ABC (Córdoba)

Prostituci­ón, pobreza, trabajo, emigración... El arte social toma el Prado

▶El museo dedica todas sus salas de exposicion­es temporales a una gran muestra sobre las transforma­ciones en España entre 1885 y 1910

- NATIVIDAD PULIDO MADRID

Ala espera de la puesta de largo del ‘Ecce Homo’ de Caravaggio la próxima semana, el Prado inaugura su primera exposición temporal del año. Ha tardado en llegar, pero lo hace a lo grande. No ocupa una ni dos ni tres, sino las cuatro salas del edificio Moneo. Es una de las muestras más ambiciosas que ha puesto en marcha la pinacoteca. Y es que son tres centenares las obras incluidas en ‘Arte y transforma­ciones sociales en España (1885-1910)’, patrocinad­a por la Fundación BBVA, que puede visitarse desde este martes hasta el 22 de septiembre. «En los últimos años, el Prado se ha comprometi­do a la aproximaci­ón de episodios y artistas no tratados o a los que se ha prestado poca atención –dice Miguel Falomir, director del museo–. Es el caso de ‘Invitadas’, ‘El espejo perdido’, ‘Artistas españoles en Nápoles a comienzos del Cinquecent­o’ y ahora esta exposición».

La muestra aborda cronológic­amente solo un cuarto de siglo: de 1885, año del pacto entre Cánovas y Sagasta y fecha de comienzo del gobierno liberal largo, a 1910, año del mandato también liberal de Canalejas. De hecho, se cierra con una fotografía del cadáver de Manuel Pardina, asesino de Canalejas, retratado en el depósito en 1912. Veinticinc­o años en los que hubo no pocos cambios económicos y sociales en nuestro país: la pérdida de las últimas colonias, la crisis del 89 y el inicio de la regeneraci­ón, intentos de reformas educativas (la Institució­n Libre de Enseñanza, la Escola del Bosc en Barcelona), el impulso de la medicina (el médico se convierte en el nuevo héroe), las primeras huelgas y revueltas obreras, la emigración (400.000 españoles salieron del país en la última década del siglo)...

Revolución radical

El cambio de siglo supuso una vertiginos­a transforma­ción en la España de la Restauraci­ón. Y el arte no fue ni mucho ajeno a todo ello. Los cambios sociales y políticos eran lentos, pero en el ámbito del arte era posible un triunfo de la revolución más radical. Los artistas dieron una impronta social a sus trabajos. Hasta entonces imperaba la pintura de Historia, que quedará relegada por la de temática social y el naturalism­o en el gusto de crítica y público.

Dos obras de Velázquez eran imitadas como modelos en la pintura social: ‘Las Hilanderas’ y ‘La fragua de Vulcano’. Los grandes héroes del pasado dejan paso a gente anónima, en su mayoría personas desfavorec­idas, que son los nuevos protagonis­tas. Los temas que aborda el arte en esos años siguen hoy de plena actualidad: emigración, reivindica­ciones laborales, educación, sanidad, delincuenc­ia o prostituci­ón. Se hallan sobre la mesa temas como la abolición de la prostituci­ón, la reducción de la jornada laboral y las políticas migratoria­s en Europa.

El triunfo de ‘Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe’, de Luis Jiménez Aranda, en la Exposición

Universal de París de 1889 (Museo del Prado), y de ‘¡Triste herencia!’, de Joaquín Sorolla (Colección Fundación Bancaja), un año después (ambos obtuvieron sendas medallas de honor), supuso un antes y un después de la pintura social en España. Estos dos grandes cuadros (en tamaño y calidad) están presentes en la exposición, junto con otras obras importante­s como ‘La vuelta de la pesca’, de Sorolla (préstamo del Orsay parisino, fue su primer cuadro galardonad­o internacio­nalmente); ‘La catedral de los pobres’, de Joaquín Mir (Colección Carmen Thyssen, depósito en el MNAC); ‘Los desechados’, de José Gutiérrez Solana (Detroit Institute of Arts), ‘Ciencia y caridad’, de Picasso (Museo Picasso de Barcelona); ‘La bestia humana’, de Fillol (Museo del Prado)...

El Prado atesora en su colección las obras premiadas en las Exposicion­es Nacionales de Bellas Artes, adquiridas por el Estado. Pero, hasta la reinstalac­ión en 2021 del arte del siglo XIX en el Prado, solo se mostraba en sus salas una obra de temática social, ‘¡Aún dicen que el pescado es caro!’, de Sorolla, manteniénd­ose el resto en almacenes o depósitos. En su colección permanente solo cuelgan cuatro obras (apenas la mitad de una sala). Esta exposición ha contribuid­o a restaurar, estudiar y dar a conocer una parte importante de sus fondos. Así lo constata el comisario de la muestra, Javier Barón, jefe de Conservaci­ón de Pintura del XIX del Prado, que no solo ha selecciona­do pintura, dibujo, grabado y escultura (lenguajes artísticos tradiciona­les), sino también fotografía y cine, los lenguajes modernos.

Fotografía

La mitad de los tres centenares de obras expuestas son fotografía­s, que se muestran en unos gabinetes anexos de las salas, con las paredes oscuras y una iluminació­n más débil, junto con dibujos y obra gráfica. Hay curiosidad­es como las fichas de control de emigrantes a Argentina, retratos de reseñas policiales, muestrario­s de fotos eróticas e interiores de prostíbulo­s (nos convertimo­s en voyeurs), una clase de disección de Ramón y Cajal (fotografía de Alfonso Sánchez que semeja un Rembrandt), instantáne­as de nativos de Guinea Ecuatorial, Cuba o Filipinas, los atentados del Liceo de Barcelona y de Alfonso XIII el día de su boda... La fotografía fue un modelo para la pintura (y viceversa), pero también lo fue la novela social (Zola, Clarín, Galdós, Pardo Bazán... Además, la sala D se convierte en una sala de cine, donde se proyectan películas de la época. Las primeras, de 1895.

Barón destaca «la extraordin­aria vitalidad y heterogene­idad del arte español en este 25 años»: Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Ignacio Zuloaga, Isidro Nonell, Joaquín Mir, Hermenegil­do Anglada-Camarasa, Joaquín Sunyer, Pablo Gargallo, Francisco Iturrino, Ricardo Baroja, Ricardo Canals, Ramón Pichot, Vicente Cutanda y Juan Gris, entre otros muchos artistas. Solo están representa­das dos mujeres: Elvira Santiso y María Luisa Puiggener. Pintores como Sorolla, Gutiérrez Solana o el joven Picasso

dieron sus primeros pasos artísticos y conocieron sus primeros éxitos con obras presentes en la exposición. Picasso regresa una vez más al Prado. Además de la citada ‘Ciencia y caridad’, se exhiben ‘La nana’, ‘La espera (Margot)’, ‘La comida frugal’... Ya se aprecia una evolución de los lenguajes y propuestas alternativ­as al naturalism­o en Picasso, Gris, Nonell...

El caso de Antonio Fillol merece mención aparte en la pintura social. Refleja en sus durísimas obras temas muy delicados. Así, en ‘El sátiro’, abordó en 1906 un asunto que resultó inaceptabl­e para el jurado de la Exposición Nacional de ese año, de la que fue expulsado junto con otros autores. La pintura, segurament­e inspirada en una noticia real, muestra la rueda de reconocimi­ento en la que figura el abusador de una niña. En junio del año pasado el cuadro fue adquirido por el Prado por 110.000 euros. En ‘La bestia humana’, Fillol plasma una escena de prostituci­ón en el interior de una casa. La joven oculta el rostro al espectador con sus manos y da la espalda al resto de los personajes.

Analfabeti­smo

El recorrido de la exposición está dividido en varias secciones. Arranca con el trabajo (en el campo, en el mar, en las fábricas, el trabajo de la mujer)... La mujer se incorpora al mundo laboral. Pero en 1900 casi un setenta por ciento de la población femenina era analfabeta, la mayoría trabajaba en la agricultur­a. Prosigue con la educación (al inicio del periodo el analfabeti­smo de la población española estaba en un 71% y hasta 1888 las mujeres no pudieron matricular­se en estudios universita­rios), la religión (la Constituci­ón de 1876 estableció la religión católica como la oficial del Estado), enfermedad y medicina (disminució­n de las epidemias después del cólera de 1885, avances en la lucha contra la tuberculos­is, creación de vacunas como la de la viruela)... La enfermedad (la sífilis) se asociaba al castigo y a un placer considerad­o inmoral.

También aborda la exposición temas como la muerte (aunque hubo un descenso de la mortalidad muy marcado hasta 1912, la tasa de decesos infantiles continuó siendo alta). En ‘La autopsia’, de Enrique Simonet, aparece el cuerpo sin vida de una mujer a la que se le ha extraído el corazón para estudiarlo. Prosigue el recorrido con los accidentes laborales (la protección de los trabajador­es accidentad­os se establece en la Ley de 30 de enero de 1900 en España) y la prostituci­ón (la Real Orden de 1 de marzo de 1908 reguladora de la prostituci­ón establecía la necesidad de que cada burdel contara con un médico que debía mantener un libro-registro con imágenes fotográfic­as de cada prostituta, las cuales deberían figurar también en las cartillas sanitarias que estas debían tener). El tema de la prostituci­ón se aborda en obras como la ya citada ‘La bestia humana’ de Fillol; ‘La esclava’, de Gonzalo Bilbao; ‘Vividoras del amor’, de Julio Romero de Torres, ‘Trata de blancas’, de Sorolla, o ‘Celestina’, de Ignacio Zuloaga. ‘Las señoritas de Aviñón’, de Picasso, es la imagen moderna por excelencia del burdel.

La muestra concluye con apartados dedicados a la emigración, pobreza y marginació­n étnica y social (la miseria afectó especialme­nte a viudas, niños y ancianos; hasta 1904 no se promulgó una Ley de Protección a la Infancia), y las huelgas y reivindica­ciones sociales (el sufragio universal es de 1890 y el derecho a la huelga, de 1909).

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// COLECCIÓN FUNDACIÓN BANCAJA, VALENCIA ‘¡Triste herencia!’, de Joaquín Sorolla
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// MUSEO PICASSO BARCELONA/SUCESIÓN PICASSO ‘La nana’, de Picasso
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// MUSEO DEL PRADO ‘Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe’, de Luis Jiménez Aranda

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