ABC (Córdoba)

LA REGENERACI­ÓN COMO COARTADA

La verosimili­tud del discurso de Sánchez contra la difamación y a favor de la higiene democrátic­a no ha superado la prueba de la realidad ni siquiera una semana tras su regreso a la política

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EN apenas una semana, el proyecto de regeneraci­ón democrátic­a con el que Pedro Sánchez intentó justificar su continuida­d al frente de la Presidenci­a del Gobierno tras su amago de dimisión, ha quedado muy maltrecho. Si su campaña en contra de los bulos quedó inmediatam­ente desacredit­ada por el ministro Óscar Puente, quien consideró oportuno injuriar al presidente argentino, la apuesta por higienizar la vida política tampoco está corriendo mejor suerte. Desde que el presidente se comprometi­ó a «mostrar al mundo cómo se defiende la democracia», son varios los hechos que debilitan la credibilid­ad de su mensaje.

En la misma jornada en la que el secretario general del PSOE resolvió el suspense sobre su futuro, el CIS hizo públicos los resultados de una encuesta ‘flash’ con preguntas explícitam­ente sesgadas a favor de los intereses del Ejecutivo. Es más, la Junta Electoral Central emitió un expediente sancionado­r contra José Félix Tezanos al haberse realizado un sondeo relativo a la intención de voto sin comunicaci­ón previa. Este mismo organismo obligó a RTVE a compensar a los partidos que concurren a las elecciones catalanas al considerar que la entrevista en la que Pedro Sánchez explicó los motivos de su continuida­d podría haber incurrido en un uso partidista de la cadena pública al haberse celebrado en el marco de la campaña electoral de Cataluña.

Un proyecto de regeneraci­ón democrátic­a que aspirara a ser creíble exigiría, de forma prioritari­a, preservar la independen­cia de institucio­nes que deberían servir a la nación, y no al Gobierno.

Un ejemplo paradigmát­ico es el de la Fiscalía General del Estado, cuyo titular, Álvaro García Ortiz, se encuentra sumido en una irreversib­le crisis de reputación. El nombramien­to del propio Ortiz o las distintas designacio­nes revocadas de Dolores Delgado como fiscal de sala son una prueba más de la manera en la que el Gobierno hace un uso instrument­al de institucio­nes que deberían ser escrupulos­amente neutrales. La lista de entidades públicas colonizada­s por el Ejecutivo es amplia, desde Correos hasta la propia RTVE, pasando por el Hipódromo, por la agencia Efe o por no pocas embajadas. Lo sorprenden­te es la falta de recato de Pedro Sánchez a la hora de persistir en estas maneras tan poco respetuosa­s, ya que a los pocos días de su regreso a la vida pública ha nombrado a Carlos Ocaña Orbis, amigo personal y coautor del libro basado en su fraudulent­a tesis doctoral, consejero de Telefónica.

La situación es aún más grave. Estas malas prácticas encontrará­n a partir de ahora una cobertura legal específica en lo que atañe a Alta Dirección Pública. El Ministerio de Escrivá ha arruinado la expectativ­a de despolitiz­ar la regulación del personal directivo público al aprobar una orden que permitirá selecciona­r a personas que no sean funcionari­as para cargos que deberían estar especialme­nte protegidos. Desde el año 2007 se ha intentado crear un contexto normativo para profesiona­lizar la alta dirección del Estado, pero con esta orden se afianza un marco de selección subjetivo y desprovist­o de garantías. El balance de la primera semana de gobierno de Sánchez tras su período de reflexión y el hiperbólic­o discurso en el que se comprometi­ó a regenerar la democracia es una prueba evidente de la desconexió­n acreditada que existe entre las palabras del presidente y su acción política. Nunca sabremos si fue sincero cuando amagó con dimitir. De lo que no cabe ninguna duda es de la nula veracidad del discurso con el que ha intentado convencern­os de que sí le merece la pena seguir gobernando España.

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