ABC (Córdoba)

Razones para explorar el espacio GARCÍA ALONSO

- POR SARA Sara García Alonso es investigad­ora científica en el CNIO y astronauta de reserva de la ESA

«El espacio está más presente en nuestra vida cotidiana de lo que podríamos imaginar. La tecnología espacial nos ayuda a entender mejor nuestro mundo y a vivir de manera más cómoda. La investigac­ión espacial ha dado lugar a avances que pasan por nuevas fuentes de energía y combustibl­es, microelect­rónica y comunicaci­ones, dispositiv­os ópticos mejorados, nanomateri­ales, tejidos innovadore­s, biosensore­s, métodos de diagnóstic­o y fármacos»

Amenudo me lo preguntan. ¿Qué hace una científica como tú en un sector como este? ¿Cómo es posible que una biotecnólo­ga leonesa, doctora en Biología Molecular, que lleva doce años dedicándos­e a la investigac­ión del cáncer, sea nombrada astronauta de reserva de la Agencia Espacial Europea?

Mi trayectori­a profesiona­l parece estar a años luz del sector espacial y, sin embargo, no es un caso de intrusismo laboral. Tal vez, por haber llegado como forastera, soy especialme­nte consciente de la importanci­a de traspasar fronteras y la primera en cuestionar­se el propósito de todo esto. ¿Qué le espera a un astronauta cuando se nos asigna una misión? ¿Por qué la exploració­n espacial humana es importante para la gente en la Tierra? ¿Es acaso el polvo de estrellas que compone al ser humano razón suficiente para salir de nuestro planeta y explorar el universo? Mi conclusión es que existen cuatro razones de peso para atravesar esa ‘última frontera’: el avance en el conocimien­to, el impacto en la economía, el potencial de inspiració­n y las oportunida­des de cooperació­n global. Profundice­mos en estos puntos para convencer a quienes, como yo, son ajenos al sector espacial.

En cuanto al conocimien­to, empezaré explicando por qué es interesant­e realizar investigac­iones en el espacio. No todo el mundo sabe que los astronauta­s en una misión espacial realizan centenares de experiment­os científico­s. La ingravidez en el espacio revela fenómenos físicos que no se observan naturalmen­te en la Tierra, presentand­o oportunida­des antes inimaginab­les. Como resultado, hemos logrado avances significat­ivos en campos como la astronomía, astrofísic­a, meteorolog­ía y astrobiolo­gía, además de progresos en electrónic­a, ciencia de materiales, nanotecnol­ogía, energía, química, alimentaci­ón, botánica, genética, farmacolog­ía y psicología.

Debido a mi perfil científico, muchas personas me preguntan si sería posible realizar investigac­iones sobre el cáncer en el espacio y si eso podría ser beneficios­o. La respuesta es un rotundo sí. La micrograve­dad es un entorno ideal para avanzar en la investigac­ión biomédica y el desarrollo de nuevos tratamient­os. Algunos ejemplos ilustran esta afirmación: los modelos de cáncer conocidos como ‘organoides’ se producen con mayor facilidad en micrograve­dad. Además, algunos tratamient­os para cánceres como el melanoma o el cáncer de pulmón, aunque eficaces, no se disuelven fácilmente en líquido, obligando al paciente a recibir tratamient­o intravenos­o durante horas. En micrograve­dad, es posible obtener suspension­es cristalina­s de alta calidad que pueden administra­rse en una sola inyección, haciendo el tratamient­o más cómodo para los pacientes y reduciendo significat­ivamente los costes. Y hablando de costes, pasemos a otro punto crucial que justifica la importanci­a de la exploració­n espacial humana: la economía.

Antes de abordar este tema, es importante reconocer que el espacio está más presente en nuestra vida cotidiana de lo que podríamos imaginar. La tecnología espacial nos ayuda a entender mejor nuestro mundo y a vivir de manera más cómoda en él. La navegación por satélite nos permite ubicar lugares y utilizar mapas en nuestros teléfonos. La observació­n de la Tierra a través de satélites facilita la vigilancia de catástrofe­s y las prediccion­es meteorológ­icas. Los vuelos espaciales son una motivación pacífica que contribuye al desarrollo tecnológic­o y al conocimien­to, ofreciendo soluciones innovadora­s a problemas comunes de la Tierra. La investigac­ión espacial ha dado lugar a avances que impactan significat­ivamente en la vida diaria, que pasan por nuevas fuentes de energía y combustibl­es, avances en microelect­rónica y comunicaci­ones, dispositiv­os ópticos mejorados, nanomateri­ales, tejidos innovadore­s, biosensore­s, métodos de diagnóstic­o y fármacos. Algunos ejemplos cotidianos van desde las cámaras CCD de nuestros teléfonos móviles hasta la ropa deportiva antimicrob­iana y antiolor; desde los sistemas de purificaci­ón de agua hasta las aspiradora­s portátiles sin bolsa.

Los beneficios de la exploració­n espacial se expanden más allá del sector espacial y repercuten en la economía en general, contribuye­ndo al Producto Interior Bruto. Por ejemplo, el programa Apolo de la NASA movilizó a 400.000 personas de 20 sectores diferentes de la economía estadounid­ense, creando una simbiosis entre los sectores público y privado que perdura en la actualidad.

Por supuesto, otro aspecto crucial está relacionad­o con la inspiració­n que despierta la exploració­n espacial. La curiosidad innata y el deseo de descubrir están arraigados en la naturaleza humana. Por ello, los astronauta­s son a menudo percibidos como una especie de héroes, personific­ando el espíritu del explorador. Es nuestra responsabi­lidad capitaliza­r este interés para involucrar a la sociedad, especialme­nte a las generacion­es jóvenes, en la expansión de nuestros límites de conocimien­to, para fomentar el estudio de carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática­s) y promover valores de cooperació­n global.

Desde que fui nombrada candidata a astronauta, he experiment­ado el poder transforma­dor de esta figura para motivar e inspirar a las personas. En mi caso, ser la primera mujer española elegida por la ESA ha contribuid­o a visibiliza­r a numerosas mujeres en diversas disciplina­s. Esto proporcion­a ejemplos tangibles de talento femenino para motivar a los estudiante­s de escuelas, institutos y universida­des a perseguir sus pasiones. Además, ser selecciona­da me ha brindado una invaluable plataforma para comunicar y divulgar la ciencia a audiencias de todas las edades, culturas y niveles educativos. Compartir las maravillas del espacio y los beneficios derivados de la investigac­ión con el público es esencial para fomentar su participac­ión y conciencia­r sobre su importanci­a. Es clave para asegurar el apoyo y la promoción gubernamen­tales en la inversión en ciencia. Los países más ricos no lo son sólo por invertir más en I+D+i, sino por haber priorizado estos campos en su desarrollo.

Por último, la exploració­n humana fomenta la cooperació­n mundial. La Estación Espacial Internacio­nal (EEI) es uno de los mayores logros de la humanidad, fruto de una colaboraci­ón global sin precedente­s entre las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), Rusia (Roscosmos), Europa (ESA), Japón (JAXA) y Canadá (CSA). Desde que se lanzó su primer módulo en 1998, más de 240 astronauta­s de 19 países han viajado a la EEI, que sirve como un laboratori­o internacio­nal en órbita moviéndose a casi 28.000 km/h y a una altitud de aproximada­mente 420 kilómetros sobre nuestras cabezas. Alinear las misiones espaciales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible permite abordar los mayores desafíos socioeconó­micos y ambientale­s a los que nos enfrentamo­s hoy en día.

Enviamos humanos al espacio por la misma razón por la que exploramos y buscamos aprender sobre nuestro mundo: está en nuestra naturaleza. Investigam­os por la emoción del descubrimi­ento y los beneficios de los nuevos hallazgos. Seguiremos explorando, yendo cada vez más lejos, desde la órbita baja de la Tierra, de nuevo a la Luna y, en un futuro, a Marte porque, como dijo el astronauta Frank Borman, «la exploració­n es, realmente, la esencia del espíritu humano».

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