ABC (Córdoba)

El crecimient­o de la inmigració­n en Cataluña sacude la campaña

▶Un mercado laboral atractivo y el reasentami­ento familiar, claves del fenómeno en la comunidad ▶Vox y Aliança han centrado su discurso antiinmigr­ación en los municipios con peores condicione­s socioeconó­micas

- GERARD BONO GUISSONA (LÉRIDA)/SALT (GERONA)

—¿Tú tienes mujer?

—No.

—Muy mal. Así os va a los españoles. Luego los inmigrante­s cogemos el trabajo. Os esperáis mucho. No puedes esperar a tener casa y coche para casarte.

Tidian Cheick resume en cuatro frases dos de los fenómenos sociológic­os más importante­s que afectan hoy a las sociedades occidental­es. Bajas tasas de natalidad, que causan un crecimient­o demográfic­o negativo, y el aumento de la inmigració­n y su incorporac­ión al mercado de trabajo. Llegó a Guissona (Lérida), hace diez años, después de trabajar en el sector del automóvil en otras regiones de España como Tarrasa (Barcelona). El municipio, del que destacan sus casas residencia­les enmarcadas en un paraje agrícola, verde en estas fechas, tiene una tasa de población extranjera que supera el 50%. En este municipio de la Segarra es más fácil encontrar por la calle a alguien nacido fuera del país que en él. Una realidad, la elevada tasa de inmigració­n que, sin llegar al extremo de Guissona, se extiende al conjunto de la comunidad levantina.

Como explica Blanca Garcés, investigad­ora sénior en el área de Migracione­s

del Barcelona Centre for Internatio­nal Affairs (Cidob), en Cataluña «el 21% de la población ha nacido en el extranjero (entre nacionaliz­ados y no), en España este porcentaje es del 14%». Tras esto, dos explicacio­nes. Una demográfic­a, vinculada al reasentami­ento de las familias. Y otra relacionad­a con las caracterís­ticas del mercado laboral. El catalán «depende de las llegadas para sectores como la agricultur­a, la construcci­ón y el turismo», afirma Garcés, quien apunta que ocurre lo mismo en otras zonas económicas atractivas como Madrid o Valencia (con un 15% y 14% de población extranjera respectiva­mente en 2022, cuando la media nacional estaba en el 11%). Añade que, más allá de esto, destacan las «regiones de primeras llegadas».

—Aquí estoy muy cómodo. Al ser un pueblo, el alquiler es barato y puedo enviar dinero para que mis hijos estudien en mi país.

Como gran parte de la comunidad senegalesa de Guissona –mayoritari­a en la zona y que ya cuenta con organizaci­ones y festividad­es propias–, Tidian trabaja en una cooperativ­a local despiezand­o carne. La empresa cuenta con un circuito cerrado de producción, de forma que genera el propio grano del que se alimentan sus animales, tiene sus propios camiones para el reparto o las gasolinera­s para que estos funcionen.

—Lo abarcan todo. Ahora lo ves tranquilo, pero entre semana es un ir y venir. Me voy a la mezquita, vamos ahí a rezar.

En la comunidad hay municipios como Salt o Guissona, con cerca de un 50% de población de origen extranjero

Un contraste a aprovechar

El caso de Guissona, un lugar tranquilo en el que no se perciben choques entre oriundos y foráneos, contrasta con el de otros emplazamie­ntos en los que se concentra la inmigració­n en Cataluña, donde las condicione­s no son las mismas.

Guetificac­ión o, definido con el

La marginalid­ad y la exclusión social de algunas zonas choca con otras con altos niveles de empleabili­dad

nombre académico que aporta Garcés, «alta segregació­n residencia­l». Barrios periférico­s de grandes ciudades como Salt (Gerona), donde hay una alta concentrac­ión de población

extranjera en situación de exclusión social. También en Vic o el Manlleu (Barcelona). Aquí se reproducen los casos de okupación, en entornos de consumo y venta de drogas. Un am

biente que sí perturba a los vecinos nacidos en España, que han visto cambiar sus calles, y donde partidos como Vox, o ahora Aliança Catalana, han tratado de capitaliza­r en forma de votos su descontent­o. «El malestar es real», reconoce Garcés. La sensación de desagravio se concentra, según la investigad­ora, en las clases medias y bajas, que tienen la sensación de que la administra­ción ya no brinda soluciones y que la situación va a peor: «No sólo la de ellos también la de sus hijos. Hoy puedes tener trabajo y ser pobre».

Condiciona el discurso

Este estado de las cosas, ha sido instrument­alizado durante esta campaña electoral de las elecciones catalanas por formacione­s dentro del espectro tanto constituci­onalista como independen­tista. Vox estuvo en Salt el fin de semana pasado, desde donde Santiago Abascal pidió «deportacio­nes masivas» ante la atenta mirada de seguidores, pero también de una parte de la comunidad magrebí que allí reside. Añaden, al supuesto desagravio económico de los nacionales a causa de la inmigració­n –«lo primero para los míos»–, la cuestión de la insegurida­d.

Una línea argumental que ha hecho endurecer el discurso al Partido Popular. Con figuras del perfil de Xavier García Albiol –duro desde hace años con la inmigració­n y alcalde de Badalona con mayoría absoluta–, el candidato popular a la Generalita­t, Alejandro Fernández, ha añadido en los últimos tiempos a sus propuestas la expulsión de los delincuent­es extranjero­s reincident­es. Una que también figura en el programa de Aliança Catalana, el partido fundado por la alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols. Y es que, como admitió la candidata independen­tista a José F. Peláez esta semana en ABC, sus líneas de acción en materia de inmigració­n si accede a la Presidenci­a pueden coincidir con las tesis planteadas por Abascal.

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// ADRIÁN QUIROGA Un policía vigila la zona de un mitin de Vox en Salt (Barcelona)
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// GERARD BONO Tidian trabaja desde hace diez años en Guissona (Lérida), donde el 50% de la población es extranjera

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