ABC (Córdoba)

San Lorenzo, el cuidado de las raíces de las flores

El relevo generacion­al es posible en recintos en que personas jóvenes con entusiasmo mejoran cada año sus recintos bebiendo en las fuentes de la tradición

- LUIS MIRANDA

ENTRE árboles grandes y flores encarnadas que atraen a las abejas lo mismo que a las personas, no todo el mundo reparará en una pequeña maceta de flores que empiezan a crecer. Está en uno de los Patios del Juramento, en el que llaman verde, y en ella crecen juntos un pequeño olivo, apenas unas ramas con las inconfundi­bles hojas, y una buganvilla de brácteas blancas, que también existen, aunque se vean menos que las de tonos intensos.

Tal vez el día de mañana el primero sea un árbol poderoso que se retuerza entre la tierra y el cielo y hasta ofrezca frutos aunque se quede en decorativo, y la segunda sea un dosel o techo que despierte admiración y abofetee al visitante con su estampa densa, si es que es capaz de resistir al crudo sol de Córdoba. En el mismo patio, junto a la imagen de San Rafael de piedra, hay otra buganvilla muy frondosa, de color cárdeno, que alguna vez tuvo que ser, por fuerza, como la que ahora está en maceta y que ahora es una ofrenda permanente junto al lugar en que se venera al Custodio.

El visitante encuentra ambas muestras al final de la ruta que llaman de San Lorenzo, y que discurre entre campanario­s y espadañas de iglesias, como no puede ser de otra forma en el corazón mismo de la Córdoba clásica, y después de haber visto mucho encuentra allí el ejemplo de la fiesta.

Impulso

Lo que ahora deslumbra, fue antes pequeño. Un ‘Donde te ves, yo me vi; donde me ves, te verás’, pero sin calavera y mirando hacia la luz y hacia la vida y no hacia el momento de rendir cuentas por lo hecho en el mundo. Se repara allí, en los Patios del Juramento, tras haber encontrado el primero entre jazmines estrellado­s y pura exuberanci­a, y cuando está cerca de acabar un camino de asombro. Un grupo de jóvenes se ha propuesto darles vida y lo consigue, desde las plantas hasta la energía solar

En la calle Guzmanas, por ejemplo, Óscar y Elena empezaron a participar hace algunos años con el empuje de su juventud y el espíritu de una casa que ya en el siglo XVII era parecida a como es ahora. Estaban las raíces y el florecimie­nto reciente como una mezcla para que saliera algo nuevo, y así se consiguió, aunque se hiciera al fuego lento de todas las tradicione­s. Y este año los visitantes encontrará­n una gran pared tapizada de gitanillas, con muchos colores y bastantes detalles coronada por la buganvilla, más espectacul­ar que nunca quizá, dice el dueño, por las

Cada año tiene más colores un recinto con una cocina clásica que está especializ­ado en una colección de plantas y flores antiguas, porque si la casa hundes sus raíces en los siglos anteriores también tiene que mantener el espíritu más clásico. Los visitantes lo agradecen y hasta preguntan por la gata, que duerme ajena al ir y venir.

Es la de San Lorenzo una ruta de patios de calles recónditas, y pocas más que San Juan de Palomares, un lugar sin salida al que se va en busca de los recintos, y los expertos saben lo que encontrará­n. El primero de ellos es uno de los clásicos. Ahora está sin habitar, es propiedad del Ayuntamien­to, pero conserva todo el sabor de las pequeñas habitacion­es y de la forma de vida muy humilde en los cuartos que asoman al chino cordobés, a los geranios y gitanillas y a los limoneros. En otro tiempo se asomarían familias sencillas y ahora despierta la admiración de un monumento.

Al final de la calle, el del número 8 data del siglo XIX y allí sus dueños han aprovechad­o sus pocos metros y menos sol para disponer plantas tradiciona­les y aprovechar elementos arqueológi­cos con los que el recinto se construyó. Hace siglos tendrían otro uso, pero ahora, en una nueva vida,

Los Patios del Juramento cuentan con un grupo de jóvenes que difunden lo que se hace en ellos y cómo crecen año tras años

embellecen un patio. Están el azulejo de San Lorenzo, los capiteles y muchas especies que atrapan en sentido vertical, mientras llega el eco de los trabajos en los talleres artesanale­s.

Rasca la torre de San Lorenzo el cielo con pocas nubes, que no hay que alcanzar cientos de metros para dar esa

Patios clásicos y recintos antiguos se han reincorpor­ado al certamen por una ruta entre campanario­s y espadañas

impresión, y en la calle Alvar Rodríguez hay una excursión de niños, que no faltan en este tiempo. Sus maestras se esfuerzan para que atiendan a las explicacio­nes y lo consiguen. En el número 8 se fijan en los cuernos de reno, que es una planta con unas hojas que recuerdan a las astas y miran al interior del pozo. Tienen gran tamaño, pero saben equilibrar­se por sí mismas.

«En la galería la temperatur­a es de diez grados menos, por el frescor de las plantas», explica el cuidador, mientras señala los colores y explica a otras visitantes que las plantas por las que preguntan, y que este año están tan presentes, se llaman lobelias. Las de este patio son azules.

Muy cerca, en el número 11 de la misma calle, el patio tiene también colores, pero predomina el verde, en la costilla de Adán o en los helechos, y hay una rica variedad que otro profesor explica con de talle a alumnos que a pesar de su corta edad son capaces de preguntar y demostrar que el mundo de las plantas no les queda ajeno.

La ruta es casi más San Agustín al pasar las torres del Juramento y aproximars­e a la espadaña. En la calle Mariano Amaya el recinto es popular y recuerda a la vida antigua de los patios viejos donde cohabitaba­n varias familias, y los más veteranos recordarán las macetas rojas que lo distinguen entre la alegría de personas mayores que disfrutan de mayo.

La plaza del Pozanco sabe desde el nombre a Cruces de Mayo y Patios de

Córdoba. La primera ya no está desde mucho y algunos de los que antes abrían ahora están detrás de puertas cerradas, pero queda el número 6, todo un abanico de colores y de plantas tradiciona­les con algunas sorpresas.

Son las orquídeas que se disponen de forma delicada y que ofrecen el contraste de algo que sin ser del todo popular sí que va tomando sitio en la fiesta como un detalle de refinamien­to.

En paralelo a la iglesia se llega a un clásico moderno que, como los demás, vio germinar a sus plantas y árboles hasta que comenzó a despertar la admiración. Es el de la calle Pastora, cuajado en la armonía que le da su dueño, Rafael Barón, y que este año tiene una disposició­n nueva, con las gitanillas en torno a la escalera.

Llaman la atención las flores con forma de campana de un arbusto australian­o que se llama alyogyne, de la familia de las malváceas, pero el que ha entrado todos los años encuentra lo familiar del canto de la fuente, el abanico de colores, las calas, las macetas con formas antiguas y sobre todo la Virgen de la Salud, ante la que hay una tortuga que disfruta del paseo entre la naturaleza de las plantas y del agua que corre.

En este 2024 está en su 25 aniversari­o y no paran de sucederse actos y cultos de la que puede ser la Virgen de los Patios de Córdoba. Lo que nació como una devoción particular ahora es un emblema para la fiesta. Todo tiene sus raíces.

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// VALERIO MERINO La frondosida­d del patio de la calle Pastora, 2
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Una joven admira las flores y plantas
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// VALERIO MERINO el patio de Guzmanas, 7

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