales, raciales, de la arquitectu­ra... Yo creo que esto muestra un poco lo que siempre era. Hay gente que incluso hoy en día quiere negar la diversidad del país, pero siempre ha sido diverso. Como lo ha sido España también, durante siglos, muchos siglos, una mezcla de culturas y referencia­s...

—O sea que sí que hay algo de política al final, aunque sea en ese mundo...

—Bueno, se puede ver eso. Yo solo... para mí era tan importante mostrar la diversidad de la población como mostrar correctame­nte la arquitectu­ra de la época. Es un punto partida. Tú has sacado el tema, no yo, y me parece bien... En los coloquios con público la gente dice cosas muy interesant­es que no se me habían ocurrido, pero obviamente están ahí. No estoy necesariam­ente de acuerdo con todo, pero me parece bien que se vea como una idea. Aunque me sorprendan algunos comentario­s, al menos les ha interesado lo suficiente como para quedarse hasta el final de la película. Eso me parece muy positivo. La comunicaci­ón, el diálogo.

—Estábamos acostumbra­dos a ver wésterns en los que los hombres se iban a la fronteras a ampliar el mundo, casi nunca vimos a las mujeres. Usted dibuja una mujer que expande las fronteras de su vida y de otras mujeres. ¿Por qué utilizó el wéstern para contar una historia casi contemporá­nea?

—Empecé escribiend­o sin saber que iba a ser un wéstern. Empecé con la imagen de una niña de la que me preguntaba quién iba a ser como mujer. Y cuando me di cuenta de que esta es una mujer libre, independie­nte, algo descarada, muy suya, pensé que era interesant­e ponerla en una época donde era un poco más complicado ser una mujer así, libre de pensamient­o y de movimiento. En un lugar donde la frontera no se había cerrado todavía, donde había poquísima ley, justicia. Y donde la sociedad en general estaba dominada por los hombres y específica­mente por unos pocos hombres poderosos, corruptos y sin ningún tipo de escrúpulo. Me pareció interesant­e ponerla ahí.

—¿Qué importanci­a tienen las palabras para un cineasta que también hace poesía?

—Pues que es tan importante lo que no se dice y lo que no se explica como lo que se dice y se explica, es decir, lo que se enseña como lo que no a propósito. Esa es la delicadeza y lo bueno de las historias del cine cuando se hacen bien, y hemos intentado hacer eso.

—Eso es la poesía...

—Cuánto puedes quitar de un poema y que siga funcionand­o... En una película

es igual, aunque a veces es difícil, sobre todo si has escrito el guión y además te gustan las escenas rodadas que están ahí como al borde de ser eliminadas. He quitado cuatro escenas muy buenas porque cuando estaba montando la película vi que entorpecía­n el ritmo.

—¿Cuándo se disfruta más, ante el folio en soledad o en un set con 70 personas?

—Lo más hermoso del cine es el trabajo en equipo, pero eso también pasa con el guión. Aunque empecé a escribir esto en 2020 cuando estaba solo durante la pandemia, el primer borrador lo compartí por email con un par de amigos guionistas para ver qué opinaban. No siempre estoy de acuerdo, pero algo que digan los que son de confianza me pue

Un mundo en guerra «No hay guerra que no sea sucia, que no sea un desgaste, que no sea un caos y, finalmente, que no traiga mucha tristeza»

El arte y la actualidad «Trato de ser respetuoso con todo el mundo y de informarme antes de pronunciar­me»

de ayudar y ya empieza a ser un trabajo de equipo. Luego entran los actores, que tienen sus opiniones también. Me gustan las ideas, las sugerencia­s del equipo técnico como de los actores. El primer día se los digo a todos que si tienen algo que decirme que sea en el momento porque tres días después ya no se puede hacer nada.

—¿Ha encontrado ya la respuesta que escribe en el guión de por qué pelean los hombres?

—No... Esa es una pregunta que ofrezco para que se haga reflexión. Toda guerra, por muy noble que sea la motivación... es decir, el protagonis­ta se va a la guerra porque piensa que tiene motivos morales para participar. No es mi país, pero tengo experienci­a como soldado y me parece injusto lo que está pasando, entonces me voy a ayudar a poner mi granito de arena y arriesgar mi vida para eso... Pero, ¿por qué? No hay guerra que no sea sucia, que no sea un desgaste de energía, económico, que no sea un caos y, finalmente, que no traiga mucha tristeza y sufrimient­o para todo el mundo. Siempre es así.

—¿Entiende como artista jugarse su vida, la carrera, la cárcel?

—Sí, lo entiendo. También entiendo que él cuando vuelve a casa puede arrepentir­se de haber ido.

—¿Y usted, con todo tan polarizado, diría cosas que pueden poner en riesgo su carrera?

—Bueno... Trato de ser respetuoso con todo el mundo y de informarme antes de pronunciar­me. Si hablamos de las guerras... Hay gente que va hoy por motivos nobles, también a Ucrania y donde sea, pero siempre es problemáti­co, siempre es dañina la guerra. Creo que hay que tener el coraje de tus conviccion­es, de reflexiona­r y de participar en la sociedad. Me parece bien permanecer abierto a la diversidad de opiniones que hay y de las culturas. Me parece bien, muy sano.

—Ha hecho dos películas (la primera fue ‘Falling’) muy personales, con recuerdos de su madre... Ya que ha vivido años en España, ¿se plantearía hacer algo con lo que está pasando aquí?

—Podría ser, lo tengo que escribir o tendría que encontrar un guión escrito por otro que me pareciera que yo soy el director adecuado para contar esa historia. Pero sí, por qué no, me encantaría.

—Y como director, ¿se iría a Hollywood a rodar una superprodu­cción americana?

—Dudoso. He actuado recienteme­nte para Ron Howard en una película grande, que hacía unos años que no había hecho eso. Como director, a menos que me dieran corte final y control creativo, no porque no lo pasaría bien. Yo entiendo que las películas de altísimo presupuest­o y de estudio son comités compuestos de gente que en general no sabe nada de hacer cine y tiene que justificar sus puestos dando sus opiniones. Es como una cocina con 40 chefs. Sé que no me gustaría, pero si me dan ese control creativo y corte final pues sí.

—¿Qué es peor, el algoritmo, la inteligenc­ia artificial o ese comité?

—No tengo respuesta. No sé nada del algoritmo ni de la inteligenc­ia artificial.

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// JOSE RAMON LADRA Viggo Mortensen, ayer en un céntrico hotel de Madrid

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